«El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»
Lectura del Evangelio según san Marcos (9, 30-37)
Se fueron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que nadie lo supiera, porque estaba dedicado a instruir a sus discípulos. Les decía que el Hijo del hombre iba a ser entregado en manos de los hombres, que le darían muerte y que, después de morir, a los tres días, resucitaría. Ellos no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó:
–¿De qué discutían por el camino?
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido acerca de quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
–El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
–El que recibe a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado.
Comentario
Con la confesión de Pedro, que escuchamos la semana pasada termina la primera parte del Evangelio de Marcos. Comienza la segunda con los tres anuncios de la pasión que dan paso a la entrada de Jesús en Jerusalén. El primero fue la semana pasada, que acaba con la bronca a Pedro. El segundo lo acabamos de escuchar.
Jesús quiere instruir de una forma especial a sus discípulos, la expresión «se sentó» revela ese tono magisterial que quiere dar sus enseñanzas, la importancia de lo que enseña y se vuelca de una forma especial en este tiempo que el intuye como final.
Los discípulos están en otra página, el éxito de Jesús les emborracha, no quieren escuchar al maestro, el domingo pasado veíamos como Pedro pretendía corregir a Jesús, y en este están distraídos pensando y discutiendo quién era el más importante… soñando, quizás, con cargos en un reinado de Jesús en el que ellos iban a tener puestos de importancia. Cómo decíamos antes, están en otra página, quizás peor, en otro libro…
Cuando Jesús les pregunta, se avergüenzan, saben que no es su estilo, no contestan. Él, hablando de la situación dramática que se avecina, y ellos sin entender. Jesús se sienta y, con paciencia, enseña e intenta colocar las cosas en su lugar.
Su enseñanza es profunda, innovadora, gráfica, rompe los esquemas. ¿Quiénes son los importantes? Mientras en esta sociedad son las personas que tienen poder, dinero, prestigio, aquellas a las que instintivamente nos pegamos y presumimos que las conocemos, que hemos estado con ellas, que conocemos a su familia, que hemos comido juntos o que tenemos fotos o un autógrafo… Cuando para ser importantes, reconocidos buscamos dinero a costa de los que sea, desde esa cultura del pelotazo que nos invade y que muchas veces es a costa del sudor de trabajadoras y trabajadores que no llegan a final de mes, que no tienen un trabajo que les ayude a vivir con dignidad.
Para Jesús la gente importante son las pequeñas, sencillas, humildes. Las personas importantes son las que sirven, las que invierten su vida, su tiempo para que otra gente sea feliz, y lo hace con espontaneidad y por su causa, y sin que «la mano izquierda sepa lo que hace la derecha».
Cuantas quejas de la gente que gobierna porque no se les paga lo que se merecen, porque pierden dinero en la vida pública, pero les cuesta bajarse del coche oficial, pujan por los primeros puestos en los actos públicos y hasta religiosos. Cuantas artimañas para escenificar la importancia con lugares preferentes, hábitos, vestimentas, puestos en las celebraciones, signos externos de diferencia que expresan poder, importancia… también, también dentro de la Iglesia.
Y Jesús, siempre contracultural, habla de servicio y en el colmo de la escenificación coloca un niño como referente. En el mundo religioso de Israel, muy jerarquizado, los niños no eran queridos, un ejemplo claro es que en las comunidades esenias no habían, ni se querían niños y el comentario del rabí Dosa ben Arkinos: «El sueño de la mañana, el vino del mediodía, la charla con los niños y el demorarse en los lugares donde se reúne el vulgo sacan al hombre del mundo»[1]. Jesús da importancia a las niñas y niños en las asambleas comunitarias, acogerles a ellos es acoger a Jesús.
¿Qué consecuencias tiene para nosotros y nosotras hoy, la escena de Jesús colocando un niño y manifestando que es lo importante? ¿Qué transformación requiere en mí, ante los demás que me rodean y mi forma de actuar ante las personas consideradas últimas o no reconocidas en nuestra sociedad, en nuestra realidad concreta, en las instituciones? ¿Cómo ejerzo mis responsabilidades reconocidas? Hay personas que me consideran importante ¿Por qué? Yo quiero ser importante al estilo de Jesús ¿Cómo?
La persona que quiera ser importante, la que quiera ser primera que se coloque la última para servir a los demás. El estar en la sintonía del seguimiento de Jesús tiene que ver con el servicio, la sencillez, la humildad, y la cercanía a los últimos. ¿Cuáles son nuestros gestos en este sentido?
[1] «Unos discípulos torpes, miedosos y ambiciosos», José Luis Sicre.
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Más en Orar en el mundo obrero, 25º Domingo del Tiempo Ordinario.
Consiliario general de la HOAC