La lógica del cuidado en el trabajo

La lógica del cuidado en el trabajo
Dentro del curso de Doctrina Social de la Iglesia sobre “La sociedad de los cuidados, un reto para la Iglesia“, el militante de la HOAC y colaborar de noticiasobreras.es, Paco Porcar intervino para hablar de la precariedad laboral como una de las nuevas rupturas de vínculos en la sociedad actual.

No será posible avanzar hacia “la sociedad de los cuidados”, o mejor “del cuidado”, si no se tiene en cuenta “la realidad actual del trabajo, determinada por una lógica que atenta gravemente contra la dignidad de la persona en el trabajo y del valor último del trabajo”.

Según recordó, el informe FOESSA 2019 ya había identificado como una de las causas de la fragmentación social, que se traduce en desvinculación, las condiciones del empleo. “La precariedad laboral rompe vínculos, mejor dicho, deteriora los vínculos porque casi nunca se rompen del todo”, puntualizó.

La precariedad erosiona los vínculos

Así enumeró seis dimensiones gravemente afectadas por la normalización de la precariedad laboral, que en muchos casos, es también precariedad vital. Según su exposición: Debilita los vínculos entre las diferentes situaciones de los trabajadores; con la comunidad para la que trabajan; y con sus propios proyectos vitales. Pero también afecta a los vínculos de la persona con su vocación y el trabajo de cuidados, diluyendo sentido humano y humanizador del trabajo; a la relación entre la persona y el trabajo, instrumentalizando al sujeto del trabajo hasta llegar en ocasiones a la esclavitud; y a las relaciones de solidaridad y fraternidad.

“Nuestro sistema social ejerce una violencia estructural sobre el trabajo”, explicó Porcar, quien señaló que, “como Iglesia debemos aplicar la lógica del cuidado al trabajo, que, como acertadamente señala la DSI, es “también una relación y si no se cuidan, las relaciones se rompen”.

De ahí que sea necesario cuidar “a las personas concretas e impulsar las transformaciones legales y los cambios económicos necesarios, porque si no tendemos hacia esa lógica del cuidado, muchas problemáticas actuales no tendrán salida”. Ocurre lo mismo con la inmigración, apuntó: “Es enormemente valioso lo que se está haciendo por acoger y acompañar, pero hay que luchar para cambiar el marco regulatorio de la Unión Europea y de España, porque ese marco, sencillamente, mata”.

Lo que no es normal

En su intervención, Porcar defendió la necesidad de “cambiar la mirada” también sobre el trabajo, para situarnos en otra lógica diferente a la dominante. “Hemos normalizado, como si fuera normal, trabajar como se trabaja en la hostelería, en muchos trabajos del campo, como lo hacen las empleadas del hogar y las trabajadoras subcontratadas por la limpieza”, ha dicho, para recalcar que “esto no es normal”.

Eso sí, advirtió, “la mirada cambia cuando te encuentras con la realidad concreta de las personas, compartes su vida concreta y escuchas lo que tienen que decir… y de lo que se quejan es de que se sienten invisibles, que no las vemos, aunque están ahí”.

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Del mismo modo que hay que tener en cuenta la fragilidad inherente de las personas y sus límites, también, señaló, hay que entender la fragilidad y los límites de las instituciones y la política: “la política no es una magia que tenga recetas o varitas mágicas para resolverlo todo, tiene también sus límites”. Es más, destacó que revertir las situaciones injustas e indignas, requiere de “largos procesos de transformación”.

Por ello, abogó por valorar los avances, que son muchos, pero que pasan desapercibidos, entre otras cosas, por la degradación de lo político y la denigración de la propia política. Ha habido “enormes pasos en política contra la precariedad laboral, ha sido muy importante”. Lo cual, en su opinión, no impide que haya también que reconocer y criticar los límites y la ambigüedad propia de la vida política y de las propias reformas laborales.

Diálogo y colaboración

Precisamente, ante la complejidad de la realidad y de la ambivalencia de la dinámica social, también se hace imprescindible fomentar el diálogo, en este caso, con los sindicatos y las organizaciones de trabajadores, empezando por valorar que “tenemos muchas cosas en común” y siendo conscientes de que “el único camino que tenemos para dignificar el trabajo es el diálogo y la colaboración con todos aquellos que, piensen lo que piensen, están dispuestos a colaborar en este sentido”.

Por supuesto, la comunidad cristiana tiene un horizonte propio al debemos caminar, como es “la caridad política”, “el amor social” que nunca debería concebirse en oposición a la atención a las personas, sino que ha de practicarse “la acogida y el encuentro con las personas a la vez que el empeño por cambiar las realidades estructurales que provocan la situación en la que están”.

Comunidades transformadoras

Frente al falso dilema de qué es más importante, Porcar aseguró que “todo es importante”, por lo que “la Iglesia tenemos el reto de mostrar comunidades que se preocupan de las dos dimensiones, no hay que contraponerlas, porque son discusiones absurdas, todo lo que ayuda a crecer en humanidad es necesario”.

Precisamente, el objetivo de la HOAC es, según describió, “escuchar a los colectivos de precarios, intentando afrontar las debilidades, desde el cuidado estructural, en el plano de las transformaciones sociales y políticas, acompañando a las personas, para encontrase con otro y caminar juntos”.

 

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