Defender el trabajo digno, esencial en la #misióndelaIglesia

Defender el trabajo digno, esencial en la #misióndelaIglesia
En el Mensaje del papa Francisco a la 109 Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT, el pasado mes de junio, encontramos algunas orientaciones muy importantes sobre cómo afrontar hoy y de cara al futuro la defensa de la dignidad del trabajo y de condiciones dignas en el trabajo.

Queremos recordar algunas de ellas, en la imprescindible tarea de cada día, en el contexto de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente del próximo 7 de octubre y de las propuestas que con tal motivo promovemos desde la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente.

Ante la crisis actual, Francisco subraya que «ha llegado el momento de eliminar las desigualdades, de sanar la injusticia que está minando la salud de toda la familia humana», la urgencia de «desarrollar una cultura de la solidaridad para combatir la cultura del descarte», el «virus de la indiferencia egoísta». Necesitamos tener «un especial cuidado del bien común». En todo ello es central el empeño por defender la dignidad del trabajo y el trabajo digno. Se trata, dice Francisco, de algo fundamental para nuestra humanidad y para una sociedad fraterna: «hacer que el trabajo sea humano, hacer del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación».

Esta defensa del trabajo digno implica:

  1. Entender correctamente el trabajo como lo que es, una dimensión propia de la existencia humana, una necesidad de la persona y de la sociedad para su realización y desarrollo, no un aspecto más de la economía. El trabajo es expresión de la dignidad de la persona y camino de su realización.
  2. Reconocer y defender la dignidad del trabajo y las condiciones dignas en que debe desarrollarse siempre en todas las forma de trabajo, no solo en aquellas formas que se realizan como empleo dentro de la economía formal.
  3. Cuidar: el trabajo es una relación y, como tal, debe ser central en él la dimensión del cuidado. El trabajo es para cuidar la sociedad y el planeta, un trabajo que descuida y destruye atenta contra la dignidad de la persona. Pero, ante todo, en el trabajo se debe cuidar a las personas trabajadoras.
  4. Garantizar que todas las personas y familias trabajadoras tengan la protección social que necesitan.
  5. Proteger el respeto de los derechos esenciales de trabajadores y trabajadoras en todas las formas de trabajo. Las normas deben estar orientadas hacia el trabajo digno y la economía debe cambiar para que esto sea posible.
  6. Dar prioridad en las respuestas a los trabajadores y trabajadoras que están en situaciones de mayor precariedad y vulnerabilidad, a quienes están en los márgenes del mundo del trabajo.
También puedes leer —  El trabajo y el «salario universal»

Todo esto el papa Francisco lo plantea como necesidades radicales de la sociedad. Pero, también, como esencial en la misión de la Iglesia: estamos llamados a implicarnos siempre más en la defensa del trabajo digno. Hemos dado pasos, pero aún nos queda mucho camino por recorrer. ¡Qué el 7 de octubre sea ocasión de sentirnos urgidos a avanzar! Entre otras cosas, en el testimonio que estamos llamados a ofrecer en las relaciones laborales dentro de la Iglesia. Deberíamos ser un ejemplo de coherencia entre lo que decimos defender y lo que hacemos en la Iglesia, y no siempre es así. Junto a la defensa del trabajo digno en la sociedad, en lo que necesitamos implicarnos mucho más como Iglesia, es esencial que la situación de los muchos trabajadores y trabajadoras en las múltiples instituciones, organismos y entidades eclesiales sea un ejemplo de lo que significa el respeto a la dignidad del trabajo y del trabajo digno.

Diálogo y participación.
Este editorial está abierto a tu valoración. Puedes hacerlo aquí mismo, con un comentario, o en las redes sociales con la etiqueta #MisióndelaIglesia.
¿Necesitas ayuda? ¿Algo que aportar?