El problema de los tiempos y la jornada laboral de cuatro días

El problema de los tiempos y la jornada laboral de cuatro días
La semana laboral de cuatro días ha emergido como adaptación al parón económico derivado de la COVID-19, para mejorar la organización del trabajo y distribuir el empleo. En este primer texto que publicamos sobre los tiempos y el trabajo, el profesor Albert Recio analiza y reflexiona sobre lo que implica esta propuesta.

El debate sobre el tiempo de trabajo es un debate esencial a la hora de plantear una sociedad deseable. Y la mejor manera de afrontarlo es partiendo de algo obvio: cualquier actividad humana requiere tiempo.

El tiempo de la actividad no es una mera cantidad, puesto que una gran parte de las actividades humanas se realizan con la presencia o participación de otras personas y, por tanto, requieren coordinación de tiempos. Incluso otras tienen una fuerte conexión con ciclos vitales que exigen realizarse preferiblemente en franjas horarias específicas (es el caso del tiempo de dormir, hacerlo en horas inadecuadas tiene efectos perversos para la salud). Esto genera una complicación adicional y exige considerar el tiempo de trabajo no solo como una cantidad, sino también como una cuestión de compatibilidad con otras actividades.

En las sociedades tradicionales, en las que gran parte de la vida estaba organizada en unidades productivas semiautónomas el reparto de los tiempos se hacía según necesidades y constricciones del momento, y el objetivo de la subsistencia organiza toda la vida social (aunque antropólogos y estudiosos de los tiempos han mostrado que en las sociedades precapitalistas la gente tenía limitadas sus necesidades y había disponibilidad de tiempo para actividades alternativas).

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