La respuesta diferenciada de la Economía Social y Solidaria a la COVID-19

La respuesta diferenciada de la Economía Social y Solidaria a la COVID-19
La red de redes de la Economía Social y Solidaria (REAS) ha presentado el último balance de las muchas iniciativas, experiencias y proyectos que la integran, tras más de 25 años de trayectoria. Su respuesta a la crisis, como no, ha sido bien diferente al de la economía capitalista.

El comercio justo, las finanzas éticas, las cooperativas de energía renovable, los supermercados cooperativos y tantas otras actividades ha alcanzado la madurez con un discurso propio, una respuesta social significativa y proyectos inspiradores consolidados.

Son ya 865 entidades y empresas, en las que participan más de 50.000 personas, agrupadas en 15 asociaciones territoriales y cuatro sectoriales socias, que alcanzaron en 2019, unos ingresos de 987 millones de euros. Además, se coordinan para promover la Economía Solidaria, lograr cambios en las políticas públicas (promoviendo entre otras la contratación pública responsable), pero sobre todo, demostrar que otra economía más humana es posible.

Lo que REAS persigue promover la economía solidaria como un instrumento al servicio de la sostenibilidad de la vida, donde las personas y el medio estén por encima de cualquier otro interés. De ahí, la importancia de rendir cuentas, o mostrar el corazón, de su particular manera de hacer economía.

Apuesta por el trabajo decente

En su memoria anual queda clara su apuesta por relaciones laborales decentes. El 87% de las entidades de REAS mejora los permisos legales de conciliación, el 79% genera espacios de atención emocional y cuidado a las personas trabajadoras y el 60% posee un reglamento interno de gestión de relaciones laborales; mientras que la relación entre el salario más alto y el más bajo es de 1,6 a 1, el 61% los puestos de responsabilidad lo ocupan mujeres y el 81% de entidades aplican el lenguaje inclusivo.

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En cuanto a la sostenibilidad laboral, el 95% aplica criterios de consumo responsable en la adquisición de productos, el 48% son entidades con gestión ambiental y el 53% usan energía 100% renovable. Pero también es firme su apuesta por la cooperación y la responsabilidad con las comunidades en las que operan: el 69% recurre a las finanzas éticas, el 7,8% de sus compras se realizan en el marco del Mercado Social y el 8,7% en entidades no lucrativas.

Su orientación no lucrativa es clara: el 65% de los ingresos procede de facturación frente a un 25% que proviene de subvenciones, al tiempo que destinan el 71% a reservas, compensación de pérdidas o inversiones propias. Un nada despreciable 5% de sus recursos financieros se destina a iniciativas para la construcción de bienes comunes y un 0,1% a inversiones de entidades financieras de la economía social y solidaria.

A pesar de que la COVID-19 se ha dejado notar, especialmente en cuanto al ritmo de ingreso de nuevas entidades y la formación de alianzas, su respuesta al parón impuesto ha sido bastante diferente al de las empresas al uso. La destrucción del empleo ha sido 6 puntos menor que la del resto de fórmulas empresariales en la anterior crisis del 2008.

Aquellas organizaciones cuya actividad se adaptaba a la tecnología digital, optaron mayoritariamente por aplicar el teletrabajo. Las que no han podido, sobre todo dedicadas al ocio y la cultura, optaron por acogerse a expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Eso sí, el 55% de las organizaciones ha complementado el salario hasta cubrir el 100% de la percepción salarial.

 

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