El primer anuncio en la pastoral obrera y del trabajo

El primer anuncio en la pastoral obrera y del trabajo
Publicamos el texto en el que se ha basado la ponencia “El primer anuncio en el mundo obrero y del trabajo”, de Maite Valdivieso, miembro del Consejo Asesor de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española y colaboradora de Noticias Obreras, continuación del Tema del Mes publicado en la revista de este mes de febrero,  en vísperas del encuentro convocado por la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida sobre esta parte fundamental de la misión de la Iglesia.

Índice

  1. La Iglesia es misión
  2. La Iglesia nace para evangelizar, para comunicar la buena noticia en todo tiempo, en nuestro hoy
  3. Enviados y enviadas al mundo obrero y del trabajo, como el buen pastor. Una buena imagen para hacer vida la pastoral obrera y del trabajo
  4. Compartiendo con los hombres y mujeres del mundo obrero y del trabajo sus gozos y esperanzas, sus alegrías y sus penas, porque nada humano nos puede ser ajeno. Encarnación
  5. Tendiendo puentes, derribando muros
  6. Ofrecer lo mejor que tenemos, Jesucristo, una vida, su propuesta liberadora. Por eso queremos preguntarnos y reflexionar juntos, juntas por el Primer anuncio
  7. Por eso nos preguntamos y hablamos de Primer anuncio
  8. ¿Y después del Primer anuncio, qué?

 

Quienes vivimos en los márgenes de un río, sabemos de la importancia de los puentes. Los puentes, al contrario que los muros, unen, salvan distancias, posibilitan la movilidad de personas y mercancías, pasando a la otra orilla nos permiten cambiar de perspectiva, encontrarnos, crear vínculos que de otro modo sería más complejo… Para que un puente sea eso, un buen puente, necesita tener bien asentados los pilares en cada una de orillas, aguantar el peso y no dejarse arrastrar por la corriente. Si observamos con detenimiento, podemos imaginar los esfuerzos, el saber, las horas de dedicación y trabajo, la multitud de oficios que han intervenido para ser lo que es ahora. También sabe de las dificultades, los riesgos, los costes incluso humanos que se han sucedido para que hoy, muchas personas puedan llegar a su trabajo, charlar con una amiga, o contemplar como baja el agua a través de sus ojos. Seguro que ha conocido sequías y alguna que otra inundación…

Dice Z.Bauman que “si se mide la capacidad de un puente para soportar el peso por la fuerza de su pilar más débil, la calidad humana de una sociedad debería medirse por la calidad de vida de sus miembros más débiles”. Tal vez podamos, parafraseando ese pensamiento, que la “calidad” de nuestra misión evangelizadora puede medirse por nuestra capacidad de vivir, hacer realidad y llevar la buena noticia del Evangelio a quiénes son sus destinatarios primeros, las personas empobrecidas de nuestro mundo, los hijos e hijas preferidos de Dios. Si en nosotros y nosotras se hace verdad ser Iglesia en el mundo obrero y mundo obrero en la Iglesia.

La Iglesia es misión

Esa imagen del puente, creo que puede ayudarnos a releer de nuevo, conscientes del cambio de época, en la complejidad y cotidianidad del día a día, el encargo que la Iglesia recibe del mismo Jesús. Recordamos su testamento que recoge Marcos al final de su Evangelio. “Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad….”.

Aquel grupo de discípulos que formaron con Él una comunidad de vida, se dispersaron con miedo y temor tras su muerte en la cruz. Ahora reunidos de nuevo y con nueva fuerza proclaman que está vivo, que es el Hijo de Dios. Una comunidad que desde el comienzo es apostólica y misionera.

El testimonio de los primeros discípulos enlaza con el Jesús histórico y con la Iglesia de hoy que se mantiene fiel a ese testimonio de los apóstoles. Ella es también apostólica. Ella debe “re-crear” esa tradición en las distintas épocas y en las diversas situaciones de la historia. Gracias al Espíritu, una y otra vez, se rejuvenece actualizando esa tradición como dinamismo vivo “hasta el fin de los tiempos”[1].

