Hacia una iglesia samaritana y cuidadora de la naturaleza

Hacia una iglesia samaritana y cuidadora de la naturaleza
El 41 Congreso de Teología convocado entre el 9 y el 11 de septiembre por la Asociación Teológica Juan XXII se ha centrado en la pandemia, sus consecuencias y las posibles respuestas, poniendo de manifiesto, por una parte, la vulnerabilidad del ser humano y la fragilidad del mundo, y, por otra, el fracaso del modelo neoliberal que ha reforzado las brechas de la desigualdad.

La ponencia que ha cerrado el congreso Hacia una iglesia samaritana y cuidadora de la naturaleza ha sido impartida por el conocido teólogo de la liberación brasileño Leonardo Boff.

Apoyada en las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti del papa Francisco, que representan una alternativa al modelo que estamos viviendo, su ponencia es un intento de armonizar el cuidado de las personas más vulnerables con el cuidado de la naturaleza.

En ella, hace dos observaciones previas fundamentales: la primera, ¿Qué mensaje nos quiere comunicar la madre tierra con la introducción de la COVID-19? Y la segunda sobre la confrontación de dos paradigmas civilizatorios, el dominus (el ser humano como señor y dueño) y el frater (el ser humano como hermano y hermana) ¿Cuál es su significado para la actual crisis?

Respecto de la primera, Leonardo Boff se pregunta por el origen del virus. Todo parece indicar que no es sino el contraataque de la madre tierra a raíz de la singular agresión de los poderosos de este mundo. El antropocentrismo está sobrepasando los límites de lo que la naturaleza puede soportar para sobrevivir. La madre tierra nos está diciendo: “paren esta agresión que se está produciendo contra mí que les doy todo lo que necesitan para vivir”. Si la continuamos lastimando, ella se defenderá cada vez con más fuerza.

Este mensaje de la naturaleza no esta siendo escuchado por los poderosos de la tierra que no están dispuestos a abandonar el lucro y la acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo y la privatización de lo público y de los bienes comunes. Pero tampoco está siendo escuchado por la población en general. Es necesario preguntarse ¿Qué es más importante el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la economía o las vidas humanas?

Es prioritario contraponer a este sistema de mercado la colaboración, la solidaridad, la interdependencia entre todos, la generosidad y el cuidado mutuo de la vida de unos y de otros y de la naturaleza.

Respecto de la segunda observación, la concepción (sobre todo en los últimos siglos) del ser humano como señor y dueño de la naturaleza y no como parte de ella. Este paradigma ha modificado la faz de la tierra.

El afán de dominarlo todo ha generado el principio de la autodestrucción de sí mismo y de la naturaleza. El fin del mundo ya no es cosa de Dios sino del propio ser humano. En palabras de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas: “solo tenemos una elección: la acción colectiva o el suicidio colectivo”.

El papa Francisco en Fratelli tutti nos propone un nuevo paradigma que antepone el frater (la fraternidad universal y la amistad social) al dominus, (un modelo de civilización técnico-industrial antropocéntrica e individualista).

Se abre así una ventana de salvación superando la visión apocalíptica del fin de la especie humana y de la naturaleza a que nos conduce la concepción del dominus, por una visión de esperanza, la de hermanos y hermanas que se cuidan entre sí y a la naturaleza. En este contexto es en el que se debe situar la acción de la iglesia que se propone ser samaritana de todo lo que existe y de todo lo que vive. Como dice el papa Francisco “estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o nadie se salva” (Cf. FT, 32).

Pero, ¿Por dónde empezar?

Aquí el Papa en Fratelli tutti revela su actitud básica y nos dice: “No esperen nada de arriba…, empiecen por ustedes mismos desde abajo, desde cada uno de vosotros, a luchar por lo más concreto y local hasta el último rincón de la patria y del mundo”. Trabajar la región, el bioregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad con una verdadera agroecología participativa y popular que humaniza las comunidades.

