2024: Convertir los deseos en compromisos por la paz y la justicia

2024: Convertir los deseos en compromisos por la paz y la justicia

Llega las navidades y ya asoma por la esquina el nuevo año 2024 y de nuestros labios salen, además de felices navidades, cientos de buenos deseos, sobre todo, de paz y amor. Hay un ambiente en nuestros entornos occidentales de luces, regalos, comidas y también una mayor solidaridad. Pero, nuestro mundo sigue gimiendo de dolor por las guerras, las violencias y las desigualdades en muchos rincones de nuestro mundo.

Por eso, hay que reflexionar para tomar conciencia y para que esos buenos deseos los convirtamos en compromisos permanentes por todo aquello que construye humanidad, que sirve para humanizar y desterrar todo lo inhumano, todo lo que construye inhumanidad.

Quiero reflejar ahora tres deseos, tres compromisos como un horizonte de esperanza para toda persona, porque cada vida nos importa, cada muerte nos duele.

El primer deseo sería que el corazón del ser humano esté lleno de sensibilidad, conciencia y dignidad. Un corazón lleno de esperanza, que busca y lucha por la libertad, la justicia, la paz y la fraternidad. Un corazón que destierra la codicia, la avaricia, la ambición, el poder y la violencia, porque ha sembrado semillas de bondad, de comprensión, de reconciliación, de entrañas de misericordia de dulzura, de ternura y sencillez. Un corazón subversivo que antepone la dignidad y el bien común del ser humano ante los intereses económicos y geoestratégicos, que entra en conflicto con la mentira, la manipulación y el miedo. Un corazón que convierte el “yo” en el “nosotros”, que entiende la vida como un espacio y un tiempo donde tenemos que salvarnos y liberarnos todos, sin dejar nadie atrás.

El segundo deseo sería llevar unas manos abiertas, unas manos que han dejado de empuñar un arma, que han dejado de presionar un botón que lanza bombas y aprietan gatillos. Unas manos abiertas que no agreden a nadie, que abrazan, que acarician a todas aquellas personas que están sufriendo por las guerras, las violencia, el hambre, la sed, la falta de atención médica, sean de aquí, sean de allí. Unas manos abiertas que dan calidez, acogida y solidaridad. Unas manos abiertas que no cuentan el dinero, sino que siempre expresan el amor, que cuidan la naturaleza, nuestra tierra, nuestra casa común. Unas manos que sonríen y te dicen no tengas miedo porque si caes vas a encontrar a alguien que te ayudará a levantarte.  Unas manos que nunca se cierran, que nunca se convierten en puños, que no sirven para destruir, sino para construir un mundo donde el ser humano pueda saborear la vida y disfrutar muchos momentos de felicidad.

El tercer deseo sería derribar los muros, eliminar las alambradas, las concertinas que nos hieren, nos arrinconan y nos maltratan. Convertir los muros, que nos dividen, aíslan y nos encierran y nos diferencian, en sendas y caminos de esperanza, de encuentro, de honestidad, de enriquecimiento cultural, de hermandad. Un deseo que expresa que no queremos muros físicos ni sociales, sino un nuevo horizonte: Una humanidad de todas las personas, para todas las personas y con todas las personas; una humanidad convertida en una comunidad formada por todos los pueblos, donde el respeto, el cariño, el reconocimiento y la valoración se convierten en ejes vertebradores de las relaciones humanas y de las relaciones internacionales, desterrando el poder,  el odio y el rencor de nuestro corazón. No más invasiones, nos mas ocupaciones, nos más saqueos de países.

Y, que estos tres deseos sean un compromiso esperanzador, vital y cotidiano. Los deseos hay que convertirlos en utopías, para romper el binomio poderoso-débil, que nos hagan caminar hacia un horizonte pleno de humanidad y lleno de dignidad humana, sin excluir  a ninguna persona ni a ningún pueblo, porque cada vida es sagrada, porque cada vida necesita ser cuidada.

Son deseos para seguir soñando, amando, luchando, cuidando la vida y cuidando el planeta.

 

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