Una comunidad que se pone en marcha, abriendo las puertas y ventanas, que sale de su “encierro” y se pone en camino. Esa es la experiencia de Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.

Invoquémoslo hoy, nos insiste el papa Francisco, bien apoyados en la oración… Jesús quiere evangelizadores que anuncien la buena noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios” (EG, 259).

Eso es Evangelizar, llevar la buena nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: «He aquí que hago nuevas todas las cosas». (EN, 18)

La Iglesia nace para evangelizar, para comunicar la buena noticia en todo tiempo, en nuestro hoy

Sí, la iglesia nace para evangelizar, en todo tiempo, en nuestro hoy, marcado por la desigualdad y la globalización de la indiferencia. El economicismo está trayendo gran sufrimiento, desorientación, dificultades para vivir, y en muchos casos pérdida de esperanza. En un mundo donde todo está mercantilizado, no se respeta ni se valora el cuidado de la madre tierra, ni el trabajo invisible, ni el trabajo de cuidados que realizan prioritariamente las mujeres, que es imprescindible para que el sistema funcione, pero, sobre todo, para el sostenimiento de la vida.

El papa san Juan Pablo II lo decía con toda claridad y contundencia: «Los pobres… aparecen en muchos casos como resultado de la violación del trabajo humano; bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo –es decir, por la plaga del desempleo–, bien porque se desprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia» (LE, 8).

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”. (LS, 139)

En este tiempo donde el cristianismo ha dejado de ser evidente y las personas ya no creen tanto en Dios, Dios es muy terco, muy terco y sigue creyendo en la gente.[2]

Aquí, en nuestro aquí y ahora la Iglesia está llamada a vivir su misión, haciendo presente la buena noticia del proyecto de humanización y comunión que Dios nos ofrece y que se hace vida en Jesús de Nazaret; poniendo todo su empeño para favorecer el encuentro con Jesús, en la certeza que sigue vivo en la historia y sigue invitando a hacer su mismo camino, a vivir desde la verdad del amor, a desvivirse para que otros tengan vida, acompañando y sosteniendo a quien descubre que este camino, es camino de felicidad.

Los caminos de Dios no son nuestros caminos. No todo son buenas noticias.

Como Iglesia desde Pastoral Obrera es importante ayudar a poner nombre a las situaciones de deshumanización, a la negación de la dignidad de tantas personas que se da en nuestro mundo y que son contrarias al Plan de Dios. Poner en evidencia “el orden que tapa el desorden”, en esta lucha por la existencia, escuchando el clamor de los pobres y de la tierra, dando voz a las víctimas del sistema, rompiendo con la indiferencia. ¿Cómo hablar con credibilidad del Dios de la Vida? ¿Cómo poner “rostro” a Dios Padre-Madre que “escucha el clamor de su pueblo”?

¿Cómo ayudar a visibilizar las semillas de reino, “el trigo que crece en medio de la cizaña”? Es importante posibilitar, recoger, visibilizar tantas experiencias y propuestas que generan vida, que nos hablan de economía solidaria, de cuidado de las personas, de la naturaleza, de condiciones dignas de trabajo, de solidaridad.

Por eso el empeño de la difusión y la presencia pública en las plazas, en las calles, con un gesto, un acto, una concentración, una pancarta, un comunicado… convocados por nuestra iniciativa o sumándonos con otros. De ahí la importancia de los medios de comunicación con los que contamos los movimientos apostólicos obreros, las delegaciones y secretariados: una hoja, una revista, las diferentes publicaciones, las redes sociales,… contar con las nuevas tecnologías, medios audiovisuales….

