La Iglesia de Madrid apuesta por crear comunidades acogedoras con la población migrante

La Iglesia de Madrid apuesta por crear comunidades acogedoras con la población migrante
La vicaría de Desarrollo Humano Integral e Innovación de la archidiócesis de Madrid llama a construir comunidades de acogida para las personas migrantes y de verdadera integración, pues “en la Iglesia nadie es extranjero”.

Con el título “El actual momento migratorio: puntos críticos y retos”, la vicaría impulsada por José Luis Segovia, autor del documento, aborda el fenómeno migratorio y su impacto en la sociedad e iglesia madrileñas y plantea una serie de actitudes, medidas y propuestas bien concretas para favorecer la acogida y la interculturalidad entre la comunidad cristiana y las instituciones eclesiásticas.

A lo largo de 17 páginas, el documento no solo aborda las circunstancias de la población migrante, sino que también denuncia las violaciones a los derechos humanos y los atentados a la dignidad de las personas migrantes. De hecho, es constante la crítica al laberinto administrativo que condena a las personas que dejan sus lugares de origen al limbo de la irregularidad, lo que les impide acceder al empleo reglado, y a la falta de recursos y el aumento de la aporofobia xenófoba.

Pero este interesante documento también advierte de importantes carencias de la propia iglesia diocesana en su misión de atender y acoger a la población migrante, especialmente a la hora de promover su incorporación de pleno derecho a la comunidad cristiana, independientemente de la falta de recursos de la estructura diocesana para prestar la adecuada asistencia humanitaria.

Desde luego, existe una evidente desproporción entre las necesidades de la población migrantes y los recursos de la Iglesia, obligada con frecuencia a ofrecer una respuesta de la que se desentienden las administraciones públicas, ciegas a la realidad de las personas extranjeras en situación irregular,

En el año 2022, el número de familias atendidas por Cáritas se ha incrementado un 22 %, de las cuales el 78 % son de origen extranjero, frente al 50 % del 2018, año en el que el 35 % de las personas que acudían lo hacían en situación irregular, en contraposición al 48 % actual.

Lo que se puede y se debe hacer

Ante la frustración que produce la cada vez mayor “desproporción entre las necesidades y los recursos”, muy consciente de que crece la demanda justo cuando la realidad eclesial es cada vez más frágil, “en cuanto a número y en cuanto a edad”, la Vicaría insiste en lo que sí se puede y debe hacer.

En concreto, afirma que “sí podemos y debemos proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios, inyectar valores en la sociedad, defender los derechos de los más vulnerables, animar al laicado comprometido…”, evitando, eso sí, tanto la prepotencia salvadora, como el amparo en que “estamos haciendo ya suficiente”.

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De ahí que la vicaría de Desarrollo Humano Integral haya hecho este llamamiento a “hacer vida -cada uno y como comunidad- la espiritualidad de la impotencia compartida, compartida entre nosotros y con quien acompañamos”, lo que muy gráficamente explica no es otra cosa que admitir que “no puedo ni podemos darte, hermano, todo lo que necesitas y deberías tener porque es tu derecho. Pero hay algo que no voy a dejar de hacer: estoy contigo”.

De hecho, el documento afirma que como Iglesia “podemos hacer algo más” para responder a las necesidades más urgentes de la población migrante; “bastante más” en el desarrollo de sus capacidades; y “mucho más” para defender sus derechos.

Teniendo en cuenta que hasta que no pasan tres años, límite mínimo exigido por la administración, no hay posibilidad de acceder a los permisos de residencias y de trabajo que sustentan los procesos de integración, cada comunidad y cada ámbito eclesial debería plantearse como responder más eficazmente a las necesidades básicas de la población migrante, llegado el caso, incluso exigiendo por la vía jurídica el cumplimiento de las recomendaciones del Defensor del Pueblo.

Además, para promover el protagonismo de las personas migrantes, la vicaría propone crear espacios de encuentro interreligioso o facilitar la práctica de otras confesiones religiosas y avanzar para integrar otras expresiones religiosas.

Como no podía ser de otra manera, el documento llama a desarrollar y participar en la iniciativa de los Corredores Humanitarios y la Mesa del Mundo Rural que la Pastoral de Migraciones de la Conferencia Episcopal está impulsando.

Igualmente, la vicaría plantea reforzar la defensa y promoción de los derechos de la población migrante, en coordinación con otras instancias diocesanas, mejorando y replanteando la labor de incidencia sociopolítica, a través de acciones coordinadas como pueden ser los Círculos de silencio.

Termina el documento señalado la necesidad de que “estén bien imbricadas las actuaciones de todos los actores desde la común conciencia de los valores a promover. Lo mismo se diga de la necesidad de programar de forma muy práctica y concreta los pasos a dar para ir consiguiendo resultados en un plazo razonable a corto y medio plazo”.

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