Corredores de Hospitalidad como signos de esperanza

Corredores de Hospitalidad como signos de esperanza
La migración es una oportunidad y un signo de nuestro tiempo. En una sociedad que dice globalizar casi todo, pero le cuesta poner en el centro a las personas y a la dignidad que Dios concede a cada ser humano, aparece esta oportunidad como bocanada de esperanza.

Se trata de lanzar puentes entre realidades que pueden ser complementarias: entre los complicados lugares de primera acogida de migrantes y los lugares que pueden ofrecer hospitalidad y acompañamiento.

Somos conscientes de la gran fortaleza de nuestra Iglesia que es, además de latir con corazón generoso, el sostener una preciosa red de presencias y posibilidades de acogida para abrazar en nombre de Jesucristo a quien huye de mil peligros.

Sobre esta pista ya abierta, iniciamos un proyecto sencillo que se inspira en la metodología de los corredores humanitarios y que es animado y coordinado por el Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.

Comenzamos la andadura aprendiendo todo lo que se hizo en la Iglesia española ante la crisis de los desplazamientos ucranianos. La realidad se impone y, a poco tiempo, aparece el nuevo contexto de la crisis en las Islas Canarias. Y lo más lacerante: la presión, tal como denuncian los obispos desde allí, del elevado número de jóvenes migrados extutelados en situación de calle.

Son quienes, a partir de los 18 años, han recibido atención por parte del sistema de protección de menores y se ven obligadas a emanciparse. A nivel estatal, es a partir de la ley de 2015 cuando se contemplan medidas específicas de apoyo a la emancipación quienes al cumplir la mayoría de edad se encuentran bajo el sistema de protección.

Según esta, son las Administraciones autonómicas las responsables de implementar estas medidas de apoyo a través del despliegue de normativas territoriales. En Canarias existen programas específicos que ofrecen apoyos diversos, pero no incluyen el alojarlos, con lo que quedan en una situación de vulnerabilidad que se acentúa al cumplir la mayoría de edad.

Sin más plazas de acogida y sin posibilidad de abrir más centros o pisos tutelados a corto plazo, la situación es cada vez menos controlada y más desesperada.

En las diócesis canarias se favorecen varios recursos para la acogida, el acompañamiento y la inclusión social de jóvenes, pero estos recursos no resultan suficientes.

Por eso se inicia este proyecto con el sueño de mirar más allá y promover la cultura del encuentro y la hospitalidad en nuestra Iglesia, que siempre se entiende católica y con vocación de diálogo con quien sueña con una nueva civilización del amor.

Los Corredores de Hospitalidad buscan conectar las diversas instituciones eclesiales para dar una respuesta conjunta entre diócesis. Al tiempo, se pretende entablar una colaboración unificada con la Administración pública, que es quien posibilitará el tránsito, respetando sus ritmos y planteamientos diversos.

No se trata de querer abarcar mucho, pero sí abrir brechas, decir que es posible el tránsito humanitario; ir generando historias de acogida significativas que anuncien que hay cauce a la esperanza de muchos. No queremos sustituir la responsabilidad de Gobiernos y Administraciones públicas. Tampoco solucionar todo el desafío que deviene de la situación en calle de tantos jóvenes migrantes. Solo queremos demostrar que es posible el flujo ordenado por medio de iniciativas piloto.

Este es el signo coherente con el que, como Iglesia, nos ponemos a disposición de la sociedad para construir juntos soluciones humanitarias que favorezcan procesos de inclusión en la vida social y laboral de estos jóvenes.

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Será, por tanto, un proyecto destinado a jóvenes extutelados desde Canarias a lugares o proyectos que acompañen su proceso de inclusión en la península, o que faciliten la continuidad de su viaje a otros países de Europa donde quieran realizar su proyecto de vida o reunirse con familia o amigos.

¿Cómo lo presentamos? Pretendemos que la acogida sea sostenible y real. Por ello necesitaremos familias, casas de acogida o grupos de voluntarios que se constituyan en comunidad de acogida por periodos largos de uno a tres meses, o en otras modalidades de acompañamiento prolongado y con perspectivas de abrirse a fases u otros proyectos donde los chavales puedan ser autónomos.

Antes que nada, se trata de posibilitar una coordinación en cada diócesis para que cada cual contribuya con lo que pueda, (tiempo, habilidades, economía, fe, etc.). Así se van tejiendo redes y sinergias entre personas y recursos del entorno que acoge (parroquias, centros de servicios sociales, centros educativos, centro de salud, asociaciones de migrantes, asociaciones vecinales, servicios de formación y empleo, espacio de ocio y tiempo libre, etc.).

Esto se materializa creando en cada lugar de acogida, si no lo hay, un equipo de impulso y mediación: una Mesa de coordinación diocesana que trabaje en red este proyecto. Desde aquí se ofrecen y armonizan las plazas en recursos de formación, vivienda, manutención y acompañamiento de todo tipo.

¿Cómo se activan? Las Mesas de migraciones de las diócesis que envían se encargarán de una primera acogida, selección y derivación de jóvenes migrantes a proyectos de acogida dentro o fuera de la diócesis, así como a la formación inicial de las comunidades de acogida en su territorio.

Como Iglesia, nos ponemos a disposición
de la sociedad para construir
juntos soluciones humanitarias que
favorezcan procesos de inclusión en
la vida social y laboral de estos jóvenes

Por otro lado, las Mesas en las diócesis acogedoras coordinarán a las organizaciones de referencia, buscan y ofrecen plazas en recursos de formación, vivienda, manutención y acompañamiento integral y lo ponen en conocimiento de las Mesas, en este caso, de las diócesis canarias. Luego están las entidades que realizan y encarnan el milagro de la acogida concreta en el día a día.

Para eso necesitamos el impulso de quienes quieran acompañar el proyecto. Necesitaremos también comunidades y movimientos que apoyen y generen campañas de sensibilización para invitar a familias, parroquias, movimientos o vida consagrada a discernir según sus posibilidades, el modo de incorporarse o apoyar la acogida desde los corredores.

De este modo, cuando las personas migrantes llegan a un lugar, las organizaciones de referencia pueden contar con una red de apoyo y colaboración que contribuya al éxito de la acogida en todo el entorno.

En definitiva, se trata de expresar, con el rostro concreto de la Iglesia en cada territorio, lo grandioso de la acogida, tanto para quien acoge como para quien es acogido. Extender y asentar una cultura de la hospitalidad que contribuya a la conversión personal y pastoral en las diócesis, las comunidades y las familias cristianas.

 

 

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