Imaginamos y construimos una Iglesia nueva, donde tengamos voz y voto

Imaginamos y construimos una Iglesia nueva, donde tengamos voz y voto

Llevo muchos años en el feminismo y comprometida con la lucha contra la violencia a las mujeres. En todo este tiempo, he sufrido una doble incomprensión: por parte de mis compañeras feministas por ser cristiana y por parte de un sector importante de la Iglesia, por ser feminista.

Lo primero puedo entenderlo y lo vivo con naturalidad porque no ha supuesto ningún problema a la hora de trabajar juntas, pero lo segundo, me causa extrañeza y mucho dolor.

Por eso cuando, en febrero de 2020, me llegó la iniciativa de una concentración en una de las puertas de la Catedral de Sevilla, de un grupo de mujeres que se autodenominaban Revuelta de Mujeres en la Iglesia, y cuyo mensaje era “Hasta que la Igualdad se haga costumbre en la Iglesia”… allá que me fui.

Contacté con las compañeras de Mujeres y Teología, uno de los grupos organizadores del acto. A través de ellas conocí que había otros grupos en todo el mundo que estaban reivindicando, con acciones públicas, la Igualdad en la Iglesia. Supe que la idea de las concentraciones en las puertas de los templos, eran del colectivo Maria 2.0 de la Iglesia católica alemana, ellas en 2019, enviaron una carta abierta al papa Francisco reclamando su posibilidad de acceso a todas las funciones y ministerios, sin exclusión.

Ese mismo año, un nuevo colectivo sale a la luz: Voices of faith (Voces de fe), animado por el Consejo de Mujeres Católicas. Los dos grupos junto con la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia y la iniciativa francesa Toutes apôtres, animaron las acciones que se llevaron a cabo en marzo del 2020.

En enero de 2021, después de haber participado en varios encuentros vía online y animada por el grupo de la Revuelta de Sevilla, me decidí a intentar poner en marcha algo parecido en Córdoba para el 8 de Marzo. Contacté con mujeres cristianas y feministas con las que llevaba muchos años coincidiendo en distintos ámbitos de lucha. Compartí con ellas mi experiencia en la Revuelta y mis descubrimientos y decidimos organizarnos.

Así con mucha incertidumbre, nos fuimos llamando unas a las otras y el grupo fue creciendo casi milagrosamente, porque las cosas de Dios comienzan así, con una llamada. Y los milagros, el Reino, nacen de lo pequeño, como la levadura y el grano de mostaza.

En un mes, fuimos capaces de organizar una concentración en una de las puertas de la Mezquita Catedral, que tuvo alguna repercusión mediática, no mucha, pero a nosotras nos sirvió para ser conscientes de que el camino emprendido era algo que todas llevábamos dentro como una necesidad.

Fueron unas semanas intensas, llenas de vida y emociones porque caímos en la cuenta de que éramos nosotras, las protagonistas de esta revuelta, de que no podíamos mirar a otro lado, de que era nuestra responsabilidad. Y nos dejamos interpelar por tantas otras mujeres que, antes que nosotras, “alzaron la voz” en la historia de la salvación, tantas y tantas mujeres cristianas, de todas las edades, de todas las épocas y de la iglesia actual que nos animaban a “dar el salto”.

En la actualidad somos unas cuarenta, con distintos niveles de implicación, las que formamos el grupo de la Revuelta de Córdoba. Somos mujeres feministas y cristianas, que vivimos y celebramos nuestra fe en distintos ámbitos eclesiales (parroquias, movimientos, comunidades religiosas…) Ha sido un año donde nos hemos seguido encontrando, tejiendo redes, impulsando la Revuelta… celebramos juntas Pentecostés, en la naturaleza, una celebración llena de símbolos y gestos, sentimos la presencia y el impulso de la Ruah en nuestras vidas. Detectamos la necesidad de profundizar en la teología feminista y estamos en ello. En noviembre, participamos dos representantes en un encuentro a nivel nacional realizado en Madrid y al regreso nos reunimos para transmitir la vivido. Estamos en la tarea de participar en la preparación del Sínodo de las Mujeres que se celebrará en Roma en octubre de este año.

Venimos de una larga tradición feminista que ha luchado por la dignidad de las mujeres

Y por supuesto en el marco de las convocatorias del 8 de marzo, pensamos salir a la calle para alzar nuestra voz y decir que queremos estar “En la Iglesia con voz y voto”. Este es el lema que nos convoca y unifica este año. Cómo decimos en nuestro comunicado: Venimos de una larga tradición feminista que ha luchado por la dignidad de las mujeres, que ha exigido la igualdad de derechos, y en que en el siglo XXI se reconoce diversa, se muestra con una fuerza joven y renovada.

Venimos de las mujeres valientes y libres de las primeras comunidades cristianas, y de todas las que a lo largo de la historia se han negado a quedar recluidas en los roles secundarios e invisibles a que la tradición eclesial y teológica las quería someter.

Venimos de la buena noticia de un Jesús que transgrede las normas de una sociedad profundamente patriarcal. Venimos de una Iglesia que en sus inicios hizo de la igualdad entre hombres y mujeres, una de las aportaciones más radicales del cristianismo a la historia de la humanidad. ¡Recuperémosla!

La Iglesia se está perdiendo un caudal de aportación intelectual, emotiva y de efectividad que la empobrece. Además de excluir talento y experiencia, no es de justicia reducirnos a ser únicamente receptoras de lo que han decidido los varones; Jesús no hace distinciones.

Somos muchas las que en todo el mundo alzamos la voz. Decimos basta ya de ser invisibilizadas y silenciadas. Imaginamos y construimos una Iglesia nueva, donde tengamos voz y voto.

 

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