Y Dios rompe aguas…

Y Dios rompe aguas…
Foto | Tony Mucci (Unsplash)
Comenzamos un año nuevo y se nos abren ventanas para mirar cómo se concreta aquella preciosa frase de Zacarías, el padre de Juan el Bautista: «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto… para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1, 78-79).

El Evangelio se abre en canal y aparecen, en Lucas, unos pastores (Lc 2, 16-21) y en Mateo unos extranjeros (Mt 2, 1-12), empobrecidos y marginados, extranjeros y magos en el centro de las personas destinatarias de la Buena Noticia. El Documento de Trabajo para la etapa continental del sínodo (DEC) habla de «ensanchar la tienda» (Is 54, 2), no solo se nos habla de opción preferencial sino de un estilo de «Iglesia capaz de una inclusión radical, una pertenencia compartida y una profunda hospitalidad según las enseñanzas de Jesús…». Hoy, ¿estamos en el «camino del reconocimiento para aquellas personas que no se sienten suficientemente reconocidas en la Iglesia» (DEC 31-32 ss)? La familia de Jesús, un espacio de encuentro, acogida y escucha.

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