¡Hora de cambiar!

¡Hora de cambiar!
Las páginas anteriores han mostrado hechos indiscutibles y análisis relevantes… pero, ¡no podemos detenernos ahí! Animados por nuestra fe y nuestra esperanza como militantes cristianos, ¡debemos ACTUAR!

En uno de sus últimos libros Tiempo para cambiar, el papa Francisco arroja luz sobre el camino: «La COVID, al golpear a todo nuestro mundo, revela la pesadilla del despertar, que viven muchos hombres de nuestro tiempo. ¿Y si se nos diera la oportunidad de dejar de comportarnos como locos? Si queremos salir de esta crisis menos egoístas de lo que entramos, debemos dejarnos tocar por el dolor de los demás».

Dejarse tocar: esta es ciertamente una actitud evangélica. Jesús toca a los enfermos, a los rechazados… y ellos se dejan tocar por Aquel que los vuelve a poner EN PIE (Lucas 5, 13, Lc 7, 14, Lc 8, 54, etc.) A su vez, dejándonos tocar por el dolor ajeno, somos tocados por Cristo. Y nos invita a cambiar nuestra actitud, nos invita a poner el mundo EN PIE, con él y por la acción del Espíritu. Los excluidos, los pobres, los desempleados no son solo «personas a las que ayudar», son personas a las que invitar a amar. Como dice siempre Francisco: «Los pobres no son objeto de nuestras buenas intenciones, sino sujetos de cambio. No actuamos solo por los pobres sino con ellos».

Querer realmente este cambio: El apóstol Santiago nos dice: «Si dices que tienes fe y no actúas, ¡tu fe está muerta!» (Carta de Santiago 2, 17-18). Debemos Querer ACTUAR… no solo por el placer de cambiar, no solo para hacer algo nuevo, hermoso o justo, sino por amor a este mundo que Dios ama. Francisco, dice: «Los bienes de la vida, la tierra, el trabajo y la vivienda deben estar disponibles para todos. No es altruismo, ni buena voluntad, ¡es lo que requiere el Amor…! El objetivo no es compartir las migajas en nuestra mesa, sino en esta mesa hacer espacio para todos».

Aceptar cambiarnos a nosotros mismos: Para cambiar este mundo injusto, indudablemente debemos estar de acuerdo en cambiarnos a nosotros mismos primero. La parábola de la paja en el ojo del prójimo y de la viga que está en el nuestro (Lucas 6, 41-ss) sigue siendo relevante hoy. Según Francisco: «Solo el rostro del otro es capaz de despertar lo mejor de nosotros. Es el momento de restaurar una ética de fraternidad y solidaridad, regenerando los lazos de confianza y pertenencia. Al proporcionar un ingreso básico universal, liberamos a las personas y nos permitimos trabajar con dignidad por la comunidad».

Revelar lo mejor de nosotros mismos, aceptar cuestionar nuestra forma de consumir, producir, vivir las relaciones con los demás, utilizar los recursos naturales (agua, tierra…), ensuciar y contaminar…

Para ir más allá… en equipo:

1- ¿Qué tengo que cambiar en mí? ¿O a mi alrededor?

2- ¿Cómo pueden estos cambios traer más esperanza a la sociedad? ¿A la Iglesia?

3- ¿Qué voy a hacer para concretar, personalmente o como equipo de militantes, o con otras asociaciones, cambiar las situaciones que me parecen anómalas?

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