Diez años de pontificado, gracias papa Francisco

Diez años de pontificado, gracias papa Francisco

Tenía 16 años cuando Jorge Bergoglio fue nombrado en 2013 como papa Francisco, era el segundo cambio de Papa que yo había vivido y, honestamente, nunca me había llamado mucho la atención este proceso, aunque sí recuerdo que a la gente de mi alrededor le había sorprendido las circunstancias en las que se dio, pues Benedicto XVI había renunciado.

“Por lo menos este habla español”, pensé y no me detuve mucho más. El Bachillerato ocupaba la mayoría de mi pensamiento, y en mi grupo de revisión de vida de la Juventud Estudiante Católica (JEC) estábamos más al quite del acompañamiento, en el sentido del estudio y la elección de carrera, que otra cosa.

Fue cuando me encontraba terminando el grado en Pedagogía en Burgos, en el año 2017, coincidiendo con la etapa de universidad de la JEC, el momento en el que decidimos que el tema para nuestra siguiente campaña fuese la ecología integral y, por tanto, todo su desarrollo estuvo estrechamente vinculado a la encíclica Laudato sí’ sobre el cuidado de la casa común que el papa Francisco había publicado dos años antes.

“La tierra es un don de Dios para nosotros, lleno de belleza y maravilla donde los frutos de la tierra pertenece a todos” (Cf. Laudato si’)

El lenguaje de Francisco ha sido siempre muy accesible para la juventud, más allá de la densidad de los textos, el lenguaje es entendible. Hablo por experiencia propia cuando digo que aportaron luz al discernimiento en un tema tan amplio y difícil de concretar en una acción en el medio de manera conjunta. Eduardo y Maitane, por entonces el Equipo Permanente de la JEC, supieron hacerlo llegar a todo el movimiento.

La iniciativa The Economy of Francesco, también se hizo hueco entre las preocupaciones y actividades del movimiento. El evento internacional que reunió a jóvenes economistas, empresarios y estudiantes del mundo entero, con el objetivo de poner en marcha un cambio global capaz de generar una economía más inclusiva, sostenible y equitativa.

La historia tiende a repetirse, esta vez con la campaña de la JEC “¿Haces scroll a la vida? Justicia social en las aulas 2021-2023”, dónde claramente la encíclica Fratelli tutti marcaba el camino por el que comenzar el ver y que nos acompañaría y toda la etapa del juzgar y el actuar.

“En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino?” (Cf. Fratelli tutti)

Para ese tiempo, acababa de entrar al servicio del movimiento como presidenta general. No tenía muy claro cómo funcionaban muchos de los espacios en los que me veía envuelta, puesto que mi participación laical, hasta ese momento, había estado principalmente enfocada a la JEC de mi diócesis y a mi ambiente estudiantil.

Aquella Asamblea General de Militantes JEC de 2020, dónde fui elegida para desempeñar este servicio –ya en vísperas de una siguiente prevista para el mes de julio– estuvo en comunión con la exhortación apostólica Evangelii gaudium de Francisco, su programa pontifical, en el sentido de apostar por “una política que busque el cuidado del bien común (que no es el bien de la mayoría), sabiendo que vivimos en una sociedad economicista, con una educación que enfoca el éxito y el fracaso en el propio estudiante, sin tener en cuenta el sistema que lo envuelve, y dentro de una cultura globalizada donde la ética no tiene cabida, debemos ser juventud crítica y humanizar la sociedad. Nos sentimos llamados y llamadas a transformar el ámbito educativo y ser profetas en la era digital, para estar conectados y comunicados. El cambio de época en el que estábamos sumergidos se ha anticipado. Necesitamos afrontarlo desde la justicia social compasiva, sin dejarnos robar la identidad de la JEC.

Una de nuestras prioridades es la participación en las aulas, en los centros educativos, en los organismos juveniles, en las pastorales de nuestras diócesis… a través de un compromiso militante que nos lleve a realizar esos servicios desde la fe en el Dios de Jesús. El grupo de vida, el espacio comunitario, y nuestras herramientas es la clave para una crear nuestra fe, nuestra identidad como movimiento, y nuestra mayor presencia. Vivir la militancia, la espiritualidad y la organización desde la comunidad nos ayuda a vivir las tres dimensiones de manera más plena y nos motiva a estar más comprometidas a ser Iglesia en salida.”

También en la defensa y promoción del Pacto Educativo que propone Francisco ya que comparte la filosofía y entendimiento de la JEC con respecto a la ejecución del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Otro de los momentos importantes ha sido poscongreso de laicos, en marzo de 2020, y la convocatoria del sínodo sobre la sinodalidad.

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, dice el Papa.

La experiencia de participación de la JEC en este sínodo ha pasado por varias formas, en la diócesis, en los encuentros de militantes, en los equipos, en colaboración con otras entidades como el Foro de Laicos, etc. Y la respuesta de los más jóvenes ha sido de agradecida sorpresa, su voz iba a ser escuchada, la juventud somos Iglesia hoy también y conviene hacer valer nuestro protagonismo aquí y ahora. “Hagan lío” le gusta decir Francisco a la juventud. De las conclusiones sacadas solo nos queda reafirmar que aún hay mucho por caminar, pero la esperanza está presente y el camino es claro.

Y de lo cercano a lo global, destacaría mi participación como representante de la Acción Católica Especializada de España en la Asamblea del Foro Internacional de Acción Católica, que se realizó en Roma en noviembre de 2022, dónde Francisco nos recordaba: “En cada época, el Espíritu nos abre a su novedad; ‘siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma’” (Homilía del Domingo de Pentecostés, 5 junio 2022. Recalcando así la necesidad de ser Iglesia en los ambientes.

Esta asamblea, en la que tuve ocasión de encontrarme con él y saludarle, ha fortalecido un recorrido y un discernimiento personal y comunitario: quién me iba a decir a mí que aquel primer pensamiento (“Por lo menos este habla español”) cobrara sentido 10 años después. Gracias papa Francisco.

 

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