Esos son los imprescindibles

Esos son los imprescindibles

Introducía Silvio Rodríguez, allá en mi mocedad, su canción Sueño con serpientes con los versos de Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

El mensaje de Cuaresma de este año del papa Francisco, con otras palabras, insiste en que nuestro mundo necesita hombres y mujeres de los imprescindibles, de los que luchan toda la vida; de los que nunca se cansan de hacer el bien. Hombres y mujeres convencidos de que la vida se nos da para entregarla y de que, en esa siembra de bien, tiene sentido nuestra existencia.

Pero para poder vivir así nuestra vida, nos recuerda el Papa que necesitamos cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir. Si somos capaces de cambiar esa mentalidad, el primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad.

Porque sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.

Y podemos perseverar toda nuestra vida en esa lógica del don, de la gratuidad, del bien y la fraternidad, sin desfallecer porque ponemos nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1, 21), porque solo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12, 2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6, 9). Seamos de los hombres y mujeres que necesitan nuestras hermanas y hermanos. La Cuaresma nos ofrece esa oportunidad de fijar nuestros ojos en el Resucitado, y reconocer en él al Crucificado, y con él a todos los crucificados de nuestro mundo que anhelan la resurrección.

Estamos llamados a ser hombres y mujeres que no nos cansamos de orar, que no nos cansamos de intentar extirpar el mal de nuestra vida, de pedir perdón y buscar la reconciliación, con Dios, con la humanidad, con la creación. Hombres y mujeres que no nos cansamos de hacer el bien en un compromiso activo de amor para con el prójimo, para quien tiene el derecho de sentirme y experimentarme como hermano en su necesidad.

Hombres y mujeres que luchan toda la vida, y aún después de ella, porque cultivamos la conquista cotidiana del bien, como también del amor, la justicia y la solidaridad, sabiendo que no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día». Y que, cada día también, pedimos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5, 7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro.

Ojalá este camino de Cuaresma nos haga crecer en esa manera de ser. Eso necesitamos nosotros, y necesitan los empobrecidos. Y que podamos llegar a la Pascua revitalizados en el amor, y abiertos al don, haciendo siempre el bien.

 

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