¡A por otros 75 años de ser y estar en la escuela! #JEC75

¡A por otros 75 años de ser y estar en la escuela! #JEC75
FOTO | Encuentro de la JEC en Baños de Montemayor (Cáceres, 2020)

La semana pasada tuve el regalo de poder compartir una comida con una persona a la que me une la JEC desde hace muchos años. Ahora, como persona adulta, tiene otros espacios de militancia, sin embargo, casi llegando al postre dijo: “Soy de la JEC y estoy en [introduzca aquí cualquier movimiento, asociación, sindicato, partido político, etc. que desee]”. En principio era una frase sin mucha carga simbólica, meramente expositiva. Pero yo, que últimamente me fijo mucho en lo simbólico, me sentí interpelada de forma automática. Se me encendió una alarma; “soy de, estoy en”.

Desde ese día estoy dándole vueltas a esta frase, y más teniendo a la vuelta de la esquina la celebración del 75 aniversario de la Juventud Estudiante Católica (JEC). No es lo mismo ser que estar. Tenemos –más o menos– poder de decisión sobre dónde, cómo o con quién estamos, sin embargo, no nos podemos desprender de lo que somos, de nuestra identidad.

El hueco a rellenar entre los corchetes de arriba no se debe al anonimato de quien la dijo, sino que pretende representar la realidad de muchas personas que hemos pasado por la JEC. O mejor dicho, la realidad de muchas personas por las que el movimiento ha pasado. Aquellas que nos hemos dejado atravesar y este ha pasado a formar parte de nuestra identidad, de nuestro ser, de nuestra vida. Esto celebraremos el sábado, la vida de tantos y tantas, que durante 75 años han tratado de hacer de la escuela un instrumento al servicio de la transformación social y de la justicia.

Sin romantizar la historia del siglo pasado en nuestro país, no puedo evitar emocionarme ante la idea de compartir tiempo y espacio con militantes que se la jugaron, desde la radicalidad del Evangelio, para que hoy mi generación conozca el significado de palabras como participación, asamblea o libertad. Y en mi caso, no solo conocerlas, sino que sean parte de la línea base de mi proyecto de vida. Me emociona pensar en asambleas multitudinarias y en debates hasta la madrugada por una coma. También en el movimiento como una semilla que germina en forma de compromiso en otros espacios políticos, sociales, laborales, etc.

¿Cómo no me voy a emocionar pensando en este encuentro si se celebra el cumpleaños de algo tan mío y tan de tanta gente a la que quiero y a la que admiro? Mis amigas y amigos, que son también mi comunidad de vida, van a estar ahí. También muchas de las personas que nos inspiran, que nos han enseñado –desde el ejemplo más radical– que lo que pone en el Evangelio se puede vivir. Referentes de fe, vida y militancia.

Además de todo esto, el encuentro y reencuentro puede suponer una oportunidad estupenda para recordar –volver a pasar por el corazón– nuestra razón de ser como movimiento y que este nos sirva de inspiración para hacer frente los retos que tenemos por delante como jóvenes, como estudiantes y como Iglesia. Si bien en la actualidad el movimiento, en sintonía con muchas realidades juveniles organizadas de nuestro contexto, se encuentra dando pasos muy interesantes en cuestiones de identidad, cuidados y participación, nunca viene mal escuchar algunas prácticas críticas de emancipación y acción evangelizadora.

Como hijas e hijos de nuestro tiempo, no somos muy diferentes a las personas jóvenes que nos rodean y con las que nos relacionamos en la universidad, en el trabajo o en los bares. En muchas ocasiones caemos en las comodidades, los artificios, la cultura del descarte, etc. Quizás esto ocurre por la falta de referentes cercanos o de espacios de encuentro diversos e intergeneracionales, o porque sucumbimos a las comodidades que la posmodernidad, que lo pone tan fácil, nos ofrece. Este encuentro puede ser un punto de inflexión para la reflexión crítica y, por favor, empática de nuestra forma y razón de estar y ser en el mundo estudiantil.

Por último, decir que me encuentro casi en salida del movimiento y mi voz cada vez tiene que ser, y así lo intento, más bajita y lejana. Sin embargo, sí me atrevo a decir en voz alta que deseo que este encuentro sirva de motivación para la tarea siempre pendiente de transitar, o quizás volver, a militancias más radicales. Tanto en el contexto de la JEC como en los otros ambientes en los que nos movemos.

Creo que un fin de semana va a saber a poco. De todas formas, seguro que nos llevamos deberes a casa a pesar de que cada vez se estilan menos.

¡A por otros 75 años de ser y estar en la escuela!

 

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