Daniel Barreto: “Las crisis económica, ecológica y psicológica están detrás de la polarización”

Daniel Barreto: “Las crisis económica, ecológica y psicológica están detrás de la polarización”
Daniel Barreto González, doctor en Filosofía y profesor en el Instituto Superior de Teología Islas Canarias (ISTIC), abordará la ponencia “De la polarización social a la democracia autogestionaria”, el martes 19 de marzo, a las 19:30 horas, en la Casa de la Iglesia, pudiéndose seguir también en Zoom.

Para el ponente es hora de “imaginar una subjetividad con capacidad crítica, capaz de análisis propios y libres sobre lo que está sucediendo en la sociedad, que remite también a una tradición democrática autogestionaria”.

¿Qué vas a plantear en tu ponencia?

Quiero abordar las razones profundas de la polarización social y política en España. La palabra “polarización” fue elegida por la Real Academia Española en 2023 como la palabra del año. Está en todos los medios de comunicación: la guerra cultural contra el enemigo, la demonización del adversario, la visión de la realidad en términos de blanco y negro, de buenos y malos. Eso se atribuye a razones muy distintas: pérdida de valores, la influencia de fake news, la descomposición de las familias.

Voy a plantear que estamos en razones de fondo, que no solamente tienen que ver con la realidad española, sino con la internacional. Y tenemos que ir a las raíces de unas grandes transformaciones sociales en curso, que están detrás de un tipo de individualidad, de sentimientos de temor y de miedo, que están provocando una respuesta populista, autoritaria, que intenta proteger falsamente al individuo del miedo a la transformación social.

A una crisis personal de los individuos, donde estos temen su propia fragmentación psíquica, que no es un asunto de valores, sino que está producida por la crisis económica y ecológica mundial. La crisis de 2008 a 2014 se ha cerrado en falso y estamos ante una incertidumbre latente, que remite a la imposibilidad de crecimiento económico en el sistema capitalista. La ausencia de crecimiento genera en los individuos el miedo a estar de más, el miedo a ser población sobrante. La innovación tecnológica amenaza la integración de los individuos en el mercado laboral. La crisis ecológica supone también una amenaza a la forma que la sociedad moderna ha construido la reproducción de la vida. No es compatible el crecimiento capitalista con el sostenimiento y el respeto a la naturaleza.

¿Y la crisis psicológica?

Esa contradicción está produciendo una crisis en su propia autoestima, en su propia consideración personal. Las crisis económica y ecológica redundan en la crisis de los sujetos, que derivan en problemas de salud mental, depresión, ansiedad, respuesta de violencia hacia los más débiles, con la que se intenta compensar el miedo de los individuos a ser insignificantes, la transformación social en curso y el apoyo a movimientos autoritarios, donde el individuo puede aliviar sus miedos, su debilidad personal, diciendo que pertenece a colectivos fuertes, que se construye sobre la xenofobia, el racismo y formas de antisemitismo. Eso es lo que está detrás de la polarización.

¿En qué medida el malestar social influye en la polarización política o es al revés?

Se retroalimentan. Es un caldo de cultivo social que es aprovechado por la política para el éxito y rédito electoral. Por eso el éxito del populismo de derechas en todo el mundo, desde el de Brasil, al Brexit, Trump, lo que estamos viendo en Portugal, en Argentina… No son fenómenos que se puedan explicar por contextos políticos nacionales, sino que tienen que ver con la transformación estructural del capitalismo. Y la clase política responde electoralmente a la transformación de la estructura social y al mismo tiempo la refuerza. Existe también una cultura democrática que pueda resistir de algún modo a la distorsión de la realidad que plantea los movimientos políticos populistas autoritarios. El error sería pensar que este aumento del autoritarismo está propiciado solo por los partidos políticos, porque se trata de una retroalimentación recíproca entre sociedad y partidos.

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¿Qué salidas hay para la polarización?

Es preciso analizar al tipo de personalidad que está entregándose a los movimientos autoritarios, xenófobos y racistas. Es un tipo de individuo que renuncia a su propia capacidad crítica y reflexiva, un individuo que procede de los valores burgueses individualistas, encerrado en sí mismo, educado en el mundo neoliberal, que, ante la crisis de ese mismo mundo, intenta responder a la debacle personal y social fusionándose con colectivos. Frente a eso deberíamos imaginar una subjetividad con capacidad crítica, capaz de análisis propios y libres sobre lo que está sucediendo en la sociedad y, al mismo tiempo, comprometerse en formas de organización política que no la anulara y convierta en mero objeto de movimientos populistas. Esa subjetividad crítica remite a la cultura democrática en general, y, en particular, a las tradiciones de la democracia autogestionaria.

¿Por qué crees que la democracia autogestionaria puede ser una alternativa para alcanzar una sociedad igualitaria y libre?

Porque enfatiza una forma de participación en la política donde cada individuo tiene una responsabilidad moral y no es un objeto pasivo de la gestión y la técnica. La democracia como moral prolonga virtudes cívicas que las tradiciones cristianas podrían ayudar a fortalecer en la sociedad. Me estoy refiriendo sobre todo a la compasión como virtud política. En principio la compasión parece ser solo un sentimiento, de hecho en filosofía por lo general tiene mala prensa, pero si se profundiza en ella, descubrimos que es un sentimiento moral. No es absoluto incompatible con la razón crítica porque conlleva una visión de la dignidad del ser humano. La compasión pensada como virtud moral desemboca en el compromiso político y, ayudada por la conciencia crítica, podría resistir quizá al conformismo de la mera gestión y de la reducción de la política a la estructura de los partidos. También a la polarización y sus manifestaciones más peligrosa: la construcción del enemigo como fundamento de la política. Por otro lado, la tradición de la democracia autogestionaria a la que me refiero tuvo su fuerza en algunos sectores del movimiento obrero en España durante los años 60, 70. De hecho una parte no menor del movimiento obrero de la inspiración cristiana enarboló la referencia a la democracia autogestionaria frente a corrientes de la izquierda que habían sido claramente autoritarias.

¿Qué puede hacer la ciudadanía?

Para empezar combinar dos compromisos. Primero, formarse con otros en la comprensión crítica de la realidad para desmontar la distorsión y engaño del populismo autoritario, que se construye sobre el racismo y la xenofobia. Y, segundo, organizarse en formas de participación democrática que recuperen el impulso hacia la autonomía que anidaba en el espíritu autogestionario.

 

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