Robustecer la sociedad civil

Robustecer la sociedad civil
FOTO | Álvaro Bernal, vía Unsplash

Los medios de comunicación social y las redes sociales muestran reiteradamente un fenómeno que está cobrando cada vez más fuerza: en muchas democracias europeas, entre ellas la democracia española, los partidos políticos van ocupando cada vez más espacio y poder social. Muchos tenemos la impresión de que la sociedad civil –entendida en el sentido de la sociología, como el conjunto de los ciudadanos que respetamos el sistema democrático– cuenta “cada vez menos” a la hora de saber lo que pasa a nuestro alrededor, a la hora de intervenir socialmente y de tener una voz en la realidad plural de nuestro mundo. Mientras que los partidos políticos –que son solo una herramienta instrumental de la sociedad civil– tienden a ocupar todo el espacio social disponible.

La inminencia de tres elecciones en España (las catalanas, las vascas y las europeas) están ya invadiendo las agencias de noticias de partidos y coaliciones, de candidatos y de estrategias para rebañar votos de los indecisos. Y lo que debía ser solo un medio para la construcción de la mejor convivencia de la sociedad civil se convierte en protagonista y, con frecuencia, en el objeto final de toda la vida social de España y de Europa. ¿Tal importantes –por no decir necesarios e imprescindibles– son los partidos en la construcción de las democracias? ¿No habría otras formas de participación de la sociedad civil?

Muchos tenemos la impresión de que, de modo intencional, se nos ofrece una realidad social deformada, muchas veces edulcorada y otras veces exagerada para presionar la decisión del voto. Y, en estos momentos, sabemos el poder de la inteligencia artificial para incidir en la mente de los votantes. Parece que se va a cumplir alguna de las ideas de los detractores de la Agenda 2030: la sociedad civil se considera menor de edad y no entiende las sutilizas de las complicaciones de las grandes políticas de los Estados. Y por ello, con diversos sustitutivos (fútbol, toros, festivales, programas de televisión, ferias, consumo…) se tiene una sociedad civil domesticada y sumisa ante los “expertos” que construyen el futuro.

Robustecer a la sociedad civil –que no es una sociedad apolítica, sino que intenta situar a los partidos políticos en su lugar necesario pero invasivo de competencias– debería ser uno de los objetivos de los medios de comunicación social. Educar para una ciudadanía adulta y responsable, que respeta y valora el papel necesario de los partidos políticos en las sociedades liberales; pero que además reclama su voz –y no solo su voto– para construir junto con el resto de agentes sociales una sociedad más tolerante, igualitaria y justa.

Sin caer en los excesos de las distopías y de los conspiranoicos, el futuro de las democracias liberales europeas debe estar controlado por la sociedad civil y no por oscuras corporaciones poderosas como el Foro de Davos, los intereses económicos de los monopolios y el mercado global generador de desigualdad y deterioro de nuestra casa común.

 

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