Yahaia, doble confinamiento
en un CIE

Yahaia, doble confinamiento en un CIE
Yahaia tiene 35 años y ha pasado un mes de su vida en un doble confinamiento debido al color de su piel y a su acento. Además del provocado por la emergencia sanitaria de la COVID-19, él «ha sufrido» el mes de marzo de 2020 en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Zapadores de Valencia.

Yahaia es una de las 60 personas que aproximadamente estaban internas en el CIE cuando empezó todo. Primero pasó unos días en el calabozo, con otras dos personas y después, ya en la habitación del centro de internamiento, prácticamente solo, porque, al no poder garantizar las deportaciones a otros países ni las mínimas condiciones sanitarias, los jueces fueron decidiendo que este y otros CIE de España se vaciaran por completo. «Teníamos muchos nervios. Miedo de que nos deportaran a nuestro país. Y tanto estrés que compartíamos los cigarros, porque algunos como yo, no teníamos dinero. Nos fumábamos un cigarrillo entre tres o cuatro personas, a veces, cinco o seis».

Yahaia es argelino y lleva dos años y seis meses en España. Había solicitado protección internacional pero cuando recibió la carta que se la denegaba, se quedó en la calle. De ahí, al CIE, solo un paso, demasiado rápido.

En el CIE, vivir el confinamiento era aún más duro de lo que ya de por sí resulta para todos. «Por la mañana, después de ducharnos y desayunar, con nuestro móvil nos salíamos al patio y así pasábamos el día». Nada que hacer, nada que ver. De la policía, Yahaia dice que «unos son buenos y otros menos: un grupo de ellos nos gritaban y trataban mal, aunque a mí no me han pegado».

Cuando se encontró con Vicen, la trabajadora de Cáritas Valencia que se lo llevaba a seguir el confinamiento en una vivienda de la institución, con otros compañeros, nadie le había explicado dónde iba. «Yo no quiero ir a Argelia –le dijo–. Allí es muy duro. Hay que trabajar mucho por poco dinero». Pero enseguida le explicaron dónde iba y su cara cambió.

Desde entonces, la sonrisa preside su rostro, porque ahora, ya está tranquilo. «Aquí nos llevamos bien y estoy muy bien. Son buena gente y a uno de ellos ya lo conocía». En la vivienda, una de las cinco que Cáritas Valencia tiene para varones migrantes con poco tiempo en nuestro país, Yahaia comparte el espacio y la vida con otros cinco chicos, cuatro subsaharianos y uno marroquí.

Es urgente cerrar los CIE
y regularizar a quienes están
en nuestro país, pero, además,
hay que cambiar esta ley de extranjería
para que sea más humana

Vicen Sanz piensa que: «Es urgente cerrar los CIE y regularizar a quienes están en nuestro país pero, además, hay que cambiar esta ley de extranjería para que sea más humana. Por ellos y por la sociedad». Sanz, que es trabajadora social y responsable de la acogida a estas personas en Cáritas Valencia critica que «al llegar a España los migrantes tengan que esperar tres años para poder tener un permiso por arraigo sin poder ganarse la vida dignamente o que se pasen varios años dependiendo del Estado mientras reciben respuesta a su demanda de protección internacional, para después quedarse en la calle, sin nada».

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Como todos, Yahaia solo quiere trabajar: «Yo soy soldador y también he pintado casas, pero sé que lo más fácil será encontrar trabajo en el campo, y eso estará bien». «Esperar a que aprendan la lengua y conozcan la cultura para poder obtener un permiso de trabajo es tenerlos en un limbo que no tiene sentido, a expensas del mercado negro o de las mafias. Ya aprenderán castellano cuando vayan a trabajar y no entiendan al jefe y se tengan que hacer entender entre sus compañeros», explica Sanz.

En este sentido, el pasado mes de abril, Cáritas Española envió al Gobierno una propuesta basada en seis medidas para evitar o, al menos, minimizar el impacto de la crisis en personas migrantes y refugiadas que la organización eclesial concreta en dos situaciones: «El incremento de los casos de irregularidad sobrevenida como consecuencia de la imposibilidad de renovar autorizaciones de residencia y/o trabajo; y el aumento del número de personas en situación irregular que no hubieran tenido acceso a una primera autorización». En este sentido, Cáritas proponía que las soluciones que se arbitren consigan «evitar la irregularidad sobrevenida y proceder a una regularización extraordinaria» que otras organizaciones también están solicitando con una campaña en redes sociales llamada #RegularizaciónYa.

Mientras, los CIE se han vaciado pero no se han cerrado. La campaña por el cierre de los CIE en Valencia está formada por una decena de organizaciones sociales –entre ellas, la HOAC– que, desde finales de 2009 se reúnen cada último martes de mes en la puerta del centro de internamiento para reclamar su clausura, el fin de las deportaciones y la derogación de leyes racistas como la ley de extranjería. Desde el inicio del estado de alarma reclamaron que se dejara en libertad a todas las personas internas ya que las condiciones de higiene y limpieza dejaban mucho que desear ya antes de la COVID-19. En concreto, el CIE de Zapadores ha tenido que ser vaciado y desinfectado varias veces en los últimos años debido a repetidas plagas de chinches.

Una de las personas miembro de esta campaña, militante también de HOAC en Valencia, Xavi Torregrosa, recuerda que «el CIE de Zapadores ahora mismo está vacío por la crisis del corononavirus, pero no cerrado. Los han vaciado por la pandemia pero han estado casi un mes para sacar de allí a todas las personas que había dentro y aún quedan cuatro en el de Algeciras». Y recuerda que: «desde la Campaña por el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros y el fin de las deportaciones seguimos trabajando por el cierre definitivo de este centro y de todos los que hay en el Estado español y en Europa, porque pensamos que son parte del racismo institucional de las leyes contra las personas con cuyo final estamos comprometidas desde la campaña. Estos lugares no deben existir ni aquí ni en ningún sitio».

 

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