Comercio electrónico de proximidad

Comercio electrónico de proximidad
Foto | Koiki
El comercio digital se ha convertido en elemento omnipresente en nuestro paisaje. La pandemia solo fue una racha de viento a favor que aceleró el proceso (en 2020 creció un 20% y un 14% el año siguiente).

El fenómeno es anterior: entre 2010 y 2020, las ventas por este medio en España crecieron del 0,7% al 7,4%, posiblemente por la comodidad que, en principio, supone la entrega a domicilio. En principio, porque no siempre sabes el día ni la hora, lo que te obliga a estar pendiente. Otros inconvenientes tienen que ver con la huella ambiental, porque, al ritmo de su crecimiento, hemos visto cómo aumenta la presencia de vehículos de reparto. Amazon reconoció que el 2018 emitió 44,4 millones de toneladas de CO2, por encima de las emisiones de 2/3 de los países. Y lo que parece una ventaja –«te lo llevamos a casa»– tiene su cruz, sobre los hombros del comercio local. ¿Qué serán nuestros barrios sin comercios? No solo se destruyen trabajos; se acaba con el espacio de socialización que son las tiendas. Como señala Opcions, «el comercio digital es el máximo exponente del capitalismo individualista: privatiza los beneficios y colectiviza las pérdidas y externalidades negativas».

¿Vade retro comercio electrónico? La cuestión es que hay personas a quienes ofrece posibilidades inalcanzables de otra forma. Además, el comercio electrónico predominante no es el único posible. Precisamente Opcions ha impulsado, junto con otras entidades, La Zona: «el primer mercado digital de la Economía Social y Solidaria de Cataluña», que ofrece productos y servicios de proximidad, sostenibles y respetuosos con el medio ambiente y las personas. «Estos criterios –explican– se aplican desde la manufactura y producción hasta la distribución». En contra de lo que hacen las empresas convencionales, La Zona siempre cobra los envíos. Así hace visible «el problema que supone la invisibilización de sus costes económicos y ambientales».

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