Familia cristiana y el cuidado de la vida

Familia cristiana y el cuidado de la vida

Con motivo de la celebración del Día de la Sagrada Familia, y en el contexto de esta pandemia que, desgraciadamente se está prolongando en el tiempo, agravando así la crisis mundial, sanitaria, social y económica que ha generado, queremos ofrecer nuestra reflexión sobre las dificultades que están viviendo las familias obreras.

Se nos dice que estamos saliendo de esta crisis, que estamos volviendo a la “normalidad”, sin embargo, lo que vemos es que sigue persistiendo y aumentando la pobreza. Nos sobrecoge ver que varios millones de familias tienen a todos sus miembros en paro, que otras muchas, aunque tengan algún trabajo, es tan precario, que no garantiza cubrir las necesidades básicas, que muchas, demasiadas personas y familias han perdido sus hogares, que no pueden pagar los servicios básicos de luz, agua,… que han pasado de la pobreza extrema a la marginalidad y la exclusión. Y al mismo tiempo, vemos y nos indigna el enriquecimiento de unas minorías.

Por otra parte, las ayudas sociales puestas en marcha por las administraciones para paliar la situación se han revelado del todo insuficientes y el acceso a ellas tan burocratizado que han sido inalcanzables, sobre todo para las personas con menos recursos.

La persistencia de esta realidad se convierte cada día más, en una profunda crítica y denuncia de la perversión en el funcionamiento de nuestras sociedades, dejando al descubierto cómo nuestro sistema social, con gran frecuencia se orienta a satisfacer intereses particulares y abandona la búsqueda de fórmulas que garanticen el bien común a la mayoría de la ciudadanía.

Estamos viendo cómo las familias obreras, especialmente las más empobrecidas, son las víctimas de una organización de la sociedad que no tiene al ser humano como prioridad. El no reconocimiento de sus derechos sociales y su empobrecimiento suponen la negación práctica de Dios. Esto nos lleva a afirmar que: El sistema productivo cuyo objetivo principal y prioritario, es la obtención del máximo beneficio, es el máximo oponente de la experiencia y vivencia de la vida familiar.

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El papa Francisco, en su última encíclica Fratelli tutti, nos dice cuando habla de la solidaridad:

“En primer lugar me dirijo a las familias, llamadas a una misión educativa primaria e imprescindible. Ellas constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro…”

Si algo hemos aprendido de esta situación de pandemia, es la importancia de los trabajos de cuidados. La familia cristiana está llamada a ofrecer el testimonio de una entrega generosa y desinteresada a las personas que sufren los problemas sociales, al cuidado de la vida y de la naturaleza.

Los y las militantes de la HOAC, con la fuerza del Evangelio, y su lectura encarnada en la realidad que las familias trabajadoras viven, además de la denuncia y la reivindicación, pretendemos, con nuestras reflexiones y gestos un cambio de mentalidad y promover experiencias de comunión con las familias más empobrecidas.

 

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