El primer anuncio

El primer anuncio
Foto | javiiiero (cathopic)
Del 16 al 18 de febrero se celebra un encuentro de la Iglesia española sobre el primer anuncio, Pueblo de Dios unido en la misión, que pretende continuar desarrollando las propuestas del Congreso de Laicos, Pueblo de Dios en salida, de febrero de 2020.

Se trata de un proceso de reflexión importante para seguir compartiendo experiencias y puntos de vista sobre cómo realizar hoy nuestra misión evangelizadora. Todos los cristianos y comunidades cristianas estamos llamados a implicarnos en esta reflexión y a acoger sus conclusiones en nuestras vidas. Es una nueva oportunidad en el ejercicio de la sinodalidad, del caminar juntos, escucharnos, dialogar, discernir desde la diversidad de nuestra Iglesia para buscar siempre ser más fieles al Evangelio.

El primer anuncio es comunicar la buena noticia del Amor de Dios encarnado en Jesús: Jesucristo nos ama, dio su vida por nosotros para salvarnos, está vivo a nuestro lado y camina con nosotros, tiene un proyecto de vida que ofrecernos para crecer en humanidad. Y eso, a cada persona y a todas las personas. Sin ese anuncio explícito no hay evangelización.

Se trata de un primer anuncio no solo en el sentido de que sea el primero en el tiempo, sino también de que es el principal, el que siempre hemos de hacer la Iglesia (cf. Evangelii gaudium, EG, 164). De ahí que sea tan importante discernir siempre la mejor manera de hacerlo. Ahora bien, no se trata de un nominalismo, de decir simplemente unas palabras, sino de anunciar y testimoniar inseparablemente. Es comunicar un acontecimiento, Jesucristo, una vida. En este sentido, de los muchos aspectos y dimensiones del primer anuncio, queremos destacar dos que nos parecen retos fundamentales para el hoy de nuestra Iglesia.

La primera es que el primer anuncio acontece mostrando la pasión por lo humano y la pasión por las personas pobres, desde la vivencia de la caridad (el amor fraterno) en todos los aspectos de la vida, también el amor en la vida social, la caridad política. Porque «en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros» (EG 178). Así, el primer anuncio toma cuerpo, se encarna, si los demás pueden ver en nosotros lo que señala el papa Francisco: «Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos (…) Todos los cristianos (…) están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor» (EG 183). Y en ello «cada cristiano y cada comunidad cristiana están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (EG 187). Pasión por lo humano, pasión por los pobres, que no es que sea condición para el primer anuncio, son dimensión constitutiva del mismo.

La segunda se refiere al cómo del primer anuncio. Nuestra experiencia evangelizadora en el mundo del trabajo nos dice que el primer anuncio es posible cuando caminamos juntos con las personas, particularmente con los pobres, cuando acompañamos sus vidas y nos dejamos acompañar por ellas, cuando cuidamos juntos la vida… Entonces es posible «dar razón de nuestra esperanza», anunciar a Jesucristo. Tejer vínculos de fraternidad en lo cotidiano es esencial para crecer en humanidad y para la evangelización. Y esto es posible cuando, personal y comunitariamente, nos ponemos al servicio de los demás. Sobre todo, comunitariamente, cuando somos una comunidad abierta, que acoge y promueve relaciones de comunión. El primer anuncio es posible cuando somos una comunidad que se preocupa y ocupa de la vida digna de todos.

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