La precariedad laboral tiene rostro de mujer #8M2023

La precariedad laboral tiene rostro de mujer #8M2023
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Ante el 8 de marzo, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente ha puesto de manifiesto la situación de desigualdad y precariedad de las mujeres trabajadoras, especialmente, en sectores como el empleo del hogar y para colectivos como las mujeres jóvenes. Susana, Edna y Ana María nos cuentan su experiencia.

Aunque la nueva normativa del trabajo del hogar ha supuesto un avance en el reconocimiento de derechos, ha quedado fuera “todo lo relativo a las condiciones particulares que conlleva el trabajo de interna”, advierte Iglesia por el Trabajo Decente.

Susana Espinoza, de 54 años de edad, trabaja como interna cuidando de una persona mayor en un pueblo de Cantabria. Llegó a España hace cuatro años, procedente de Nicaragua. “Nos buscan para trabajar en las casa. Ya sabes que van a ser 24 horas es lo que hay…”, comenta.

“Me despierto a las 8 de la mañana y me acuesto a las 11 de la noche. Como la anciana no duerme bien, me toca a veces levantarme para atenderla. Libro desde el sábado a partir de las 11 de la mañana hasta el domingo a las 11 de la noche que regreso a la casa”, explica.

“Le pedí a “la señora” que me diera el domingo para poder ir a la Iglesia, estar un poco con mi familia y despejar la mente”. Además, ha conseguido librar unas horas entre semana, para “poder ir a una reunión”.

“Cuando estás arreglando papeles, firmas lo que te den…”

Tiene la sensación que se aprovechan de las mujeres migrantes: “Cuando estás arreglando papeles, firmas lo que te den… Hay compañeras que están todavía peor, con peores sueldos, con muchas cargas de trabajo y además solas, sin apoyos en España”

Vive de alquiler con su hija y un nieto. Está pendiente de la renovación de su permiso de residencia. “Espero conseguir la documentación e irme a trabajar una residencia, donde solo tenga que hacer ocho horas, y ya” aclara. También se queja del sueldo, sobre todo, ante la subida del coste de la vida:

Existe una especial dificultad de acceso al mercado laboral de mujeres jóvenes; por ello, ITD pide políticas de empleo activas y pasivas vinculadas a la educación para el empleo y dirigidas a reforzar las probabilidades de que las jóvenes encuentren un empleo.

Ana, de Santutxu, trabaja en  la ayuda a domicilio desde hace 23 años, participa en la Pastoral de Migraciones. Este año junto a sus compañeras se ha movilizado en varias ocasiones. Son ya 7 años sin renovar el convenio y con el salario congelado.

Ha decidido sindicarse, porque le importa “lo organizativo”, “romper con algunos miedos” y “comunicar la realidad”.  Prestan el servicio a través de empresas privadas adjudicatarias que en realidad solo buscan la rentabilidad, “somos un “lote”, se reducen los tiempos, no se cubren vacaciones, ni bajas..” Las personas que atiende comprenden que tengan que movilizarse, le dan ánimo.

Está satisfecha del ambiente con sus compañeras, la mayoría mujeres, por su implicación en la defensa de unas condiciones dignas de trabajo. Vive con vocación su trabajo. En este mundo hay soledad, vulnerabilidad, enfermedad…, mucho sufrimiento y esto le afecta.

Dedicar tiempo al voluntariado, haciendo camino con las personas migrantes, le ayuda mucho, junto con la oración y el acompañamiento de su grupo.

Iglesia por el Trabajo Decente señala también la “especial dificultad de acceso al mercado laboral de mujeres jóvenes”.

Edna Reyes Ramos

Edna Reyes Ramos, de 22 años de edad, estuvo seis meses empleada en una tienda de la cadena The Body Shop en Madrid, donde todas las trabajadoras mujeres tenían contrato a tiempo parcial, salvo el encargado que tenía un contrato de 40 horas. “Era el que más tiempo llevaba y por eso trabajaba a tiempo completo, explica Edna, la gran mayoría éramos muy jóvenes y había mucha rotación”.

Comenzó con un contrato indefinido pero de 10 horas a la semana que normalmente se ampliaban. “A muchas nos venía bien porque así cobramos más, yo estoy estudiando un máster en la universidad y mi idea era tener ingresos para pagarme los estudios…”, relata.

Reconoce que tuvo “suerte”: “nunca me dificultó la conciliación, pedíamos cambios y nos cubríamos entre nosotras”, aunque a la hora de pedir vacaciones la cosa cambiaba, “dependía de la época de las ventas”, así que al final decidió darse de baja al llegar la Navidad para poder estar con su familia. Después de todo, confiesa “no era el trabajo de mi vida”.

“Aunque hay trabajo en Madrid, no es este tipo de trabajo que te llena”

De su experiencia, se queda con “las relaciones personales que eran buenas”, pero señal que no tener un horario fijo, estar rotando, ganar poco no es lo que piensas que debe ser el empleo. “Aspiras a cierta estabilidad horaria y económica”, pero, aunque hay trabajo, “al menos en una ciudad como Madrid”, “no es este tipo de trabajo que te llena”.

 

Ana María Mejía Suárez

Ana María Mejía Suárez, de 22 años de edad, en cambio, no ha tenido nunca un contrato de trabajo, a pesar de haber repartido currículos “durante meses y meses, de barrio en barrio y por internet…”

“El único ingreso que he podido conseguir ha sido por ayuda en la agricultura, porque era un negocio familiar”, indica. En su opinión, no la contratan “al tener una limitación de tiempo”, ya que todavía está estudiando.

“Ahora buscamos empleos más diversos, relacionados con los estudios y con la vocación”

“Tal vez si me hubiera centrado en trabajar, tendría trabajo”, imagina esta vecina de Gran Canaria, aunque también considera que, a diferencia de sus padres y su generación, “que empezaron a trabajar en la adolescencia en lo que había, agricultura y turismo”, “ahora buscamos empleos más diversos, que tengan que ver con lo que hemos estudiado y con nuestra vocación y eso es lo que escasea”.

De ahí que no descarte “tener que viajar”, algo impensable para sus padres, que “se dedicaron a la agricultura porque ya sus abuelos lo hacían”.

Iglesia por el Trabajo Decente y sus entidades promotoras se unen al llamamiento constante del papa Francisco para poner fin a las desigualdades de las mujeres en el mundo del trabajo, un “escándalo que los cristianos deben rechazar firmemente” y que el trabajo que las mujeres realizan sea socialmente reconocido y tenga las condiciones de un trabajo decente.

 

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