La vacuna de la conciencia

La vacuna de la conciencia
Markéta Machová en Pixabay
Toda situación dramática, toda tragedia, trae consigo una lección, la posibilidad de un aprendizaje, un cambio, la apertura de nuevos senderos y el vislumbre de otros horizontes en el devenir de la historia personal de cada uno y de toda una comunidad.

Toda situación, como la que vivimos en estos momentos, es excepcional cuando nos impele e invita a movilizar lo mejor de sí, cuando se vive como singular, única e irrepetible. Muchas cosas ya no serán igual o no las viviremos de la misma manera.

Toda situación es excepcional cuando la acogemos como flor del presente y como fruto del futuro. Por eso nuestra respuesta ante cualquier situación ha de ser un derramar el aroma de nuestras mejores esencias sobre el cuerpo del mundo para ungirlo, para acariciarlo, para besarlo con la fragancia de nuestras acciones, de nuestras respuestas ante lo que la vida nos pone por delante.

Ahora es el momento de inyectarnos la vacuna de la conciencia, la única que puede librarnos del virus del egoísmo, del consumismo desaforado, de una vida tan frenética como vacía, de la debilidad del pensamiento, de las modas y modos superficiales de gestionar esa maravilla tan frágil y al mismo tiempo tan valiosa como es la vida.

Sin conciencia, el dolor de las situaciones más duras y difíciles deviene en sufrimiento y lo vivido no deja huella, no transforma, simplemente queda como mal recuerdo. Sin conciencia, pasadas las crisis, se vuelve a lo mismo, de la misma manera: pasó la crisis pero no pasó por uno todo el potencial de cambio, las muchas posibilidades que traía consigo.

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El carácter dramático de situaciones como una pandemia recoloca en su justo lugar las prioridades, reorienta los afanes y hace que se fundan en una pertinente síntesis esa tríada de lo urgente, lo importante y lo esencial.

La conciencia es la brújula que nos impide caminar sin norte, desnortados, sin rumbo y a la deriva de los objetivos que otros nos marcan. La conciencia, como el corazón, son nuestro mapa y el territorio al que finalmente, como tierra prometida, estamos convocados a arribar para instalarnos y vivir en ella.

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