Caminar juntos por el trabajo decente

Caminar juntos por el trabajo decente

En octubre se conmemora en todo el mundo la Jornada por el Trabajo Decente. Una iniciativa cuyo origen se estableció en el congreso fundacional de la Confederación Sindical Internacional (CSI) de 2006 y que, desde entonces, ha dado lugar a una diversidad de convocatorias y de expresiones cuyo lugar común es el sueño por el trabajo decente para todos y en todo lugar.

Una de estas expresiones es la convocatoria de la jornada por la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), que está promovida por las entidades de inspiración católica Cáritas, la Confederación de Religiosos y Religiosas (CONFER), Justicia y Paz, la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), la Juventud Estudiante Católica (JEC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC).

Aquel anhelo inicial planteado para desarrollar esta jornada para visibilizar y denunciar «la situación de desigualdad en el acceso al trabajo decente y la pérdida de derechos laborales y sociales que esto supone» ha ido consolidándose y extendiéndose por todo el país.

Ocho años después de la primera cita, la convocatoria de este año se realiza alrededor del 7 de octubre, vuelve a ser irrenunciable esta forma de caminar juntos –entidades y diócesis–, para seguir planteando que «el desempleo, el trabajo precario, la desigualdad en el acceso a un trabajo decente y la limitación al ejercicio de los derechos humanos que esto supone son un atentado a la dignidad humana». Es un objetivo irrenunciable la exigencia de trabajo decente para todos y en todo lugar –conviene insistir en ello– como necesidad para el desarrollo humano integral que permite el cuidado de las personas, la promoción del bien común y el cuidado del planeta.

Trabajo decente y redes de solidaridad

En la realidad del mundo del trabajo sigue habiendo demasiadas situaciones que provocan dolor y sufrimiento en millones de personas. Una de ellas es la falta de acceso a un trabajo decente. Demasiadas personas trabajadoras no pueden ganarse el pan ni aportar al bien común por el alto desempleo estructural. Tampoco pueden plantearse un proyecto de vida humilde y estable quienes conviven diariamente con condiciones de trabajo precarias. En este escenario, son necesarias medidas que favorezcan la creación de empleo digno, sobre todo, para mujeres y jóvenes, que son quienes menos acceden al trabajo, y vivir así como pueblo. En este sentido, encaja una de las propuestas señalada por el papa Francisco: estudiar la reducción de la jornada laboral para favorecer ese objetivo. Mientras tanto, resulta fundamental fortalecer o crear redes de solidaridad que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas para una vida digna.

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El trabajo es para la vida

Además, necesitamos que se incorpore a la agenda política y por la vía urgente, atender la herida del mundo del trabajo que provoca dos muertes diarias y miles de accidentes y de enfermedades como resultado de la falta de seguridad y de salud en el trabajo. No es posible convivir indiferente a esta tragedia «cada vez más extendida», en palabras del papa Francisco, sabiendo que es un drama que se puede evitar.

«Aprojimarse»

Este grito de humanidad sufriente reclama nuestro compromiso, que pasa por hacerse prójimo y acompañar a las personas; por ayudar a transformar, desde todos los ámbitos posibles, estas situaciones; y por, coherentemente, promover en todas las instituciones –también en las que somos parte– la exigencia de trabajo decente. Ayudemos a ello.

 

 

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