Vida significativa

Vida significativa

Este año la Semana Santa abarca los últimos días de marzo y los primeros de abril. El mes de abril empieza, justamente, con el Jueves Santo. Una vez más, la liturgia nos traslada al cenáculo, el lugar donde Jesús quiso resumir, en gestos, toda su vida, y regalarnos su presencia y alimento, para siempre.

El gesto de arrodillarse, como un sirviente, para lavar los pies de sus discípulos, animándoles a hacer lo mismo, no pide mucha explicación. Es un gesto elocuente. La vivencia del pan y vino de la Eucaristía nos lanza a la entrega y el servicio hacia nuestros hermanos, especialmente los que más sufren. La Eucaristía se completa y verifica en el servicio. La Cruz del Viernes Santo nos recuerda hasta dónde llegó el Amor de Jesús y su compromiso con el Reino. Pero también nos indica que solo nos hacemos sus seguidores si somos solidarios con los crucificados de este mundo. Y en el Domingo de Pascua, el mismo Dios certifica, resucitando a su Hijo, que la Vida puede más que la muerte, que la última palabra siempre la tiene el Amor y la entrega de uno mismo. Celebrar la resurrección de Jesús, en este momento actual, en el que tantas personas han perdido la vida por la pandemia y otras enfermedades, y por la injusticia de este mundo, significa inyectar una buena dosis de esperanza, y «vacunarnos» de todo pesimismo y resignación.

Contenido exclusivo para personas o entidades suscritas. Para seguir leyendo introduce tus datos o suscríbete aquí. Si no los recuerdas, haz clic aquí

¿Necesitas ayuda? ¿Algo que aportar?