La pérdida de empleo y de ingresos provoca un aumento de familias pobres

La pérdida de empleo y de ingresos provoca un aumento de familias pobres
El Observatorio de la Realidad Social de Cáritas advierte del incremento de familias vulnerables por los daños ocasionados por la COVID en el empleo, los ingresos, la vivienda y la salud mental.

“La COVID-19 ha sido como una ola gigante, un tsunami que ha pasado por encima de toda la sociedad, pero que, al analizar las condiciones de vida de las personas a las que acompañamos desde Cáritas, que representan a las familias más vulnerables de nuestra sociedad, pone en evidencia que estas son, una vez más, las grandes perdedoras de esta crisis”, ha asegurado Raúl Flores en la presentación del estudio Del tsunami al mar de fondo: salud mental y protección social, de la serie La crisis del COVID-19, realizado mediante 506 entrevistas en hogares atendidos por Cáritas, de las 17 Comunidades Autónomas, en el periodo comprendido entre febrero 2019 a febrero 2020

Transcurridos 15 meses de la pandemia, cuando se van dejando atrás los riesgos de la crisis sanitaria, van apareciendo con mayor rotundidad el impacto de la crisis socioeconómica que confirman los dolorosos efectos laborales, económicos, educativos, relacionales y de salud, que “golpea con más fuerza” y “soportan” las personas más vulnerables de la sociedad.

Desempleo y cronificación de la pobreza

A nivel laboral, el estudio señala que solo el 23% han logrado mantener su empleo durante este tiempo de pandemia, el 57% han entrado y salido del mercado laboral alternando momentos de empleo con fases de desempleo y, lo más preocupante, el 20% para quienes la posibilidad de lograr un empleo siempre ha estado lejos. Son más de 95.000 las que, al margen de la situación y el contexto económico, nunca logran acceder a un empleo.

En relación a los ingresos, cerca de 315.000 personas (21%) viven en hogares que no han conseguido unos ingresos para salir de situaciones de pobreza. Además, con el impacto de la COVID no han podido evitar una nueva situación de pobreza alrededor de 26.000 personas (14%). “Se trata de un grupo que puede ser definido como uno de los grandes perdedores o damnificados de esta crisis, familias que han perdido sus ingresos y se ven ahora ante el abismo de la pobreza”, según asegura Flores.

Esfuerzo titánico para afrontar los gasto de la vivienda

La vivienda es otro de los graves problemas agudizados con la pandemia. En este sentido, una de cada cinco familias ha cambiado de vivienda por diversas causas. La más relevante, pues alcanza al 50% de las familias, es el no poder seguir pagando la vivienda en la que residían. “Es preocupante que, a pesar de los esfuerzos económicos que realizan las familias, aún haya más de 220.000 familias (45,8%), que no pueden hacer frente a los gastos de suministros básicos de agua, energía o internet”, apunta el estudio.

Dimensiones de la vida y preocupaciones diferenciadas

El análisis que realiza el estudio aborda otras dimensiones importantes para la vida y para el bienestar “que afloran en estos momentos, que tienen que ver con las percepciones, las preocupaciones, la salud mental y las redes de apoyo”.

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En cuanto a las percepciones, la población más vulnerable, está preocupada por su trabajo y economía personal (52%), por su estado anímico (20%) y por la posible pérdida de empleo (12%). Esta realidad contrasta con las preocupaciones del conjunto de la población, más atenta a las restricciones derivadas del control de la COVID, como la distancia con los seres queridos (39%), las restricciones de movimientos (38%) o los confinamientos (18%). “Dos líneas de preocupación diferenciales, capacidad económica y estado de ánimo, frente a libertad de movimiento y estar cerca de los seres queridos”, subrayan desde Cáritas.

Por otro lado, en relación al cuidado de la salud, los datos indican que la mitad de la población vulnerable “se ha sentido estresada, preocupada y sin control sobre esas preocupaciones, triste y deprimida. La mitad de la población en situación de exclusión tiene miedo a perder su trabajo y tres de cada cuatro familias temen perder o ver mermados sus ingresos”. De ahí que constaten que “el 40% de las personas vulnerables han sufrido uno o más ataques de ansiedad o pánico, 2,5 veces más que en la población general, y sus niveles de estrés, preocupación y tristeza se duplican respecto al conjunto de la población en España. La pobreza, por tanto, no solo impacta en las condiciones de vida materiales, sino también en la salud integral y en el bienestar emocional”.

Otra dimensión estudiada son las redes de apoyo, tantas veces necesaria para aliviar “situaciones de pobreza económica o de pérdida de salud mental”. Estas redes son cada vez más débiles, “el 14% de la población atendida por Cáritas no cuentan con ningún tipo de apoyo ni para su soporte emocional o de cuidado, ni en la esfera más material (préstamo de dinero o apoyo en la búsqueda de empleo), ni en el asesoramiento a la hora de realizar trámites o gestiones. Este porcentaje se duplica, alcanzado casi el 28%, para quienes sufren situaciones de pobreza económica”.

Todos en el mismo barco, nadie a la deriva

“Se habla de “vuelta a la normalidad” –señala Raúl Flores— pero quizá debamos empezar por repensar esa normalidad y plantear que lo que tenemos delante es una oportunidad de crear un escenario diferente, de construir una normalidad que difiera en algunos puntos sustanciales de lo que conocíamos y donde los derechos humanos sean garantizados de forma eficaz para todas las personas”.

En esta dirección, Flores apunta muy necesarias la articulación de políticas integrales “que pongan en el centro de a las personas y sus derechos” que promuevan el derecho a un trabajo decente; el derecho a la vivienda y a sus necesidades más básicas, como la energía y al agua; el derecho a un sistema de rentas o el derecho a la salud mental.

 

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