El buen samaritano se convierte en modelo del amor social y político de la fraternidad universal. En parecidos términos se expresaba monseñor Samuel Ruiz, obispo de Chiapas refiriéndose a la pregunta que se nos hará a cada uno al término de la vida: ¿de qué lado estuviste? ¿a quién has defendido? En la respuesta a esas preguntas se decide el destino de cada ser humano.

Como nunca antes en la historia, la Iglesia ha de mostrarse samaritana ante la magnitud de tantos millones de personas caídas en el camino, descartadas.

“En la política hay lugar para el amor con ternura” (FT, 194). Hacer la revolución de la ternura. La esencia de la iglesia reside en la comunión y no en su estructura jerárquica, desigual y piramidal. La misión de la iglesia es construir puentes afectivos entre todas las personas y de estas con la naturaleza. Rehacer las relaciones rotas por el individualismo.

La esencia específica del ser humano es cooperar. No existe un gen egoísta, la naturaleza humana nos lleva a la colaboración y a la solidaridad por eso el capitalismo es antinatural.

La esencia del ser humano no es el espíritu, no es la libertad ni la creatividad, es el cuidado. El cuidado supone una relación amigable con la vida, protectora de todos los seres porque los ve como un valor en sí mismo, independientemente del uso humano.

Todo lo que cuidamos lo amamos y todo lo que amamos lo cuidamos. El ecofeminismo ha realizado una aportación significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con el desarrollo de una ética del cuidado.

Por tanto, una pauta fundamental de la iglesia ha de ser la solidaridad. Cuando nuestros antepasados recogían los alimentos no los comían individualmente, sino que los compartían en el grupo comenzando por los mas débiles. Fue la solidaridad la que nos permitió dar el paso de la animalidad a la humanidad.

De esta manera los más débiles (no solo las personas sino todos los demás seres) pueden subsistir y coevolucionar con el resto. El sistema capitalista no conoce la solidaridad, solo la competitividad. Tiene una tendencia suicida, y como dice el papa, es un sistema que mata a los seres humanos y a la naturaleza,

Hoy el mayor problema de la humanidad no es económico ni político ni cultural ni religioso, sino la falta de solidaridad de unas personas para con otras. Como cristianos y cristianas, hemos de hacer de la solidaridad un proyecto dirigido a los últimos, a los que no cuentan para este sistema. Esta es la base espiritual y teologal de la teología de la liberación, cuyo eje central es la opción por los pobres, contra la pobreza y a favor de su liberación.

¿Cuál es el proyecto de sociedad soñado por el papa Francisco fundado en la fraternidad universal y en el amor social? Lo que se desprende de sus textos y pronunciamientos es una sociedad biocentrada. La vida es lo central. La economía, la política y la cultura están a su servicio.

No es un proyecto meramente intelectual, sino que debemos incorporar la razón cordial o sensible que propicie una ética y una espiritualidad del cuidado, una dimensión afectiva que nos hará sentirnos corresponsables del resto de nuestros hermanos y hermanas. Los seres humanos estamos penetrados por el afecto, el cuidado y el cariño. Nuestro sistema imperante adolece de esta dimensión. Unidos corazón y mente podemos dar vida a ese proyecto de una civilización no antropocéntrica sino biocéntrica.

Terminó con una frase del libro de la Sabiduría: “Señor, tú amas cuanto existe y no aborreces nada de lo que existe pues si odiaras algo no lo habrías creado. Tú eres indulgente con todas las cosas porque son tuyas. Oh señor, amante de la vida”.

Un Dios apasionado amante de la vida no va a permitir que sus hijos e hijas y su creación perezcan tan miserablemente.

Posteriormente hubo un espacio para las preguntas en la que los participantes (unos 200), agradecieron entusiastamente las palabras de Leonardo Boff al que llamaron “profeta del siglo XXI”.

 

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