El día es mío, la lucha es nuestra

El día es mío, la lucha es nuestra

La lucha es nuestra. No de las mujeres, no solo de las mujeres. En USO, nos gustaría que el 8M no existiera, que no fuera un día necesario, que las mujeres no necesitáramos un día para reclamar la igualdad. Hoy por hoy, es solo un deseo al que nos aproximamos a ritmo de decimales al año. Un deseo lejano. ¿Qué hacemos mientras tanto?

La desigualdad tiene tantos vértices que las mujeres nos pinchamos con ella cada día. No podemos analizarlos todos, así que vamos a centrarnos en lo que, como sindicato, podemos aportar, y es la lucha contra las desigualdades de género a través de la negociación colectiva.

Las mujeres hemos estado tradicionalmente fuera de la esfera pública, y eso incluye también la representación sindical. Tantos años de negociación colectiva fuertemente masculinizada están detrás de la brecha de los convenios. Así, no son iguales los convenios colectivos de los sectores más feminizados que los de aquellos clásicamente masculinizados. Y no hablamos únicamente de salario contante y sonante. Que también.

Otros aspectos presentes en convenios colectivos van ahondando las brechas entre mujeres y hombres, como los permisos y los complementos.

La brecha salarial no es una diferencia entre lo que un hombre y una mujer cobran por ocho horas al día en el mismo puesto de trabajo y por las mismas responsabilidades. La brecha salarial se da cuando una mujer renuncia a esas ocho horas y las rebaja a cinco para cuidar de sus hijos o mayores dependientes; cuando ese hombre puede acceder a un complemento salarial por una mayor flexibilidad horaria y la mujer no puede asumir más carga fuera de casa; cuando ella solicita permisos no retribuidos para cuidados y él, no.

El acceso más tardío de la mujer al mundo del trabajo y su incorporación reciente a sectores en los que está infrarrepresentada aún tardarán en ofrecer resultados. Así, por ejemplo, es más habitual que un hombre tenga un complemento de antigüedad, y mucho más que esos complementos, llámense trienios o quinquenios, crezcan de forma cronológica, sin interrupciones.

Pero no ocurre lo mismo con las mujeres. Contra el acceso tardío de nuestras generaciones pasadas de mujeres ya nada podemos hacer, solo negarnos a no dar pasos atrás. Pero sí podemos evitar que los cuidados sean una doble o triple carga para las mujeres de hoy y del futuro, un parón en su carrera o la salida total del mercado laboral.

Más del 16% de las mujeres se acogen
a jornadas reducidas para cuidar a niños,
otros familiares o enfermos

Los cuidados no se limitan a la maternidad. Con los permisos igualitarios e intransferibles entre progenitores se corrige un hecho puntual: el nacimiento o adopción. Pero los cuidados no terminan cuando finalizan las dobles 16 semanas. Ahí vuelve la brecha. Llegan las reducciones de jornada, las excedencias, las jornadas parciales obligadas, los permisos no retribuidos. Casi siempre para la madre.

Tres de cada cuatro jornadas parciales las firman mujeres. En concreto, un 75,5% de ellas, según datos de fin de 2021. Y aún más reveladores son los motivos. Más del 16% de las mujeres se acogen a jornadas reducidas para cuidar a niños, otros familiares o enfermos. Solo el 2,68% de los hombres tienen una jornada parcial por ese motivo.

La pandemia ha acentuado esta sobrecarga de los cuidados en la vida de las mujeres y en sus carreras profesionales. En 2011, era dos puntos menor: 14,7%. El 95% de las personas que renuncian a parte de su jornada hoy para cuidar a algún tipo de dependientes son mujeres.

Asimismo, las excedencias para cuidado de hijos fueron solicitadas por un 97% de mujeres y, para otro tipo de familiares, también las mujeres las pidieron casi en exclusiva: 96%. Estos dos últimos datos, que corresponden a 2020, reflejan cómo la pandemia ha supuesto un retroceso en los avances de la mujer en cuanto a liberación y reparto de cargas familiares.

Los niños estuvieron cuidados. Los enfermos por COVID estuvieron cuidados. El Plan “MeCuida” facilitó eso. Pero se lo facilitó a las mujeres.

El 99% de las consultas que han llegado a nuestro sindicato sobre niños que debían quedarse en casa por COVID y progenitores que debían cuidarlos y acogerse al Plan “MeCuida… eran de un progenitor en concreto: la madre, la mujer.

La corresponsabilidad es la mejor arma para luchar contra las desigualdades de género. Facilitar a las mujeres los cuidados no las exime de la carga, no equilibra las responsabilidades. Cuidar es un trabajo. Un trabajo al que se dedican en el mundo 16.400 millones de horas diarias sin remunerar. Trabajo no recompensado que, a su vez, impide realizar en las mismas condiciones otro que sí lo está.

Pero es que, si vamos a los cuidados remunerados, ahí también las mujeres pierden. Vemos el espejo laboral del mismo rol familiar. El de los cuidados es un sector eminentemente feminizado y uno de los más precarizados. Jornadas parciales, incluso horas sueltas. Sueldos equiparados a SMI. Enfermedades profesionales recientemente reconocidas o que aún no lo están. Labor social no reconocida.

Un trabajo que se demostró imprescindible, esencial, en los sucesivos confinamientos. Ahí fue cuando las jornadas completas de las mujeres presentaron un pico. Urgía cuidar. Urgía contratar a más mujeres y más horas para ello. Pasado lo peor de la pandemia, no urge reconocer a un sector que tiene mucho más valor que el económico y que es un pilar básico de nuestro bienestar social.

Retomamos el comienzo. La mujer no ha estado en la esfera pública, tampoco ha tenido la misma presencia que los hombres en la lucha sindical, en la negociación colectiva. Los sectores feminizados van, por lo tanto, también por detrás en la defensa de los derechos y las mejoras laborales. Pero queremos dar un paso más en esto. No se trata de que las mujeres negocien para las mujeres, que solo las mujeres negocien por las mujeres. Es un trabajo de todos y una invitación a todos.

Hoy es 8 de marzo. Y es un día todavía imprescindible. Es un día que es parte de mí, porque soy mujer. Pero es una lucha para la que también os necesitamos a vosotros, los hombres. Un día, mi fiesta, que quiero compartir. El día es mío, la lucha es nuestra.

 

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