El pluralismo político de la comunidad cristiana

El pluralismo político de la comunidad cristiana

Las elecciones, sea cual sea el nivel, ayudan a que florezcan las problemáticas ciudadanas y los conviertan en argumentos de debate durante un tiempo; al menos en la forma clásica de las campañas.

Pero no solo lo anterior, en el ciclo previo y el posterior a cualquier convocatoria también resulta ser momento ideal para intentar comprender qué sociedad y qué electorados se encuentran en dichos momentos.

Por ello, no son raros los estudios, informes o noticias que se plantean cuestiones como a quién vota la juventud, quiénes son las personas abstencionistas, por qué hay tantas diferencias entre barrios/municipios colindantes o, dónde se ubica la comunidad cristiana/católica.

El cambio religioso en España, una evolución en progreso

Respecto a este último punto, la sociología electoral y la politología –principalmente– conocen una larga trayectoria de investigaciones que abordan el tema, pues resulta(ba) de gran interés la aproximación a un grupo social en una continua transformación desde la década de los 60 y 70 del pasado siglo XX. Como afirmaba el catedrático en Sociología Pérez-Agote, la sociedad española en ese momento histórico comienza a desarrollar la que consideraba la segunda oleada de secularización, es decir, un progresivo alejamiento de la ciudadanía respecto a la religión (católica).

Así, se empezaba a hablar de un catolicismo más cultural que efectivo. Con el transcurso del tiempo, dicha generación fue socializando a los hijos y las hijas en un entorno diferente, a quienes se ubicó en una fase posterior de exculturación religiosa (3ª oleada). Dicho en otras palabras, una generación joven donde no hay identificación religiosa, ni siquiera desde la perspectiva cultural.

Para completar esta radiografía socioreligiosa no debe olvidarse el crecimiento del pluralismo religioso español con el crecimiento –aunque matizado– de los credos evangélico, musulmán o budista; entre otros. Todo ello sin tomar en consideración las diferencias que se producen de manera territorial.

Por todo ello, la aproximación a la comunidad católica española se presenta como un reto, cualitativamente como cuantitativamente, para poder determinar bajo qué etiqueta englobar cada una de las realidades religiosas. Desde una perspectiva demoscópica y tomando los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) como referencia, en la mayoría de sus estudios la religiosidad es medida a través de una pregunta cuyas categorías se reparten entre seis categorías diferentes, recogiendo tanto un posicionamiento confesional (católico/católica practicante, católico/católica no practicante y creyente de otra religión), como no confesional (agnóstico/a, indiferente-no creyente y ateo/atea).

A pesar de ser objeto de polémica, la cantidad de datos recogido en el último estudio preelectoral (29.201 encuestas) es una herramienta de considerable validez para rastrear la caracterización de las personas creyentes católicas en materia política. En este caso, son varios los puntos sobre los que se puede poner el foco; más allá de la clásica ubicación ideológica o el partido al que darán su voto. Bien es cierto que, el CIS solo ha publicado las frecuencias de los resultados y no se puede profundizar estadísticamente en una mayor medida, pero el cruce de los resultados se presenta tanto por variables político-económicas, como en base a la religiosidad. Curioso.

Una comunidad con una visión unitario o pluralista

Desde hace un tiempo se considera que la sociedad se halla en una fase de desafección político-institucional. En ese sentido se considera que la ciudadanía se aleja progresivamente del espacio político, incluso absteniéndose en el ejercicio del derecho al voto.

Precisamente, cuando el CIS consultó a la ciudadanía sobre ese hecho, la comunidad católica muestra un compromiso más acentuado al asegurar en mayor medida su seguridad para acudir a las urnas. En una escala de 0 (no irá a votar con total seguridad) a 10 (irá a votar con total seguridad) quienes son practicantes se ubicaban en el 9,45 (de media), los no practicantes 9,23 y la media española 9,11. Sin embargo, agnósticos, indiferentes y ateos se posicionaban entre el 8,86 y el 9,02 (respectivamente).

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Sobre la base de la misma escala, aunque trasladado al voto hacia los partidos políticos con grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, el gráfico anterior muestra algunas diferencias.

Con todas las precauciones metodológicas, el Partido Popular es el partido político que tiene una media mayor y, por tanto, una mayor probabilidad de recibir el apoyo electoral. En este caso, en esa escala de 0 a 10, quienes consideran tener una práctica regular se sitúan próximos al 6 (5,94), duplicando las cifras del PSOE (2,87). En el caso del grupo católico “cultural”, las cifras se reducen al 4,4 aproximándose así las medias de PP y PSOE (4,06).

El factor de la práctica –a falta de mayor un análisis estadístico más sofisticado– se presenta como un claro factor discriminante. Las formaciones ubicadas en la izquierda ideológica crecen en el segundo grupo y reducen su apoyo PP y VOX. Una mención aparte merece el caso del PNV. El partido vasco, con orígenes democristianos, es el partido que mejores medias presenta. Este mismo dato, podría estar insinuando que el factor territorial también ejerce influencia sobre cómo se entiende el catolicismo.

En relación con el punto anterior, con los datos del CIS para el conjunto de España, la intención directa de voto para el 23J entre las personas que acudirán a votar, también evidencia la diferencia entre practicantes y no practicantes. En ambos casos el PP es el partido que mejores resultados presenta (46,1% y 32,2%, respectivamente), seguido del PSOE (16,1% y 25,5%), VOX (12,8% y 10,9%) y Sumar (2,4% y 5,3%). No obstante, el porcentaje resultante se reparte entre una larga lista de formaciones políticas de todo carácter.

En un ciclo de desafección y polarización política, tan importante como la posición que declaran quienes acuden a votar, es la de quienes no votarán a partidos políticos (votos nulos, blancos, abstencionismo o indecisos). Este colectivo heterogéneo, que representa el 20% de la muestra, exhibe una distribución pluralista. La simpatía de esta parte del electorado se reparte de manera diferente. Entre las personas católicas practicantes el 17,9% muestra su simpatía por el PP, el 13,8% por PSOE, el 14,9% por VOX y el 1,5% por Sumar. En el caso de quienes no se consideraban practicantes las posiciones se invertían con el PSOE en primera posición (17,9%) seguido del PP (12.5%), Sumar (3,2%) y VOX (2,6%). Pero, tampoco puede olvidase que el predominio lo sigue ostentando la nula simpatía por los partidos políticos (29,6% y 33,8%, respectivamente).

Con los resultados anteriores, parece claro que en la actual situación es difícil considerar que se pueda hablar de una realidad unitaria en la comunidad católica, sino que la misma presenta un carácter heterogéneo, aunque sí destaque ciertas posiciones políticas.

A pesar de todo lo dicho anteriormente, sin duda alguna, la caracterización bajo esas dos etiquetas (practicante y no practicante) resulta poco clarificadora para el escenario religioso actual. Valga como muestra el hecho que, entre los propios practicantes el 50% tiene una asistencia regular (diaria/semanal) frente a un 27% de práctica irregular (varias veces al año o nunca/casi nunca).

 

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