Una política a la que le duele el pueblo

Una política a la que le duele el pueblo
“¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”, reclamaba el papa Francisco en Evangelii gaudium. Personas de fe en política tienen en el magisterio pontificio una hoja de ruta muy clara.

“El movimiento se demuestra andando y la pasividad no cambia nada” dice José Antonio Delgado Palma, número 17 en lista de Izquierda Unida al Ayuntamiento de Puente Genil (Córdoba), cuando es preguntado por la razón para incorporarse a la candidatura presentada en la localidad donde vive.

Manolo Copé expone que aceptó ser el candidato a la alcaldía de Alicante en la lista de Unides per Alacant, en resumidas cuentas, porque se lo pidió la asamblea de la organización política en la que está. De hecho, ha percibido “mucha normalidad” al anunciar su decisión, más que nada porque  “he estado implicado en el ámbito laboral, social, cultural y político de la ciudad”, añade.

La cabeza de lista por Castellón al parlamento autonómico por Unides Podem-Esquerra Unida, Marisa Saavedra, explica que aceptó concurrir en esta lista “en continuidad con los compromisos anteriores”. “Me plantearon asumir esta responsabilidad ahora por lo que está en juego a nivel autonómico”, y aceptó, claro.

Ángel Aguas, candidato a alcalde de Ciudad Real por Unidas Izquierda Unida Podemos, con Más Ciudad Real, confiesa que sus excusas para negarse a la propuesta que le hicieron se vinieron abajo al leer lo siguiente: “Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política”.

El autor de esta cita no es otro que el papa Francisco, que así se expresa en la encíclica Fratelli tutti al hablar de “el amor político” necesario para una convivencia en paz capaz de integrar a las personas más vulnerables y de encauzar las lógicas diferencias que se dan en la vida social.

Para Delgado, implicarse en estas elecciones parece natural cuando se asume que “las instituciones toman decisiones sobre las personas que pueden contribuir a humanizar la sociedad” y explica que lo vive “como una oportunidad que Dios me ofrece para intentar trabajar para mejorar la vida de las personas de mi pueblo”.

Las necesidades de las personas y las familias trabajadoras

Copé entiende que puede prestar un servicio a la ciudadanía de su ciudad, como es trabajar por “reducir desigualdades y brechas proponiendo un modelo de ciudad que aborde las necesidades de la clase trabajadora, de las familias más empobrecidas”, lo que, por otra parte, ha intentado que fuera la seña de identidad de su compromiso desde hace mucho tiempo.

También aparecen las preocupaciones asociadas a la vorágine política con su endiablado ritmo y su escrutinio permanente. Aguas reconoce que teme desatender a sus hijas, a verse sobrepasado por la tarea institucional y alejarse de la escucha directa de las personas más sufrientes y a quienes les acompañan, pero sobre todo a “no responder a las expectativas de desarrollar una buena política que erradique las injusticias desde lo municipal”.

Su anhelo, sin embargo, parecen muy concretos: “ser útiles a la población más desfavorecida y excluida, llegar a consensos sociales que impliquen un cambio de mentalidad hacia el alquiler justo de tanta vivienda vacía y de tanto local comercial sin uso y disminuir tanta suciedad evitable dentro de la ciudad y en su entorno, además de erradicar los discursos de odio contra las aparentes diferencias entre personas que no son tales”,

Copé prefiere hablar de “respeto”, antes que de “miedos”: “Tengo mucho respeto lógicamente, porque aspiramos a la alcaldía de la segunda ciudad de la Comunidad de Valencia, pero sobre todo tengo ilusión, creo realmente que que nuestra ciudad necesita un cambio en las políticas y en la gestión del gobierno municipal”.

Saavedra confiesa que le pesa abandonar la dinámica ya conocida del Congreso de los Diputados por la incertidumbre que supone aspirar a entrar en un parlamento autonómico, que compensa con la ilusión de poder contribuir a “un gobierno progresista que ponga la política al servicio del bien común”.

Eso sí admite que su entorno sí muestra preocupación por “el actual contexto político, bastante tóxico, hostil y muy exigente, especialmente si lo vives con pasión y crees en lo que haces”. Además, relata que se ha tenido que acostumbrar a la agresividad con que se expresan algunas personas que no comparten sus opciones políticas y que llegan a decirle que su lectura y vivencia de la fe “no es correcta”.

