La mesa

La mesa

1. El bloque de hielo

En el centro de la mesa de negociaciones, un bloque inmenso de hielo ocupa casi toda la mesa. Ada, Pablo, Yolanda, Gabriel y Joan están reunidos.

Pablo Mentira.
Yolanda ¿Mentira?
Ada Mentira…
Gabriel ¿Quién?
Pablo Vosotras.
Yolanda ¿Nosotras?
Ada ¿Quiénes?
Joan Así no, compañeros, que no es eso, no es eso.

Silencio.

Ada ¿Tu madre?
Pablo Bien. ¿Los tuyos?
Ada También.

Silencio.

Yolanda ¿Entonces recogemos los papeles? El deshielo los va a empapar.

Pausa.

Gabriel Papel mojado, yo de pequeño, hacía bolitas y usaba el boli BIC de canuto.

Pausa.

Pablo Yo voy a decir algo.
Ada Habla.
Yolanda Te escuchamos.
Joan Habla.
Gabriel Claro, habla.

Pausa.

Pablo Tengo las manos frías. De cargar bloques de hielo. Me afecta la garganta.

Pausa.

Gabriel El diálogo calienta las cuerdas vocales, ensancha la laringe… remedio casero.

Pausa.

Joan Todos y todas tenemos las manos frías.
Yolanda Y lo que necesitamos es el corazón caliente.

Pausa. Pablo mira detenidamente el bloque de hielo.

Pablo Si al menos picáramos el hielo en pedazos tendríamos para enfriar las bebidas de un posible ágape. Y todo volvería a ser como antes, abrazos y fiestas.

Pausa.

Joan Yo…
Ada ¿Tú?
Joan … tuve un sueño…
Gabriel ¿Estás ensayando algo?
Joan No. Me ejercito por dentro.

Pausa.

Yolanda Se está deshaciendo.
Ada Gotea, la mesa gotea.
Gabriel Parece que llore.

Pausa.

Joan ¿Para qué sirve llorar?

Pausa.

Pablo Yolanda, ¿cuándo fue la última vez que lloraste?
Yolanda Hace poco, en campaña. ¿Y tú?
Pablo Cuando nacieron mis hijos.
Gabriel Siento interrumpir, pero no van a servir los papelotes, se están mojando todos.
Yolanda A veces brotan llantos justos, fruto de la compasión política.
Ada «Yo lloro y gimo, y no es engaño que del alma un justo llanto brote…». Antígona.
Gabriel Tanta parálisis acabará matándonos.

Pausa.

Ada Se me ocurre…
Yolanda Habla.
Pablo Habla.
Joan Sí, habla.
Gabriel Habla.
Ada Si ponemos todos las manos encima, irá más rápido. Por el calor.
Gabriel ¿Frotando las manos antes? ¿Para que se calienten? Parecerá una sesión de espiritismo.
Joan También si nos damos la mano un rato largo, sube la temperatura en la palma de la mano.
Pablo ¿Os imagináis la foto? Todos asidos fraternalmente de la mano alrededor de un bloque de hielo. ¿Raro?

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Silencio.

Yolanda Necesitamos la mesa. Despejada.
Ada Da igual si salen fotos raras.
Joan Sí, sin una mesa, no hay nada que compartir.

Pausa. Se oye un crujido.

Pablo ¿Habéis oído?
Gabriel Sí.
Yolanda Es el hielo que se resquebraja.
Pablo ¿Seguro que no es una silla? Me sonó a madera.
Ada Ha sonado a hielo.
Pablo A mí a madera.
Yolanda Hielo.
Pablo Madera.
Ada Hielo.
Pablo Madera.

Silencio.

2. La mesa

Al día siguiente de la reunión la superficie de la mesa todavía contiene un charco de agua. Llega una persona y seca la superficie. Sin casi esperar, varias personas se acercan a ella: alguien la usa para trocear un pollo, varios estudiantes quedan para repasar un examen, una mujer cambia los pañales a su bebé encima, hasta vemos desfilar y servirse en ella varios platos calientes de menú de barrio. La actividad es incesante. Y, siempre, como si fuera una coreografía ensayada, hay alguien que la limpia para que esté presta y seca. Si el buen Dios estuviera cerca, y no quisiera molestar, se sentaría con gozo a ver el enjambre de movimientos, intenciones, deseos, pausas y cambios de ritmo que la pueblan. Seguro disfrutaría con el roce de la gente, oído atento a las respiraciones de fatiga, alientos de esperanza y manos pacientes que la frecuentan a lo largo del día. Al caer la noche cada uno se sienta en un lugar de la mesa: la madre, el cocinero, los estudiantes, el camarero. Todas las profesiones que necesitan una mesa han pasado hoy por ahí. Nadie dice nada, no hace falta, el cansancio crea un vínculo que necesita del silencio para reposar.

 

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