Mirando la historia, una de las primeras decisiones en los movimientos apostólicos era tener un periódico, hoy contamos con otras herramientas. Son altavoz que amplía la voz de las víctimas y reconoce a ese Dios que toma partido por ellas, que su palabra es salvadora. Son una buena “disculpa” para acercarnos a las personas y los ambientes. Valorar la acogida de las palabras y los gestos del papa Francisco cuando habla de la situación de las personas migrantes o defiende el trabajo decente (p.e). Nos ayudan a colaborar al cambio de mentalidad, frente a una cultura que normaliza tantas situaciones, que hace oídos sordos o simplemente cambia de “canal”.

No nos es ajeno el esfuerzo por conocer y desentrañar qué pasa en nuestro mundo, por qué pasa, las cosas ¿las cosas tienen qué ser así, no hay alternativas? Por eso recurrimos a los análisis económicos, sociales, políticos, nos apoyamos en las ciencias. Podemos recordar todo el trabajo que desde el Departamento de Pastoral Obrera y del trabajo se realizó bajo el título “Trabajo humano, principio de vida”, o los Informes FOESSA. Nos ayudan a discernir y leer los signos de los tiempos, desde una mirada evangélica, a la luz de la Doctrina Social de Iglesia.

Enviados y enviadas al mundo obrero y del trabajo, como el buen pastor. Una buena imagen para hacer vida la pastoral obrera y del trabajo

En el comunicado de las XXV Jornadas Generales de Pastoral Obrera y del Trabajo (2019) se decía: “Reconocemos el trabajo como lugar humano, como lugar eclesial, como lugar teologal, y por eso el trabajo humano como principio de vida ha de seguir estando en el centro de la misión de toda la Iglesia. Ahí queremos vivir la Pastoral Obrera y del Trabajo la misión a la que nos envía la Iglesia. Así lo recoge el Documento La Pastoral obrera de toda la Iglesia (1994): “La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente ‘la Iglesia de los pobres'” (LE 8). Por eso ella ha de mostrarse hondamente sensible al mundo del trabajo y prestarle una atención y dedicación especial.

Volvamos a Jesús[3]. Jesús dedica toda su jornada al anuncio del Reino de Dios y a las personas, sobre todo a los más pobres y débiles, a los pecadores y a los enfermos. Jesús está en contacto con el Padre en la oración y después está en contacto con toda la gente para la misión. Él está siempre en relación, en salida, nunca aislado. Cristo no solo tiene palabras de vida, sino que hace de su vida una Palabra, un mensaje.

Su primer gesto público después de los años de la vida oculta en Nazaret, no es un gran prodigio, no lanza un mensaje con efecto, sino que se mezcla con la gente que iba para ser bautizada por Juan. Nos ofrece la clave de su acción en el mundo: entregarse por los pecadores, haciéndose solidario con nosotros sin distancias, en el compartir total de la vida.

Como un buen pastor (Lc 15, 3-9). Entonces como hoy, ser pastor no era solo un trabajo, que requería tiempo y mucho empeño; era una verdadera forma de vida: veinticuatro horas al día, viviendo con el rebaño, acompañándolo a pastar, durmiendo entre las ovejas, cuidando de las más débiles. Jesús no hace algo por nosotros, sino que da todo, da su vida por nosotros.

Una palabra que resume la acción de la Iglesia y que usamos a menudo es el término “pastoral”. Para valorar nuestra pastoral, debemos compararnos con el modelo, compararnos con Jesús Buen Pastor. En el descubrimos que no se contenta con contemplar el recinto de sus ovejas y tampoco las amenaza para que no se vayan. Más bien, si una sale y se pierde, no la abandona, sale en su busca. Así es el corazón pastoral. Reacciona de otra manera: el corazón pastoral sufre, el corazón pastoral arriesga. No se cierra, sino que arriesga: deja las noventa y nueve ovejas que están a salvo y se aventura por la única perdida, haciendo algo arriesgado y también irracional, pero acorde con su corazón pastoral, que tiene nostalgia de los que se han ido.

¿Tenemos sentimientos similares? Jesús, nos pide esto, acercarnos siempre, con el corazón abierto, a todos, porque Él es así. Se trata de amar para que los hombres y mujeres de hoy, se vivan como hijos e hijas felices de Dios. Nuestra vida sin este amor que sufre y arriesga, no va: si los cristianos no tenemos este amor que sufre y arriesga, corremos el riesgo de apacentarnos solo a nosotros.