En cambio, Aguas habla incluso de haber notado “la colaboración de familia y personas amigas más allá de las posibles diferencias ideológicas”, al igual que de las “compañeras y compañeros del pasado político que han “resucitado” y forman parte del equipo cercano, a pesar de su edad.

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Aún así, tal y como está el espacio de la izquierda, Aguas se ha encontrado con “interpelaciones de innumerables personas sobre la unidad de las fuerzas de izquierda que finalmente hemos conseguido aquí”.

Mucho más relajado se pronuncia Delgado, dado que asume que su principal aportación pasa por “prestar apoyo” a sus compañeros y “transmitir el valor cristiano de tener siempre presente a los que menos tienen y más sufren”.

La aportación de la fe a la política

En cuanto al papel de los cristianos y cristianas en política hay una gran coincidencia en identificar los valores que deben inspirar su actuación y en el tipo de gestión que cabe esperar.

Después de todo, el papa Francisco en su primera exhortación apostólica apostaba por no disociar la gestión pública ni la economía de la ética: “La caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”.

Así, el candidato al consistorio de Puente Genil cree que el papel de una persona creyente en política es “transmitir el principio de encarnación, que es lo más importante del cristianismo en favor de los más necesitados”, sabiendo que “lo público y lo privado van modelando la vida”.

En su opinión, un cristiano o una cristiana metido en la arena de los asuntos públicos tiene que partir del “respeto a las demás opciones políticas, llegando con ellas a acuerdos para el bien común”.

La aspirante al parlamento valenciano comparte su convicción de que “la fe tiene, en su propia esencia, la necesidad de expresarse y mostrarse públicamente”, por lo que “las normas del Estado deben defender esa necesidad que, por otra parte, es un derecho”.

Aunque, puntualiza “debe evitar privilegiar unas creencias concretas”. Admite que puede haber consecuencias negativas de la fe cuando se intentan “traducir los dogmas propios de las creencias en normas impuestas a toda la sociedad”.

Otra política es posible

Parece oportuno recordar que Francisco, en la citada Evangelii gaudium, no solo reclamaba una política de miras altas, sino que planteaba incluso la conveniencia de poner en juego la trascendencia a la hora de organizar la vida en sociedad: “¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social”.

La política para las personas creyentes debe entenderse como “servicio, trabajar con honestidad por el bien común, con especial atención a las personas y colectivos más vulnerables y tratados injustamente, pero también valorar y potenciar las iniciativa positivas, solidarias, fraternas, con actitud positiva y constructiva en ambientes tóxicos, y desde luego, aportar esperanza”, explica Saavedra, que precisamente en estos tiempos, defiende la necesidad de “dignificar la política”.

“El compromiso de Jesús de Nazaret con la gente más sencilla y la gente más humilde tiene que tener una translación a la política local”, resume Copé, quien completa que también su pertenencia a la HOAC ha influido a la hora de aceptar ser la cara visible del proyecto político que se presenta al ayuntamiento alicantino.

“Otra política es posible, si ponemos las necesidades de las personas y de los trabajadores en primer lugar”, sentencia.

“En un ambiente muy crispado y muy vilipendiado, que promueve el enfrentamiento constante”, Copé apuesta por “transmitir las ideas sin necesidad de embarrar los debates y sin despreciar la posibilidad de alcanzar consensos que beneficien a las mayorías sociales”.

Su compañera en faenas políticas, Saavedra, refleja que “no somos personas escindidas, la fe por un lado, las opciones políticas por otro, el comportamiento personal por otro… Debemos mostrar hacia el exterior el impacto positivo de nuestra manera de estar en el mundo con nuestra forma de ser, nuestras creencias, nuestras acciones, valores, aquello por lo que luchamos”.

Sin duda, nobles propósitos y loables tareas que necesariamente tendrán que confrontarse con decisiones complejas, con intereses en conflicto y con las estrategias de grupos diversos, elementos, después de todo, que jalonan la vida humana y recorren las instituciones.

Siempre nos queda hacer nuestra la oración de Bergoglio: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!”

 

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