Entonces, ¿el malismo es lo bueno?

Entonces, ¿el malismo es lo bueno?

Durante muchos años cuando alguien no quería hacer el bien decía: “Yo no voy a hacer el tonto ni el primo”. Era una expresión que también se asociaba a situaciones donde una persona reafirmaba que no iba a ceder en una cuestión que pensaba que llevaba razón y que no tenía que renunciar al beneficio que le correspondía por derecho o porque era justo.

Esto ya ni se plantea, ahora estamos en otra situación. La ética siempre se ha relacionado con hacer el bien, está recogido en toda la tradición cristiana, humanista y filosófica, y el mal era un comportamiento que había que corregir. Era el bien que apuntaba siempre a construir una sociedad llena de humanidad con un horizonte del bien común y de la dignidad humana. El mal estaba identificado como algo destructivo y el bien era un valor que se apreciaba. Dicho esto, hay que reconocer que era una sociedad que apostaba por el mal y el bien era una reivindicación de los diversos movimientos sociales y populares porque hacer el bien es el camino de la utopía.

Los poderosos de este mundo, con la inclusión de la extrema derecha, han logrado introducir claramente el desprecio por hacer el bien con el término de “buenismo” y así consiguen la identificación de la bondad, de hacer el bien con una actitud negativa; hacer el bien tiene un efecto destructivo, desestructurador e injusto. El lenguaje configura nuestra forma de pensar y nuestra forma de pensar vertebra nuestros comportamientos. Voy a poner varios ejemplos.

Primer ejemplo. ¿Acoger a las personas migrantes y refugiadas? Ya están los buenistas como siempre. Como si África cupiera en España. Lo que tienen que hacer es llevárselo a sus casas.

Segundo ejemplo. Dale con el rollo del cuidado del planeta y del cambio climático. Siempre en contra del progreso los que van de buenos por la vida. Si tanto quieren cuidar el planeta que no cojan el coche y vayan andando.

Tercer ejemplo. El mundo se defiende con las armas, no con las flores. ¿Cuándo nos invadan un país, nos van a defender los pacíficos?

Cuarto ejemplo. Los conflictos se resuelven con un par de guantazos y con mano dura, no poniendo la otra mejilla o siendo blandos.

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Podríamos poner más ejemplos donde la bondad se identifica con producir un mal social y con un mal que se cree que es lo correcto. Hacer el bien se define como el buenismo y a este buenismo se da un contenido de hacer lo incorrecto, de generar una situación peor.

Siguiendo esta dinámica en contra de hacer el bien, ellos lo llaman buenismo, lo correcto sería no acoger a las personas migrantes y refugiadas, habría que expulsarlas; no preocuparnos por el cuidado de la tierra y venerar el crecimiento económico con el único valor, aunque suponga la destrucción del planeta; la guerra y la violencia como cuestiones fundamentales para la paz y el orden social.

Los defensores y las defensoras del malismo nunca van a decir que hacer el bien sea algo malo o cuestionable porque posiblemente lo rechazaríamos. Pero, con la introducción del término buenismo, es el caballo de Troya para venerar el mal, acabamos por aceptar que en determinadas situaciones hay que mostrar un comportamiento inhumano y, partir de aquí, ya es solo cuestión de tiempo de que hacer el mal es lo que se debe hacer, con lo cual, lo injusto, lo violento, lo indigno y lo inhumano lo convertimos en un código de actuación positivo, viendo a la gente de bien como esos buenistas que solo traen destrucción para la sociedad.

Reivindicar la bondad, la ternura, la fraternidad porque es construir una sociedad desde el bien, ese bien que nos ayuda a caminar por sendas de humanidad. Si esto es ser buenista, pues seamos buenistas, sin ningún pero ni reparo. Sería bueno que deslegitimáramos esta ideología perversa utilizando el término malista y mostrando quiénes son los malistas, señalando hacía qué sociedad nos conduce.

Seguimos caminando.

 

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