Iglesia por el Trabajo Decente de Alcalá de Henares reclama respuestas más vigorosas para superar la pandemia

Iglesia por el Trabajo Decente de Alcalá de Henares reclama respuestas más vigorosas para superar la pandemia
En la sociedad de la indiferencia en la que seguimos instalados, cada crisis, añade más capas de población al descarte, por lo que para dejar atrás la pandemia actual harán falta medidas más vigorosas que las ha se han ensayado hasta ahora.

Esta podría ser la conclusión de la charla coloquio organizada por la iniciativa Iglesia por el Trabajo de Alcalá de Henares, en la que han intervenido el secretario técnico de la Fundación FOESSA y coordinador del equipo de estudios de Cáritas Española, Raúl Flores, y el militante de la HOAC, José Fernando Almazán.

Arrancó Flores indicando que la pandemia ha sido un ”hecho social total”, según el concepto de Marcel Mauss, que ha cambiado de golpe casi todas las facetas de nuestra vida, incluyendo el mundo del trabajo.

La COVID-19 ha actuado como acelerante de fenómenos que ya estaban en marcha

Sin embargo, la COVID-19 ha actuado como acelerante de fenómenos que ya estaban en marcha mucho antes, con especial intensidad desde la gran recesión de 2008.

José Fernando Almazán desarrolló el sentido de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente desde su nacimiento, hace siete años, y ahondó en la necesidad de recuperar el verdadero sentido del trabajo, tergiversado por la mercantilización de la vida humana. Partiendo de las palabras del papa Francisco, denunció que, en la sociedad del descarte, cada crisis supone un nuevo recorte de derechos y un nuevo ataque a la dignidad del trabajo.

Para Flores, el problema principal al que se enfrentan nuestras sociedades es la alta desigualdad, tanto por el sufrimiento que causa como por su potencial desestabilizador. Cada vez, los ricos son más ricos, sacando beneficio incluso de situaciones como las originadas por la pandemia, mientras que los que ya eran pobres ahora los son todavía más.

Con todo, el mayor obstáculo para promover sociedades decentes e inclusivas, señaló Flores, es que la desigualdad está ampliamente aceptada como algo normal y natural, por lo tanto, se acepta como inevitable e irremediable.

Flores, además, denunció la idea de meritocracia y el elogio del esfuerzo que se ha impuesto en la cultura actual, ya que numerosos estudios demuestran que solo el 25% del patrimonio y reconocimiento social de una persona depende de su esfuerzo, mientras que el otro 75% está fuertemente condicionado por su situación familiar o social de partida.

Un tercio de los trabajadores entra y sale del mercado de trabajo

El estudio y análisis de los datos del mercado de trabajo y las condiciones de vida demuestran que se consolidada la existencia de un grupo de trabajadores, aproximadamente un tercio de la fuerza laboral, que continuamente entra y sale de la actividad económica, cambia de empresa o sufre largos periodos de desempleo.

De hecho, son muchas las personas que poco a poco se van haciendo a la idea de que no van volver a trabajar nunca más. Las cifras de personas desalentadas que han abandonado todo esfuerzo por reincorporarse al mundo laboral así lo atestigua.

El experto de Foessa y Cáritas aprovechó para advertir de que aunque se empieza a dar por superada la crisis del coronavirus y se habla ya de post pandemia ante la disminución del desempleo, hay algunos indicadores que no se deben olvidar.

En concreto, se refiere al número de hogares cuyo sustentador principal está desempleado, que lejos de bajar aumenta, igual que lo hace el número de hogares donde todos sus miembros están desempleados o el de aquellos cuyo sustentador principal está en inestabilidad laboral grave, dato que se está doblando.

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Trabajadores pobres

Pero si el desempleo es lógicamente un problema evidente, en una sociedad donde los derechos de ciudadanía están íntimamente vinculados al empleo, no es menos preocupante el hecho de que la actividad laboral no garantiza la inclusión social. Es lo que se conoce desde hace años como  el fenómeno de los trabajadores pobres. De hecho, de las personas ayudadas por Cáritas, aproximadamente la mitad trabajan de una manera u otra, pero esto no les alcanza para vivir con suficiencia.

Flores identificó los sectores laborales que peores consecuencias están soportando en esta nueva crisis: la hostelería y el trabajo doméstico, con salarios muy bajos y condiciones de trabajo indecentes. Y los grupos en más desventaja: mujeres, personas de origen extranjero y jóvenes.

Por último, señaló que la protección social ante el desempleo es claramente insuficiente, entre otras cosas, porque está pensada para una realidad de hace 30 años, lo que deja a la intemperie a quienes cuentan con empleo precario o cotización insuficiente. Es más, la capacidad redistributiva del Estado se está debilitando ante el auge de los discursos que fomentan la “insolidaridad fiscal”.

Almazán planteó las dificultades crecientes para la conciliación familiar, el crecimiento familiar y relaciones sociales, por lo que valoró la iniciativa ITD como una necesidad para visibilizar las grietas que recorren la sociedad y aumentar la conciencia sobre estos asuntos dentro de la Iglesia, para estimular conjuntamente una respuesta a la altura del actual desafío.

Al abordar los efectos que ha tenido la pandemia, describió como en su comienzo supuso la expulsión en pocos días de todo el sector informal del trabajo, dejando a millones de personas sin un medio de sustento. Cientos de miles de personas, de pronto, sucumbieron a la pobreza severa.

También señaló las grandes diferencias que se han dato a la hora de encontrar una respuesta a la emergencia sanitaria desatada. Mientras que quienes podían teletrabajar contaron con mayores posibilidades de protección, quienes por la naturaleza de su ocupación o la organización de sus tareas no pudieron tuvieron que enfrentarse a la incertidumbre en medio de la escasez de medios de prevención.

Trabajadores esenciales pero maltratados

También la situación fue muy diferente para los trabajadores calificados de esenciales, en muchas ocasiones, en peores condiciones de trabajo, mal pagados y precarios, y el resto. Paradójicamente, colectivos superfluos y minoritarios, como el de los grandes deportistas y famosos, con rentas millonarias, fueron foco de atención y de apasionados debates públicos.

Tampoco se debería olvidar, señaló Almazán, el bloqueo de las administraciones causado por un virus, incapaces de atender con la diligencia debida la asistencia necesaria, si bien se adoptaron algunas medidas muy positivas, en la que se han podido implementar, como los ERTE, la creación del ingreso mínimo vital o la protección ante situaciones de impago de recibos, alquileres, etc.

Una lección a tener muy en cuenta para el futuro reside en la reacción de solidaridad, espontánea y sin precedentes, protagonizada por personas y entidades sociales que han sido capaces de superar la incertidumbre para ofrecer una mano tendida.

 

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