El ocultamiento del inmenso sufrimiento de las familias

El ocultamiento del inmenso sufrimiento de las familias
¿Qué puede sentir una madre y un padre cuando recibe la carta del juzgado diciéndoles que en tal fecha y a tal hora tienen que abandonar su casa, su hogar? ¿Qué puede sentir un padre y una madre cuando la respuesta de la Administración Pública ante su grito de desesperación, porque los echan a la calle y no tienen alternativa habitacional, es “no tenemos viviendas?

¿Qué puede sentir una madre y un padre que están inmersos en la pobreza, tienen el frigorífico vacío y encima hacen un esfuerzo inmenso ante sus hijas e hijos para no mostrar su desesperación y su derrumbe? ¿Cómo pueden abrazarlos sin llorar amargamente?

Es un inmenso sufrimiento y una sufrimiento de miles de familias, porque, a pesar del silenciamiento y de la ocultación, se siguen produciendo miles de desahucios. Hay un tema que pasa desapercibido y es el sufrimiento de las hijas e hijos, que no entienden por qué tienen que irse a otra casa, por qué tienen que dejar su escuela y a sus amistades. El daño a la infancia desahuciada supone un daño físico y emocional muy grande y que no se tiene en cuenta. ¿Dónde quedan los derechos de la infancia en un desahucio?

Acaba de salir los datos ofrecidos por el Consejo General del Poder Judicial que indican que en el año 2020 se produjeron 29.406 lanzamientos, de los cuales 6.915 eran derivados de ejecuciones hipotecarias; 21.145 derivado de impagos de alquileres y 1.346 de otras causas. No hay que olvidar que entre marzo y junio no hubo prácticamente actividad judicial por la pandemia. Durante la pandemia se produjeron desahucios ¡Cuánto dolor! Y ¡Cuánta desesperación! Hubo familias que no se quedaron en casa, porque las echaron a la calle.

En caso de no abandonar la vivienda se considerará “una ocupación indebida”

Hay muchas familias que están recibiendo cartas de fondos buitres que le indican que el alquiler social termina y que “tenga a bien dejar el inmueble, coordinando el día y hora de visita y entrega de llaves correspondientes”, facilitando un número de teléfono. En esas cartas les indica que en caso de no abandonar la vivienda se considerará “una ocupación indebida”.

Dicha carta termina con una frase hiriente y llena de cinismo: “Le agradecemos su colaboración y esperamos que haya disfrutado de una estancia agradable en nuestra vivienda”. Nos comentan las familias que sienten pánico, no es ninguna exageración, cuando ven a los carteros y se sobrecogen cuando oyen el timbre de la casa, por si fuera una carta certificada donde posiblemente les indique que tienen que abandonar su vivienda en el plazo establecido.

Nos comentan que cuando reciben alguna carta tardan en abrirla y cuando lo hacen, les tiemblan las manos. Todo esto nos lo comunican con lágrimas en los ojos y suelen terminar con una frase tremenda: ¿Dónde voy a ir si no tengo ninguna casa? ¿Qué va a ser de mis hijos? Y, terminan con la pregunta de si creo que los servicios sociales les quitarán a sus hijos por esta situación.

Nuestra respuesta es que les vamos a acompañar, que vamos a estar a su lado y que vamos a luchar juntos con salir de esta situación. Les decimos que no les vamos a dejar solos en ningún momento. Les decimos que lloren, pero, que no se derrumben, porque son buenos padres y madres y que la responsabilidad es de un sistema que los dejó abandonados en el paro y en la precariedad, que viola el derecho a la vivienda, que se recoge en nuestra Constitución Española y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Les decimos que vamos a caminar juntos y que ellos deben recuperar su autoestima y ser los protagonistas de esta lucha.

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Quieren ocultar este inmenso drama con la cuestión de la ocupación, cuando para muchas familias la ocupación de una vivienda de un banco o fondo buitre ha sido, ante la falta de una alternativa habitacional, un acto de desesperación, de la única salida. En este sentido, podemos decir que se han conseguido alquileres sociales de viviendas ocupadas de bancos con el apoyo de servicios sociales, porque eran familias vulnerables, con trabajos precarios y eventuales, con sueldos muy bajos.

Quieren tapar este inmenso sufrimiento
con situaciones muy concretas de mafias y clanes
que no tienen que ver con este drama

Quieren tapar este inmenso sufrimiento con situaciones muy concretas de mafias y clanes que no tienen que ver con este drama. Hay que decir que no hay ningún vacío legal y pretenden engañar diciendo que sales de tu casa, te la ocupan y no puedes hacer nada. Hay muchos jueces y juezas que han mostrado su indignación, porque dicen que eso se llama allanamiento de morada y usurpación y que se actúa inmediatamente. Dicen estos jueces y juezas que cuando alguien entra a tu casa, generalmente, es para robar, no para quedarse y piden a los partidos políticos y a los medios de comunicación que no tergiversen la realidad y que el Código Penal es muy claro y que los juzgados actúan de inmediato ante esa situación.

Con esta realidad, y sus graves consecuencias tanto en lo social como en la salud mental, la pregunta de cómo se ha silenciado, cómo se ha ocultado este inmenso sufrimiento de tantos desahucios en una sociedad tan mediática e hiperconectada. Una de las respuestas es que las familias siguen sintiendo una gran vergüenza social por el desahucio, porque se sienten fracasadas, sobre todo, delante de los hijos e hijas y se callan y prefieren dejar su vivienda sin hacer ruido, meterse en una casa, aunque sea vieja y húmeda, u ocupar una vivienda de un banco si no tienen otra opción. Otra respuesta ha sido la presión de las entidades financieras y los fondos buitres para sacar esta situación tan inhumana del foco mediático y poniendo el foco en ocupaciones concretas vinculadas a mafias como si ese fuera el problema.

Los desahucios es un problema social, no de juzgados, que necesita una ley de vivienda que abarque la dación en pago, un fondo de viviendas suficientes para garantizar un alquiler social como alternativa social, la paralización de un desahucio hasta que se consiga una alternativa social, garantizar los suministros básicos. Y, todo esto, unido a un trabajo digno y una renta básica que garantice el bien común y la dignidad humana, en conflicto con la especulación y la avaricia de las entidades financieras, fondos buitres y políticos cómplices.

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