Invisibles

Invisibles

Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.
Miguel Hernández

 

En sus pechos les crecen los suspiros,
inquietudes que nacen desde el alma
son la sal de un trabajo que ha hecho callo,
sudor que transparente el rostro baña
y dibuja el tesón donde se crece
como un amanecer cada mañana,
los poros de la piel se abren desnudos
y reciben el sol de la esperanza.

Las ausencias las lloras, te haces fuerte
y podrás superar todas las trabas,
que estas hambres de ser nunca te dejen
y tu abrazo sea miel, refugio y llama.
No quede indiferente tu conciencia
ni hagas de tus sueños una farsa,
porque tienen tus venas «sangre obrera»
allí donde tu huella se descalza
y respiras el polvo de la tierra,
y tu voz es un grito hecho palabra
donde amasas la vida y con tus manos
le pones corazón y un pentagrama:
los latidos son notas que componen
todo un canto feliz en las entrañas.

Que tu voz no se rinda, se haga eco
de tus rincones íntimos, muchacha,
que alertas diminutas en los labios
son principios que mueven nuestras ansias.

Que no se rompan los sueños necesarios
–y suelta con firmeza las amarras
que te atan al mundo de los miedos–
para ser unidad y ser constancia,
porque siempre, mujer, serás memoria
de una dulce promesa en tu plegaria.

 

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