El primer anuncio cristiano en un mundo que se busca a sí mismo

El primer anuncio cristiano en un mundo que se busca a sí mismo
Con motivo del próximo encuentro sobre el primer anuncio, convocado por la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, publicamos este Tema del Mes de Maite Valdivieso en el que recoge la experiencia evangélica y la visión de los movimientos apostólicos obreros, al que le seguirá una segunda parte, con prácticas más concretas, que se publicará en la edición digital (www.noticiasobreras.es) el 15 de febrero.

Son muchas las ocasiones en las que entramos en una librería simplemente por ver las novedades o por echar un vistazo a un libro que hemos visto en el escaparate. La imagen de la portada, el título nos anima a leer la contraportada donde encontramos unas líneas, breves, que condensan lo central de la historia y que nos dicen: sí, ¡esta historia está escrita para ti! Miramos las primeras frases, el final, nos detenemos en un fragmento. Ojeamos alguna página más. Cuántas veces, esta primera impresión nos ha posibilitado meternos de lleno en una gran historia.

Cogemos el Evangelio de san Marcos. Leemos el principio: «Comienza la buena noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Vemos como acaba. «Y les dijo: –Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad… El Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba la Palabra con las señales que la acompañaban».

Quizá nos han ido surgiendo preguntas y nos animemos a desentrañar esas páginas que se escribieron a finales del siglo I. ¿Quién es este Jesús del que Marcos dice que es Hijo de Dios? ¿Por qué es buena noticia? ¿A quiénes envía y por qué? ¿No es mucha pretensión llegar a todo el mundo? Parece que en esa misión no van a estar solos. Quien envía les seguirá acompañando a pesar de ya no está con ellos. Salen a predicar. La Palabra es importante, una Palabra a la que acompañan señales. ¿De qué señales se trata? Igual queremos saber más. La lectura nos ha absorbido de tal modo, que nos identificamos con el protagonista, queriendo vivir una vida como la suya.

Así le sucedió a Guillermo Rovirosa, primer militante y promotor de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), cuando iba distraídamente por las calles de París, le llamó la atención una gran muchedumbre ante la iglesia de San José. Preguntó por curiosidad qué pasaba, le dijeron que estaba el cardenal Verdier y entró como pudo. Le escuchó hablar, cosa de dos o tres minutos: El cristiano es un especialista en Cristo y, de la misma manera que el mejor oculista es el que más sabe de teoría y de práctica de ojos, así el mejor cristiano es el que más sabe de teoría y de práctica de práctica de Jesús. Aquellas palabras resonaron en él de una manera especial. Le ayudaron a darse cuenta de que, de Jesús, al que había rechazado, no sabía casi nada, ni de teoría y ni de práctica. Y le entraron ganas de saber algo.

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Supuso un giro en su vida: «Aquel momento fue la semilla de vida que la providencia amorosa dejó caer en mi estiércol, valiéndose de las palabras de su servidor, el arzobispo de París, que nunca supo ni pudo sospechar que iban a cambiar mi vida». El descubrimiento de la humildad, la pobreza y el sacrificio encarnados en la vida de Jesucristo y fundamento de su mensaje de Amor, le hizo ver la originalidad del cristianismo con relación a otras religiones. Descubrió que este mensaje no podía partir más que de Dios. Y no hubiera tenido valor para las personas si no lo hubiera puesto en un Dios encarnado.

Evangelizar significa llevar la buena nueva
a todos los ambientes de la humanidad y,
con su influjo, transformarla y
renovarla desde dentro

Como recoge Benedicto XVI en Deus caritas est: «Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (nº 1). En palabras de Lucía Ramón: «El cristianismo no es un programa. Es una experiencia de vida, un modo de estar en el mundo desde la confianza en una promesa. Arraigado en la fe-confianza en la persona y la promesa de Jesús, el cristianismo propone un estilo propio de vida buena y de buena vida. Una forma alegre, responsable y generosa de morar en este mundo donde son centrales el cuidado de todo lo viviente y el trabajo en favor de la justicia. Nos invita a transformar lo que a menudo es tierra hostil o desierto inhóspito en un mundo más humano y en un hogar habitable».

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