Ante el deterioro del trabajo, la OIT pide intervenir los precios y garantizar el poder adquisitivo

Ante el deterioro del trabajo, la OIT pide intervenir los precios y garantizar el poder adquisitivo
El mundo del trabajo empeora sus perspectivas, cuando aún no se había recuperado del todo del impacto de la pandemia. “La confluencia de varias crisis económicas y geopolíticas dificulta la recuperación del mercado de trabajo en todo el mundo”, afirma la OIT.

El último informe del Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) anticipa que las crisis en curso “sigan exacerbando la desigualdad en el mercado de trabajo a raíz de sus efectos desproporcionados en determinados grupos de trabajadores y empresas, al tiempo que aumenta la disparidad entre las economías desarrolladas y los países en desarrollo”.

El surgimiento de varias crisis aumenta el riesgo de que se produzca una nueva recesión de gran alcance en el mercado de trabajo a escala mundial, lo que requiere, en opinión de la OIT, una “evaluación pormenorizada de las prioridades políticas”.

De hecho, este organismo de Naciones Unidas para el trabajo reclama abordar “no solamente la inflación”, sino “su incidencia más amplia en las empresas, la creación de empleo y la calidad del mismo, así como en el nivel de pobreza”.

Así, considera que el conjunto de instrumentos políticos necesarios para afrontar múltiples crisis debe” ampliarse por medio del diálogo social”. En concreto, propone evaluar la conveniencia de proceder a “intervenciones para la fijación del precio de bienes públicos” y “la reasignación de beneficios imprevistos”.

Además, defiende garantizar ingresos en el marco de programas de protección social; aumentar las ayudas para garantizar los ingresos y mantener el poder adquisitivo de los ingresos por trabajo; y concentrar la ayuda en las personas y las empresas más vulnerables.

La alentadora recuperación de la cantidad de horas de trabajo constatada a comienzos de 2022 no ha proseguido, y siguen dándose amplias diferencias entre regiones y grupos de ingresos. Según varias estimaciones, en el tercer trimestre de 2022 la cantidad de horas de trabajo fue un 1,5 por ciento inferior al nivel registrado en el cuarto trimestre de 2019 (nivel de referencia registrado antes de la crisis), situación equiparable a un déficit de 40 millones empleos a tiempo completo.

Las diferencias se están profundizando. Los avances logrados para disminuir la brecha de género en cuanto a cantidad de horas de trabajo podrían revertirse debido a la disminución del ritmo de recuperación.

También aumenta la distancia entre países. En el primer semestre de 2022, la proporción empleo-población registrada en la mayoría de las economías avanzadas era equiparable o superior a la que se daba antes de la crisis, si bien en la mayoría de los países de ingresos medianos para los que se dispone de datos seguía existiendo déficit de empleo con respecto a la coyuntura anterior a la crisis.

Pero incluso dentro de cada país, unos sectores de trabajadores están saliendo mejor parados que otros. La situación de los trabajadores altamente cualificados (directivos, profesionales y técnicos y profesionales conexos) en el segundo trimestre de 2022 había mejorado más que la de los profesionales de cualificación baja o media, en particular en los sectores de los servicios y las ventas, que sigue siendo peor que la registrada en el mismo trimestre de 2019.

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La OIT también señala con preocupación el aumento del empleo informal. Se prevé que en 2022 el empleo informal aumente al mismo ritmo que el formal, y que ello ponga en riesgo la lenta pero ininterrumpida tendencia a la formalización constatada en los últimos 15 años.

El panorama actual para el mundo del trabajo está lleno de incertidumbres, al tiempo de que el riesgo de que su situación empeore es cada vez mayor, en particular debido a los efectos de la elevada inflación, las restricciones en materia de política monetaria, el aumento de la carga de la deuda y la disminución de la confianza de los consumidores.

Los datos de que se dispone ponen de manifiesto que ya ha comenzado a producirse una profunda desaceleración del mercado de trabajo, a pesar de que habitualmente hacía falta un tiempo de desaceleración económica o una recesión para empezar a ver empeorar la situación de las relaciones laborares. A tenor de las tendencias actuales, cabe prever una gran disminución del nivel de empleo a escala mundial para el cuarto trimestre de 2022.

La OIT defiende la adaptación de una “respuesta a escala mundial a múltiples crisis económicas y geográficas, la acción solidaria y la coordinación a nivel interno, así como la formulación de políticas coherentes”, en consonancia con los principales objetivos del Acelerador Mundial de las Naciones Unidas del empleo y la protección social para transiciones justas.

Ucrania pierde 2,4 millones de empleo

La guerra en Ucrania, que se prolonga ya más de ocho meses, ha supuesto en ese país europeo una pérdida de 2,4 millones de puestos de trabajo, equivalente a una caída del 15,5 % de la masa laboral con respecto a antes de la invasión rusa. Este dato es menor a las previsiones de hace medio año, cuando la OIT temía que la pérdida fuera de hasta 4,8 millones de empleos, ya que se han reducido las regiones ucranianas ocupadas o bajo intensas hostilidades.

Un 10,4 % de la mano de obra que existía en Ucrania (1,6 millones de personas) está refugiada en otros países, siendo en su mayor parte mujeres que se dedicaban a los sectores de la educación, la sanidad y la asistencia social, señala el informe, subrayando que sólo un 28 % de estos refugiados han logrado empleo en los países de acogida.

Los efectos de la crisis en los países limítrofes de Ucrania y en la Federación de Rusia deben abordarse pormenorizadamente, habida cuenta del riesgo que conllevan para la estabilidad de las políticas y el mercado de trabajo, en particular si el conflicto se arraiga. Los efectos indirectos del mismo más allá de la región, debido especialmente a una mayor fluctuación de los precios y a un aumento del coste de los alimentos y de la energía, han repercutido en gran medida en los mercados de trabajo de los países del Sur, lo que ha provocado un aumento de la inseguridad alimentaria y ha agravado la situación de pobreza.

 

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