A esperar, a soñar, también se aprende

A esperar, a soñar, también se aprende
Foto | Lina Trochez (unsplash)
Cuando salimos de casa cada mañana, seguro que hay muchas cosas que nos rondan la cabeza, nos tienen cogido el corazón, quizá las más de las veces vamos con el «piloto automático», tratando de despejarnos, viendo cómo afrontar un nuevo día, corriendo para no perder el metro o el autobús.

Tal vez con gesto contrariado tras haber escuchado las últimas noticias sobre la guerra, la subida del IPC, lo que mejoran las cifras del turismo, una nueva muerte en el trabajo… Hay días en los que hay que echarle ganas y vencer esa inercia de dar media vuelta en la cama y esperar a que pase la tempestad repitiendo aquella frase que se atribuye a Mafalda y que no dijo: «Paren el mundo que me bajo». No son tiempos fáciles. No acabamos de salir de una y estamos metidos en otra. «Malos tiempos para la lírica», que cantaban Golpes Bajos, recogiendo el pensamiento de Bertolt Brecht.

Decía José María Mardones, que nos dejaba en 2006, y del que tanto aprendimos sobre el ser humano, Dios, la fe y la política, que «la inhumanidad se cuela por las rendijas como un fuel contaminante y pesado, y que contra esa “marea negra”, solo cabe recurrir a la esperanza contra toda esperanza».

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