En tierra de nadie

En tierra de nadie
Confesarse católico cuando se participa en las listas electorales a veces no está bien visto, ni por cierta parte de la ciudadanía, ni entre las comunidades de creyentes, por lo que quienes dan el paso a la política pueden acabar en “tierra de nadie”

Amplias capas de la afiliación partidista, sobre todo, si cuentan con una tradición laicista, no miran con buenos ojos la expresión pública de la fe católica de personas implicadas en las candidaturas electorales. Este planteamiento se ha visto reforzado ante el empeño de reducir la experiencia de la fe al ámbito privado.

No son pocos los candidatos cristianos que han tenido que escuchar calificativos como “beatos”, “santurrones”, “clericales”, como si fueran extraños o infiltrados.

Pesan todavía los graves errores cometidos por la institución, las incoherencias de quienes de los propios creyentes y la identificación que se permite, a veces dócilmente, por parte de la Iglesia, con ciertas corrientes ideológicas. También, es justo decirlo, hay mucho de la tradición anticlerical y el ateísmo militante que, a falta de mejores convicciones, han quedado como señas de identidad de la cosmovisión progresista.

No es raro oír decir que “la Iglesia está ocupando espacios de poder a través de gente presentándose a las elecciones”, apunta Miguel Carbajo, que sabe que en ocasiones se da “frialdad y desconfianza”. Eso sí, cuando “conocen a los que nos presentamos y comparten nuestros planteamientos” cambia la percepción.

Sin embargo, Mónica Rossi explica: “mis compañeros y compañeras respetan profundamente mi fe católica, y nos reímos mucho cuando hablo de ‘milagro’ o doy ‘gracias a Dios” en nuestras conversaciones”.

Eso sí, admite que es un asunto “complejo”, vivimos en un país en que siguen perdurando valores y prácticas del nacionalcatolicismo de la dictadura franquista”. De ahí que afirme que “la Iglesia tiene que avanzar en este sentido”.

Con frecuencia se olvida, sin ir más lejos, la contribución de la Iglesia al advenimiento del sistema constitucional actual en nuestro país.

“La transición en la Iglesia precedió a la transición política. Y fue una de sus condiciones de posibilidad”, nos dice García de Andoin. Fue entonces cuando por primera vez en la historia contemporánea de nuestro país el debate constitucional no hubo de “enfarragarse” en “discordia religiosa alguna”.

Distanciamiento helador

Igualmente ocurre que la decisión de involucrarse en política supone un alejamiento del resto de la comunidad eclesial que pasa a sospechar de quien acepta este tipo de compromisos.

Cuando das el paso del partido, se produce un distanciamiento helador con la comunidad cristiana”, dijo, en el Congreso de Laicos de 2020, el cofundador de Cristianos Socialistas y, antiguo asesor del Consejo General de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal, Carlos García de Andoin.

Frente a lo bien visto que está ser catequista, monitor o voluntario, resulta que ser político divide y levanta sospechas dentro de la comunidad cristiana. “El tejido cristiano separa aún demasiado fe y política, caridad y política”, ha señalado García de Andoin, que además concurre en esta elecciones encabezando la candidatura del PSE-PSOE al Ayuntamiento de Sestao.

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“En general no hay una reacción negativa al hecho de participar políticamente, se ha naturalizado, otra cosa es en qué partido partícipes, comenta Miguel Carbajo, ahora en la lista al Ayuntamiento de Sevilla, en una posición secundaria, en un partido minoritario como es el partido Por un Mundo Más Justo (PM+J).

Pero es consciente de que “hay partidos que son rechazados a priori por la gente y ambientes de Iglesia”. Eso sí, expone, “en mi caso, la gente y ambientes de Iglesia en los que estoy me animan a participar”.

Zorione Fundazori, número dos, aunque independiente, de la lista del PNV al Ayuntamiento de Iurreta (Vizcaya), ha tenido que escuchar más de una vez que la política, sobre todo, si alcanzas algún puesto de decisión, “no es un ámbito en el que como cristianos nos competa estar. La gente piensa que, por el mero hecho de ser cristiana, no se puede una significar en una labor así”.

A Antonio Quintana, antepenúltimo en la lista al Cabildo de Gran Canaria por Nueva Canaria, le consuela saber que al menos, “en la HOAC se valora el compromiso”, como también lo hacen “las personas que me conocen, saben dónde estoy. Me respetan e incluso apoyan”. Por suerte, para él, “muchas veces se califica a parte de la gente de Nueva Canaria como de tradición cristiana”.

La candidata de Izquierda Unida, Podemos, Iniciativa del Pueblo Andaluz a la alcaldía de Huelva y militante de la HOAC, Mónica Rossi, refleja que “hay de todo” en la reacción en ambientes e instituciones cristiano: “personas que se sienten identificadas y personas que no entienden que me presente en una candidatura de izquierdas o que milite en Izquierda Unida”.

Sin embargo, García de Andoin plantea que “si los pobres son bienaventurados a los ojos de Dios no puede ser indiferente a las consecuencias que la política tiene para el inmigrante, el indefenso, en enfermo, la viuda, el pobre”. De tal manera que “en la política, no solo, pero si decisivamente su suerte”.

Efectivamente, la Doctrina Social de la Iglesia entiende la política como uno de los muchos campos de compromiso del laicado y señala las orientaciones principales del compromiso político del creyente: “La búsqueda del bien común con espíritu de servicio; el desarrollo de la justicia con atención particular a las situaciones de pobreza y sufrimiento; el respeto de la autonomía de las realidades terrenas; el principio de subsidiaridad; la promoción del diálogo y de la paz en el horizonte de la solidaridad”.

 

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