Desde ese mismo amor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, desde el trabajo pastoral se nos está invitando a no quedarnos encerrados pensando en los que ya están, sino a correr riesgos y romper la inercia del “siempre se ha hecho así”, de trabajar y tejer alianzas con otras realidades sociales y pastorales, avanzando en la pastoral de conjunto. Compartíamos esta reflexión en las últimas Jornadas de Pastoral Obrera y del Trabajo, al hablar de transversalidad. En mayo de este año, el III Seminario Mons. Antonio Algora, centrará la reflexión en la realidad de las migraciones y el trabajo a desarrollar conjuntamente con la pastoral de migraciones entre otras.

Necesitamos tender puentes con pastoral social, pastoral familiar, pastoral de la salud, liturgia, las áreas implicadas en la iniciación cristiana… No podemos abordar la tarea evangelizadora, el anuncio de Jesucristo de manera aislada. Estamos en un nuevo tiempo. Necesitamos una opción misionera capaz de transformarlo todo, contando con el protagonismo del laicado, superando clericalismos, avanzando en sinodalidad.

Compartiendo con los hombres y mujeres del mundo obrero y del trabajo sus gozos y esperanzas, sus alegrías y sus penas, porque nada humano nos puede ser ajeno. Encarnación

Sin Encarnación no hay misión. Para sostener “nuestro puente” uno de sus pilares tiene que estar claramente enraizado en las condiciones de vida y de trabajo del mundo obrero. No se ama lo que no se conoce. Poner nombre y rostro a la precariedad, el desempleo, la siniestralidad, la escasez de vivienda, la lucha por la defensa de lo público, por unas pensiones dignas, la mejora de la vida en el barrio… Dolernos y conmovernos.

Solo desde el conocimiento profundo y viviendo la misma vida, “bañarse en el mismo mar humano”, aprojimándonos, escuchando, atendiendo los gritos, los ecos, los susurros, acompañando, sosteniendo, puede irse construyendo la amistad, generando vínculos, se puede transparentar con credibilidad el mensaje del Evangelio. Hay un refrán que lo expresa bien “dime con quién andas y te diré quién eres”.

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Cuando compartimos vida con nuestros vecinos, compañeros y compañeras de trabajo, con jóvenes sin perspectivas de futuro, con personas que han llegado de otros lugares en busca de un mejor futuro… y les reconocemos como hijos e hijas queridos por Dios, como hermanos y hermanas estamos en la mejor de las disposiciones para escuchar y reconocer esa llamada a comunicar el Amor de Dios, que Jesucristo es buena noticia para el mundo obrero, que su propuesta de vida es liberadora. Sólo se puede responder, dialogar, “hablando en su misma lengua”, con el “lenguaje” del amor.

Somos nosotros y nosotras con quien primero se encuentran. Ésta ha sido siempre la intuición de los movimientos apostólicos obreros, estar, acompañar, hacer protagonistas, formar militantes obreros cristianos. Joseph Cardijn, fundador de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), lo vivió con profundidad y supo transmitirlo a los y las jóvenes y esa manera de hacer sigue siendo una constante. “Hacer salir” a los jóvenes a la evangelización de otros jóvenes, a transformar el propio ambiente, “a modo de levadura en medio de la masa”, con un estilo humilde, sencillo y evangélico.

Detrás del encuentro que celebra la JOC en Carabanchel el próximo 2 de marzo como acto fin de campaña con el lema “¿Quedamos? Mensajes que separan, encuentros que construyen”, hay mucho de esta vida compartida y amor a los y las jóvenes del mundo obrero, atención a sus inquietudes, preocupaciones, a sus ritmos, a sus procesos, muchas invitaciones, confidencias, escucha…, también desencuentros o quizá indiferencia. Tal vez en algunas personas ha surgido una semilla que habrá que ayudar a fructificar. Leído en clave evangelizadora y en la dinámica del Reino es una oportunidad, un reto, que nos invita a dejarnos sorprender.

