Artificial

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Toda revolución conlleva, en su propia etimología, una transformación profunda de algo existente, una acción que provoca un cambio radical y un efecto que repercute, siempre en el orden social, en unos hábitos de vida, en una escala de valores, en una visión del ser humano y su existencia.

También toda revolución lleva, en su propia esencia, unos principios por los que se mueve, una motivación basada en una ética que la impulsa hacia allí donde se quiere proyectar y llegar.

A través de la Historia, hemos vivido muchas, con adjetivos diferentes. Todas han tenido una gran repercusión en la vida social y de las personas. Quizás las que más hayan sido las industriales y ya son cuatro, casi cinco, dicen algunos. En 1760, año en que surgió la primera de ellas en Inglaterra, tuvo lugar la Gran Transformación, como la denominó Polanyi, que consistió en someter la evolución de la sociedad al progreso económico, a la economía del mercado. Así que todo lo que restringiera su libre desarrollo debía eliminarse… y ¡hasta la fecha!

En todas se ha visto trastocada la forma de concebir el trabajo humano, la persona trabajadora, el mercado laboral y el consumo. Las mutaciones que en pro del progreso y sus supuestos múltiples beneficios se han llevado a cabo, han provocado que, en cada revolución, el grupo social más afectado fuera el mismo: la clase trabajadora.

No es coincidencia, por supuesto, porque además de la incertidumbre que siempre genera un cambio, los augurios catastrofistas de pérdida de puestos de trabajo aparezcan con cada nueva revolución, penden como una espada sobre las espaldas de quienes necesitan su trabajo para vivir. Esta amenaza se vende como un mal menor que hay que asumir por el desarrollo económico.

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Según los expertos, la actual cuarta revolución industrial en la que estamos sumergidos, predominada por el deep tech, el internet de las cosas y la inteligencia artificial (IA), va a causar que millones de empleos queden obsoletos y, en consecuencia, millones de personas perderán su medio de vida.

La IA se ha ido haciendo paso en nuestra vida cotidiana sin darnos ni cuenta: con Roomba que lo barre todo; la Xbox, que lo juega todo; con Siri y Alexa que lo contestan todo… y otros tantos llamados «pequeños aparatos» que consiguen liberarnos del engorro de coger una escoba, de evadirnos o no acudir a la enciclopedia Larousse.

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