La cercanía ante los problemas comunes

La cercanía ante los problemas comunes
En las ciudades más pequeñas, quizás importan menos las siglas y las estrategias de partido y más las urgencias y problemas cotidianos. Por lo general.

En la localidad valenciana de Picanya, Xaro Beseler se ha incorporado a la de Compromís, por coherencia con “responsabilidades adquiridas” a lo largo de su trayectoria vital, fruto de alguna manera del “crecimiento personal y comunitario que la pertenencia a la HOAC conlleva”.

Es más, señala esta médica, “no existe ningún interés personal, es un compromiso para mejorar la vida de las personas, que es lo que la política, la buena política entraña. Todo ello da una libertad de conducta enorme; no te debes a nadie, sino a la búsqueda del bien común, según el mensaje evangélico”.

Pero para política de cercanía, la que desarrolla Amaya Muñoz, concejala en la Junta Vecinal de la pedanía burgalesa de Cubillejo de Lara, donde en 2017 había empadronadas nueve personas. “Esto sí que es la España vaciada” afirma, la también militante de la HOAC, que figura en la lista del PSOE como suplente.

“Aquí las siglas no importan mucho”, admite. Cuando se presentó en las elecciones anteriores junto con un familiar, pensaron en ir como independientes, pero eran “muchos trámites, buscar avales y optamos por un partido que “no fuera el del alcalde que había”. Muñoz ahora se siente obligada a continuar por el camino iniciado por pura “necesidad”, ante un problema concreto que no había forma de resolver.

Para Grego Belmonte, candidato de En Comú Podem al consistorio de Barberà del Vallès, al que se ha mudado recientemente por razones familiares, con experiencia como teniente de alcalde en Sant Adriá del Besós opina que “la política municipal puede servir, independientemente de la gestión, para crear conciencia, defender lo público, generar comunidad y barrio, prestar atención a los colectivos más vulnerables…”.

Belmonte defiende que hay que “donde uno vive, debe participar” y que en el caso de las personas cristianas implicadas en política importa “la coherencia personal, el empeño por promover comunión, plantear alternativas de vida y acompañar a las personas”.

Todo son quejas, nadie actúa

“Todos nos quejábamos, pero nadie actuaba”, rememora Muñoz, consciente también de haberse metido en un “embolado” que le obliga a ir de aquí para allá, a buscar recursos y tener que tomar decisiones sin tiempo para valorar bien las consecuencias.

Aunque en una pedanía como la suya, que forma parte del Ayuntamiento Mambrillas de Lara, su labor “no está ni pagada, ni agradecida”, siempre le queda el consuelo de sentir el aprecio de los pocos habitantes del pueblo y la respuesta de las personas que en verano multiplican su población.

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“Tratamos de informar de lo que hemos hecho con lo poco que tenemos y de escuchar las propuestas de la gente”, reconoce.

Como mujer creyente, Amaya entiende que implicarse ante la necesidad de resolver los problemas comunes también “forma parte del servicio a los demás”.

Belmonte reconoce que “la HOAC comparte con algunos partidos el análisis de la realidad, de la importancia de la sanidad y la educación pública, de defender los derechos de las personas más desfavorecidas”, aunque echa en falta en las generaciones más jóvenes que han llegado a la militancia política “mayor profundidad en sus diagnósticos, un cuestionamiento firme del sistema capitalista”.

“Ahora los partidos políticos están muy pendientes de las redes sociales, han descuidado las asambleas y encuentros con las personas”, considera Belmonte, quien siente que se ha perdido el empeño por formarse comunitariamente.

Beseler, por su parte, considera que “en mi municipio, como ocurre en general, se identifica la pertenencia a la Iglesia con planteamientos políticos conservadores”, aunque en las distancias cortas, después de tiempo implicada, en su caso, dentro del grupo municipal —el col.lectiu— [el colectivo], al final, no supone “ningún problema”.

Libertad de pensamiento

La candidata por Picanya señala que “los cristianos debemos reflexionar en torno al Evangelio y adoptar compromisos en base al discernimiento efectuado” y guiarse por “la libertad de pensamiento al margen de la disciplina de partido, toma de decisiones y posicionamiento meditadas a la luz del Evangelio”.

Desde el punto de vista de Beseler, la comunidad cristiana debe asumir sus deberes como “ciudadanos responsables, comprometidos con el cuidado de las personas, la dignificación de las mismas, la mejora de las condiciones de las personas y colectivos vulnerables con normas que lo faciliten y consigan en el tiempo”.

Además, lanza una idea fuerza que da que pensar: “Globalmente tenemos que apostar por el decrecimiento que en términos cristianos lo equipararíamos con vivir austeramente”.

Belmonte indica que también “hay compañeros no cristianos que también entienden la política como servicio y que saben pasar a un segundo plano y controlar su ego” y subraya lo que para él resulta clave en las personas creyentes implicadas en política: “ser constructivos y poner una piedra en la edificación de algo nuevo y diferente, que responda a las necesidades de los más vulnerables”.

En definitiva, como indica el papa Francisco, “se trata de encontrar mecanismos para garantizar a todas las personas una vida digna de llamarse humana, una vida que sea capaz de cultivar la virtud y forjar nuevos vínculos”.

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