Cuando cada semana en la reunión de equipo al poner en común la encuesta o hacer una revisión de vida obrera, cada militante comparte un hecho conocido, está compartiendo su vida y la de las personas que lo han vivido, posibilitando desde la oración, la reflexión, el discernimiento comunitario descubriendo el paso de Dios por la historia, generando un proceso de conversión que crea fraternidad, comunión y va dando forma cristiana a quienes allí están.

Ese pequeño grupo de personas de mi entorno que cuido de modo especial (Grupo de acción) posibilita la amistad, tomar conciencia y crecer juntas, ofrecer, invitar… Supone ir poniendo en el corazón, en mis ocupaciones y preocupaciones a esas personas concretas, son parte de mi vida.

Desde el compromiso en las organizaciones propias del mundo obrero. Caminando juntas, sumando con otros en la búsqueda de una sociedad más justa, transformando las estructuras, poniendo la persona en el centro. Haciendo de los problemas personales, problemas políticos. Descubriendo en tantos hombres y mujeres en el sindicato, el partido político, la asociación de vecinos, … que no conocen a Jesucristo y se sienten muy alejados de la Iglesia, el aliento del Espíritu Santo y la llamada permanente a cuidar los vínculos, a buscar espacios para el encuentro, generando la confianza que nos lleve a esa conversación, ese intercambio de palabras, ese gesto desde el que hacer explícito que quién nos motiva y sostiene es Jesucristo, al que descubrimos en el rostro de tantos compañeros y compañeras y que su propuesta de vida es liberadora.

Tendiendo puentes, derribando muros

Hay muchas iniciativas que están siendo puente y que permiten abajar y derribar muros. Iniciativas que tenemos que agradecer, impulsar, fortalecer, ampliar… que son presencia humanizadora.

Destacar los encuentros que se han ido celebrando entre los movimientos apostólicos, las delegaciones o secretariados de pastoral obrera y del trabajo, el obispo diocesano y las organizaciones sindicales junto con algunas organizaciones empresariales, teniendo de fondo la situación que vive el mundo obrero, la defensa del trabajo decente o el cuidado de la vida en el trabajo. Cómo están ayudando a descubrir lo que nos une, a romper prejuicios, a mostrar que la Iglesia tiene entre sus preocupaciones la vida de los trabajadores y trabajadoras, que vivir desde Jesucristo nos hace más humanos, más solidarios, sitúa a la persona en el centro.

La presencia de militantes de la HOAC en iniciativas que ponen de relieve el drama de la siniestralidad laboral y la pérdida de vidas humanas, la situación de desamparo que se vive en muchos barrios de Andalucía, las dificultades relacionadas con la vivienda, los colectivos que sufren la precariedad laboral…, denunciando, escuchando y acompañando a las personas, haciendo propuestas, implicando a las instituciones y la opinión pública. Para esas personas están siendo ese abrazo amoroso de Dios, que da fuerza y sostiene en la debilidad, descubriendo un rostro de Iglesia samaritana que “se hacer cargo, que carga y se encarga” de esa realidad sufriente.

La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente que aglutina a diversos movimientos y organizaciones de Iglesia, se va consolidando en las diócesis, aunando esfuerzos, ayuda a ver la centralidad del trabajo en la vida de las personas y la necesidad de implicarse como Iglesia en la defensa de un trabajo digno

La conmemoración de las fechas significativas para el mundo obrero y del trabajo, el 8 de marzo, el 28 de abril, el 1º de Mayo, donde se unen la denuncia, el encuentro, la celebración compartida como comunidad cristiana.

