Cómo la Iglesia aborda las migraciones
Muestra buena sensibilidad la redacción de Noticias Obreras cuando propone este título para «El termómetro» de mayo: María de Nazaret tuvo que emigrar de su tierra; en el camino y en un establo nació su hijo.
Jesús de Nazaret a quien los cristianos confesamos Palabra y revelación de Dios, sufrió en su propia carne el abandono que tantos pobres migrantes sufren hoy. A la migración se han referido tanto el presidente de la Conferencia Episcopal que ha terminado, como el nuevo presidente. Poco se puede añadir a lo dicho por el papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante, 2019. Las frases entre comillas que siguen están sacadas de ese mensaje.
Son innegables la preocupación, gestos y llamadas de la jerarquía eclesiástica denunciando los atropellos que sufren tantas personas migrantes. También es muy laudable la beneficencia con los inmigrantes acogidos y acompañados por instituciones de la Iglesia. Pero ¿qué más puede hacer? «Las sociedades económicamente más avanzadas desarrollan en su seno la tendencia a un marcado individualismo que, combinado con la mentalidad utilitarista», ha impuesto un sistema cuya ideología o interés no es garantizar la dignidad de todas las personas o bien común, sino conseguir y acaparar individualistamente riquezas y poder a costa de lo que sea y de quien sea. Cuando, gracias en buena parte a los medios de comunicación, el mundo es como una «pequeña aldea» sugiriendo que todos formamos una sola familia, la globalización está procediendo con la lógica de exclusión que clava sus garras en las personas, y la pobreza es cada día más escandalosa.
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Teólogo