¿Quiénes desean la muerte del papa Francisco? Dios, desde luego, no

¿Quiénes desean la muerte del papa Francisco? Dios, desde luego, no

Hay que reconocer que el deseo de que el pontificado del papa Francisco concluyera cuanto antes ha sido una constante desde sus primeros meses; un deseo que han manifestado los sectores más ultraconservadores de la Iglesia católica y, también, sectores económicos y financieros y sociales.

Este deseo tiene dos caminos. Uno, que sería la dimisión y el otro que tuviera una enfermedad que lo incapacitara o falleciera. No es de extrañar que ese deseo se tradujera en peticiones a Dios para que interviniera con su mano poderosa y acabara con Francisco, para que viniera otro Papa y restableciera de nuevo una Iglesia basada en el “poder imperial de los ministerios sacerdotales, episcopales y papales”, el clericalismo como categoría absoluta y absolutista, el ritualismo, el alejamiento de la gente y de las personas empobrecidas y siempre a la sombra del poder político y económico.

La revelación pública de esos sacerdotes que desean que el Papa se vaya al cielo cuanto antes y, para ello, hay que rezar con mucha fuerza para que se haga realidad, es la expresión de ese pensamiento y sentimiento que se encuentra insertado en sectores muy conservadores y no sé por qué fenómeno mental establecen una relación con Dios, donde no se trata que crean en Dios, sino que Dios creen ellos y, por tanto, se consideran los auténticos portavoces de Dios. Son incapaces de aceptar la diversidad, la pluralidad eclesial, sólo existe su modelo de Iglesia y su figura de Dios, todo lo que está fuera, hay que rechazarlo o eliminarlo o excomulgarlo. Identifican la opción preferencial por los pobres como una opción del demonio y del comunismo.

Personalmente, me alegro que haya salido a la luz pública esta tertulia a través del YouTube porque ha visibilizado un pensamiento que existe y, vuelvo a insistir, se traduce en que dimita, se incapacite, bien por enfermedad o por inhabilitación, o fallezca. Hemos visto como los cardenales Burke, Müller y Sarah han cuestionado abiertamente al papa Francisco y han maniobrado contra él para su inhabilitación. Vemos como obispos españoles como Sanz, Munilla o Rouco Varela, han manifestado abiertamente su rechazo al magisterio de Francisco. 

Dios debe estar muy enfadado con estas actitudes, tan alejadas del Evangelio y de la propia Iglesia, sobre todo, porque reflejan un odio muy profundo y arraigado. Pero, ¿por qué este rechazo que llega hasta desearle su muerte? Porque el papa Francisco ha sido coherente, sin obviar sus contradicciones y sus pecados, con los evangelios y con la Doctrina Social de la Iglesia. Porque ha escuchado y acompañado a ese pueblo empobrecido y ha denunciado a los enriquecidos, diciendo que este sistema capitalista mata. Porque ha pedido que los pastores huelan a oveja, y no estén al servicio de la idolatría del dinero; que sean sencillos, cercanos y comprometidos con la gente y que huyan del lujo y el confort. Los rechazan por su gran humanidad que nace de la fe, que le lleva a decir que ¿Quién es él para juzgar a los homosexuales? O negarles la bendición de Dios como aparece en la Declaración Fiducia supplicans.

El papa Francisco es valorado por su credibilidad porque ha apostado por la acogida de las personas migrantes y refugiadas, porque ha denunciado las actitudes racista y xenófobas y del rechazo del pobre. Porque ha expresado su apoyo a los movimientos populares, a los movimientos de los campesinos e indígenas. Es rechazado porque no habla de cuestiones genéricas, sino que pone rostros de las víctimas y de sus verdugos. Es rechazado porque ha abierto la puerta de una Iglesia samaritana, sinodal y porque ha dado un impulso en el papel de la mujer dentro de la Iglesia. Se rechaza porque ha defendido el derecho al trabajo digno, a la tierra y al techo, uniéndolo al cuidado de la casa común, del planeta.

Damos gracias a Dios por el papa Francisco y deseamos que sus detractores, sus grandes detractores se conviertan y descubran que detrás de este pontificado se está construyendo una Iglesia, cuya misión no es trabajar para el poder ni ser cómplice con él, sino construir el reino de Dios, que es el reino del amor, la misericordia, la compasión, la paz, el perdón, la libertad y la fraternidad, porque todos somos hermanos y hermanas.

 

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