La participación y la implicación en la lucha por el reconocimiento de la dignidad y la igualdad de las mujeres, la denuncia de la violencia de género y de tantas situaciones en las que ven recortados sus derechos, viviendo al interior de la iglesia esa urgencia. Como recoge el Informe de síntesis de la primera sesión del sínodo sobre sinodalidad (octubre 2023): “Cuando en la Iglesia se dañan la dignidad y la justicia en las relaciones entre hombres y mujeres, resulta debilitada la credibilidad del anuncio que dirigimos al mundo”.

Ofrecer lo mejor que tenemos, Jesucristo, una vida, su propuesta liberadora. Por eso queremos preguntarnos y reflexionar juntos, juntas por el Primer anuncio

En uno de los Boletines Guillermo Rovirosa relata muy gráficamente, cómo debe ser el hacer de un militante de la HOAC[4]. “Entre las numerosas figuras que el Evangelio nos presenta en la semana de Pasión hay una que a los militantes de la HOAC nos merece una especial atención. Es la borriquilla que llevó sobre sus hombros al Salvador, en el Domingo de Ramos. Entre todas las borriquillas que existían en el mundo, aquella fue precisamente la única escogida para llevar a Cristo. Cumplió su cometido con toda fidelidad y después volvió a la oscuridad de sus tareas, sin envanecerse de su privilegio circunstancial ¿No es lo mismo acaso lo que la Iglesia pide que hagan los militantes que han sido llamados a la HOAC? ¿Qué utilidad tuvo la intervención de la borriquilla? La de conseguir, sencillamente, que vieran a Cristo aquellas personas de la “masa” que estaban lejos de Él”.

Esta es nuestra tarea, es lo que nos pide la Iglesia y lo mejor que podemos y queremos ofrecer. Llevar a Cristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Porque hemos descubierto que la mejor forma de vivir es vivir una vida como la suya, que tiene pleno sentido, ser como Él, ser Él. Como decimos en la Oración a Jesús obrero “Pensar como Tú, Trabajar contigo y Vivir en Ti”.

Por eso vamos a ir poniendo lo mejor que somos y tenemos para que con quienes convivimos tengan esa misma experiencia. Desde “esa Alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Porque quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. (EG, 1). Poder contagiar esa Alegría.

Hacer ese camino juntos y juntas. Por eso construimos puentes, tratamos de derribar muros y de generar vínculos que faciliten ese encuentro, que siempre será personal. Identificándonos con Él, percibirle en los hermanos y hermanas, construyendo un mundo, en palabras de Tomás Malagón, “tal y tan verdaderamente humano que ante el Padre y ante los hombres sea ya en plenitud y de hecho, gloria de Dios”, donde puedan reconocerse como hijos e hijas queridos. Como buenos sembradores, preparamos la tierra para acoger la semilla y pueda dar fruto, sabiendo que la semilla crece sin saber cómo (Mc 4, 26-29).

Así la oración se comprende como ese momento de intimidad, para que nuestro corazón se configure con el suyo y vayamos adquiriendo sus mismos sentimientos[5].

Aquí encuentra su sentido la formación como ese proceso que nos permite adquirir “forma cristiana”, que es camino de espiritualidad, “en este permanente contraste entre fe y vida, desde el ver, juzgar, actuar. Desde la vida y para la vida, personal y comunitariamente, protagonistas.

“Solo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? (EG, 8).

Sin olvidar, que esto sólo es posible vivirlo en comunidad. En esa pequeña célula de vida que es el equipo, como reflejo de Dios-Trinidad, siendo comunidad de vida, de bienes y de acción; en la parroquia, en nuestra Iglesia diocesana.

La formación, la oración, la Iglesia-comunidad de testigos, son los cimientos del otro pilar del puente, como “mediaciones” que posibilitan permanentemente volver a Jesucristo, no sólo porque guardan “su memoria”, su Palabra, sino porque su mismo Espíritu se hace presente. “Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos”. “Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Por eso nos preguntamos y hablamos de Primer anuncio

Porque no podemos dejar de decir a los hombres y mujeres del mundo obrero y del trabajo que Dios quiere su felicidad, aunque no le conozcan, no hayan oído hablar de Él o le consideren alguien distante, que no tiene nada que ver con sus vidas. Porque contamos con Jesucristo que nos ha develado su rostro de Padre-Madre. ¿Qué quién es Dios? El Cercano, el Tierno, el Misericordioso. Esta es la realidad de Dios. Él está cerca. Sólo quiere que acojamos su Amor[6]. Como a Zaqueo, a través de nuestro testimonio, Jesús les dice “Baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa. Ojalá que como Zaqueo, baje a toda prisa y lo recibía muy contento. (Lc 19, 6).

