Vivencia del confinamiento

Vivencia del confinamiento
Ha sido una vivencia nueva que ha supuesto un parón en la actividad que llevábamos cada uno. Pepe dejó el repaso escolar en la asociación de migrantes Espai Obert y yo, la atención a los nietos, para centrarnos los dos en nuestro interior, en el diálogo con Dios y entre nosotros.

Para esto, nos ha ayudado la oración, la lectura del Evangelio, y la escucha de la Eucaristía en la radio. Y cuando pudimos salir, volvimos a la parroquia y la capilla del hospital. Todo esto ha supuesto una mayor comprensión del otro y poder rezar juntos.

Con los hijos hemos podido mantener el contacto a través de los móviles, cosa que no valorábamos antes. Hacíamos videoconferencias con las tres familias. Sentimos mucha alegría cuando nos pudimos ver cara a cara, con mascarillas, pero sin móviles y en espacios abiertos.

Con el equipo, hemos mantenido contacto por teléfono y ha sido muy enriquecedor. Hemos recibido y hecho muchas llamadas de amigos y amigos de la HOAC, de personas que hacía mucho de las que no sabíamos nada. También de la Comisión Diocesana de la HOAC de Valencia y eso ha sido una alegría muy grande, la recibida y la dada.

Tuvimos contacto con los miembros de la asamblea diocesana de la HOAC de Valencia, en la celebración del 1º de Mayo. La asamblea diocesana que se realizó telemáticamente y los mensajes que recibíamos de los militantes nos ha permitido saber de sus sufrimientos y compartirlos en oración.

La celebración de la pasión y resurrección fue muy personal. Echamos en falta la parroquia y nos ayudó la oración de la HOAC de Málaga. Hemos visto mucha solidaridad en las parroquias y en la asociación de amigos y vecinos. Este tiempo nos ha permitido un contacto con los vecinos y vecinas, distinto de lo habitual, más comunicación y atención a sus necesidades personales, sobre todo de los mayores y en soledad. Por la noche, a las 20:00 horas, cuando salíamos a los balcones a aplaudir a todas las personas que han mantenido los trabajos esenciales: sanitarios, transportistas, limpieza, etc., nos saludábamos desde el balcón con vecinos y vecinas que antes no conocíamos y vivían en la misma finca o en la de enfrente. Ahora con la «nueva normalidad», los hemos dejado de ver.

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Como conclusión, este periodo de confinamiento nos ha ayudado a comprender mejor que el ser humano es un ser débil, frágil y necesitado del otro. Esto es muy importante, somos creados por Dios y necesitados del otro, del hermano y de Dios, que nos mantiene. Vemos la necesidad del cambio del estilo de vida, del cambio social y económico, etc., pero sobre todo, la necesidad de humanizarnos, que es el proyecto de Dios, y de valorar la naturaleza, obra de Dios, de la que formamos parte, y empeñarnos en su cuidado.

De toda esta experiencia concluimos que, por un lado, ha habido mucho sufrimiento y dolor, pero también ha emergido lo mejor de la persona humana: la solidaridad y la fe en Dios.

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