Productividad y reducción de la jornada laboral máxima

Productividad y reducción de la jornada laboral máxima
Imagen: I Sirichai Puangsuwan (vecteezy)
En las últimas semanas, y a raíz de los acuerdos de investidura alcanzados por los grupos progresistas que conforman el Gobierno (PSOE y Sumar), se han empezado a adoptar medidas y situar en la agenda política cuestiones que tienen que ver con distintos conceptos del mercado de trabajo.

Si el pasado 7 de febrero se recogía en el BOE la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) para 2024 en un 5%, hasta los 1.134 euros, tras ser acordado previamente con las organizaciones sindicales CCOO y UGT, se abre ahora el turno de la negociación sobre la reducción del tiempo de trabajo.

Las discusiones acerca del tiempo de trabajo y la reducción de la jornada máxima laboral o la jornada a cuatro días son, sin duda, temas de máximo interés y actualidad. Con sus partidarios y detractores. Dentro del primer grupo están quienes sostienen que es imprescindible reducir el número de horas destinadas al trabajo. Una reivindicación constante, en los últimos tiempos, de los sindicatos, cuyo objetivo era su reducción hasta las 35 horas –meta alcanzada ya a través de la negociación colectiva en ciertos ámbitos del sector público y algunos convenios sectoriales–, y una filosofía de reparto del trabajo: «Trabajar menos, trabajar todos y todas».

Los detractores, fundamentalmente la patronal, aducen efectos negativos sobre la productividad y la competitividad de las empresas, y critican la imposición legal frente a la libre regulación del mercado o, a lo sumo, la ya prevista negociación colectiva en cada ámbito. Finalmente, cuestionan que pueda ser efectivo el control de su cumplimiento por la Inspección de Trabajo.

De la productividad cabría señalar que es, en primer lugar, un factor que sirve para medir la eficiencia del trabajo. Y aunque pensemos en personas –factor trabajo–, también de las máquinas o equipos de trabajo o del factor capital. Pero la productividad también es, en segundo término, una de las variables más relevantes para medir la salud de una economía y el principal impulsor de los niveles de vida.

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La realidad, según constatan los datos, es que en España las personas trabajamos más horas de media (1.691 horas al año) que otros países vecinos como Francia (1.473 horas), Holanda (1.420 horas) o Alemania (1.366 horas), aunque estemos por debajo de la media de la OCDE (1.765 horas).

Pero, en cambio, mayor tiempo de trabajo no implica que seamos más productivos, sino más bien al contrario. España se situó en 2022 en 94,9 puntos, por debajo de la media europea (100). Y aunque en términos de productividad estamos en cifras superiores a las de Portugal (76,7), Grecia (70,5) o Bulgaria (55,5), quedamos lejos de otras economías como Italia (106,5), Francia (108,6) o Irlanda (224,8), en las que, además, dedican de media menos horas a trabajar que en España.

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