Hacer camino con quien es el camino

Hacer camino con quien es el camino
Hemos vivido –y vivimos– un tiempo muy complejo y difícil para nuestro mundo, zarandeado por la incertidumbre y la desesperanza en el que parece que la humanidad no terminamos de encontrar el camino que nos lleve a reconocernos y encontrarnos para buscar juntos el bien común.

Caminar juntos y mantener el entusiasmo por construir el sueño de fraternidad al que estamos llamadas y llamados; contemplar las semillas del Reino que está presente y crece entre nosotras y nosotros es lo que nos posibilita acoger con gratitud este tiempo de gracia que el Espíritu está regalando a nuestra Iglesia, a nuestro mundo.

El papa Francisco nos ha animado a participar en el Sínodo «de los Sínodos» para «imaginar un futuro para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida». Nos ha invitado durante este curso a «dejarnos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal, entrando con audacia y libertad de corazón en un proceso de conversión».

Entrar en la dinámica de la escucha y el discernimiento comunitario nos ha abierto horizontes nuevos que ya soñábamos y compartíamos entre nosotras y nosotros en el camino de acompañantes acompañados que queremos vivir. Hemos aprendido a estar más atentas y atentos a la escucha de las voces tantas veces silenciadas y ninguneadas, esforzándonos para que todas pudieran sentirse partícipes. Escuchar con humildad lo que sienten, piensan, viven, sufren y sueñan y también lo que nos piden como iglesia de Jesucristo nos ha ayudado a humanizar nuestra mirada y fortalecer nuestro compromiso.

El camino iniciado supone un reto para el futuro y nos pide recuperar la pasión y el entusiasmo por seguir abriendo juntos, caminos al Espíritu. Para ello necesitamos dejar que sea Él quien siga educando nuestras actitudes; necesitamos parar, dejarnos mirar y encontrar por Él y recuperar fuerzas.

Me animo y te animo a dedicar este tiempo de verano a contemplar el camino, buscando espacios de silencio para sentir y llenarnos de la inefable presencia del Dios que nos sostiene y conforta. Recuperemos con sencillez el gozo interior de conversar con nuestro Maestro que nos pregunta: «Y ustedes, y tú, ¿quién dices que soy yo?» (Mc 8, 29). Aquel que nos invita a vivir y estar con Él y nos recuerda que es «el Camino, la Verdad y la Vida», que nos anima a vivir desde la gratuidad, sintiéndonos sostenidos por los brazos amorosos del Padre Madre, confiados en su infinita ternura, participando con Él del proyecto de humanización que sueña para la humanidad.

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Animémonos a buscar espacios y dedicar tiempo este verano para cuidarnos y cuidar nuestra amistad con Jesús, para mirarle y dejarnos mirar por Él. Intimando y caminando con quien es el Camino descubriremos la alegría de cultivar esta nueva mentalidad sinodal que necesitamos para continuar juntos el camino, para recuperar el entusiasmo por abrir otros nuevos que nos animen a soñar y vivir con otras y otros la colaboración por la existencia buscando siempre a quienes están en los bordes de los caminos para acompañarles y dejarnos acompañar; para hacer camino juntos.

Sé tú, Jesús, mi camino

Sé Tú, Jesús, mi camino.
En medio de mis caminos
hazte Tú el encontradizo
¡A mi lado, Señor, camina!
Haz que sienta tu Presencia.
¡Ando a veces tan perdida!

Sé Tú, Jesús, mi camino.
¡Conmigo, Señor, camina!
Regálame tu mirada.
Sácame de mí misma.
Hazme sentir la pasión
que sientes por toda vida.

Sé Tú, Jesús, mi camino.
Quiero caminar contigo.
Quiero vivir tu pobreza.
¡Son para ti tan queridos!
Sean también para mí
los pobres mis preferidos.

Sé Tú, Jesús mi camino.
Solo a ti, Señor, te necesito.
Contemplo, Jesús, la belleza
de tu mirada amorosa
y ya no quiero otra cosa
sino caminar contigo.

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