La voz perdida

La voz perdida

Este mundo convulso
deja un desgarro en las afueras de la noche
y la soledad de un derribo.

Mas la actitud de escucha
llegará como mansa lluvia
cuando te inunda el agua desde dentro,
se ha derramado a cántaros
y ha templado tu piel.

Rotas palabras nos confunden
cuando se agrietan los renglones,
pero un ensayo de memoria
copiará los deseos que irrumpen silenciosos
para regar los brotes de esperanza,
y alcanzar la frescura de la alondra
que sobrevuela libre
en el vértice humilde de un destino.

Hay que tocar el dolor con los sentidos,
recuperar el llanto por los otros
con esa mansedumbre de paz entre los labios,
y dejad que las rosas crezcan
y liberen abrazos,
la confusión se borre con el sueño.

Hay un rumor que reconoce
la voz perdida,
y el leño de tus ojos de impaciencia arde.
El tacto que resbala por la piel
de tu vacío, quizá no entiende
requiebros de la sangre,
cuando un réquiem nos crece en los adentros,
entonces la piedad incendia nuestras almas.

Porque hay sueños en júbilo:
la sonrisa queda de un niño,
que vive en la periferia del confort,
apuesta en su pobreza
por la alegría.

Ser feliz es el código impreso en cada humano.

 

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