Emplear el término “primer anuncio” en el marco de la Acción Evangelizadora, nos remueve, ayuda a romper cansancios e inercias. Tiene carácter pro-vocativo, interpelativo, de llamada. Es una invitación que espera respuesta. Su originalidad está en ser portador y facilitador de aquello mismo que anuncia: el encuentro inicial o renovado con Jesucristo resucitado, como salvador real de cada persona en su contexto existencial y social y concreto. Una propuesta breve y concentrada, ofrecida al hilo de la vida y en un contexto de amistad y de diálogo. ¿Por qué anunciar? Porque gratuitamente lo he recibido y debo darlo gratuitamente.

Conscientes que el anuncio no parte de nosotros. Nosotros no somos los protagonistas, somos “puente”. El anuncio debe dar el primado a Dios y dar a cada persona la oportunidad de acogerlo, de darse cuenta que Él está cerca. Solo es posible desde el testimonio que involucra todo, mente, corazón, manos, todo: el lenguaje del pensamiento, el lenguaje del afecto y el lenguaje de la acción. No se puede evangelizar solamente con la mente o solamente con el corazón o solamente con las manos. Todo se involucra[7].

Dejando que resuene con novedad: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte»…. Es el anuncio primero en sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos» (EG, 164).

Todo un reto personal, eclesial, pastoral, un cambio de mentalidad, que nos sitúa en salida. “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. (EG, 24)

¿Y después del Primer anuncio, qué?

Cualquier relación si queremos que perdure necesita tiempo para asentarla, cuidarla, atenderla, mimarla. Cuando esa relación nos produce alegría y llena nuestra vida, la comunicamos, nos posibilita abrirnos a realidades y situaciones nuevas, nos da fortaleza para asumir nuevos retos. Hay experiencias que transforman la vida.

Somos conscientes que acontecimientos, dificultades, cambios, intereses diversos pueden hacer que se tambalee una relación que parecía duradera. En esos momentos puede ayudarnos hacer memoria, recordar porqués, volver “al amor primero”…

Es necesario articular espacios, procesos, acompañarnos… El seguimiento de Jesús no se vive en solitario, se vive en comunidad. Necesitamos del acompañamiento personal y comunitario, la acogida, cuidar la vinculación con la comunidad. Contar con los procesos articulados de iniciación cristiana, seguir profundizar en la oración, la celebración, la espiritualidad. Este es el papel que tiene en los movimientos apostólicos los procesos de Iniciación. Tiene que haber un planteamiento de pastoral de conjunto, con la implicación de las diferentes áreas pastorales, aunando el papel de las parroquias, las unidades pastorales, los movimientos apostólicos…

 

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Notas
[1] Espeja, J. Jesús de Nazaret. La mística de una sociedad fraterna. Ed HOAC (2020) pág8-14
[2] Frase de J. Múgica, periodista, Bilbao.
[3] Papa Francisco. Catequesis: La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 2.-Jesús, modelo del anuncio. Audiencia 18 de enero 2023.
[4] Guillermo Rovirosa, Obras completas. Tomo V pág. 484-485.
[5] Papa Francisco. Catequesis: La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 2.-Jesús, modelo del anuncio. Audiencia 18 de enero 2023.
[6] Papa Francisco. Catequesis: La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 2.-Jesús, modelo del anuncio. Audiencia 15 de febrero 2023.
[7] Papa Francisco. Catequesis: La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 2.-Jesús, modelo del anuncio. Audiencia 15 de febrero 2023.
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