La vida, una hermosa aventura

La vida, una hermosa aventura
Foto:| TRAVELERGEEK (Unsplash)
También en verano. Buscaré tiempo para descansar y seguir dejándome sorprender por la inalienable dignidad y ternura de mis hermanos, consciente de que piso tierra sagrada, donde el Dios amoroso se hace presente y me visita. Orando, trabajando y anunciando, con pequeños gestos, que es posible la amistad social y la fraternidad universal a la que estamos llamadas y llamados por el Dios de la Vida.

«¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, qué es el hijo de Adán para que cuides de él?» (Salmo 8).

Cuando Fall, Amadou, Alioune, Fallou, Ousmane me miran a los ojos, cuando en las clases de español que tenemos tres veces a la semana, repiten con gracia las palabras y frases propuestas. Cuando juntos cantamos y bailamos con alegría canciones de su país y del nuestro… Cuando poco a poco van confiando en mí y comparten la realidad que viven en su país, por qué vienen, la dureza del viaje en patera; sus miedos y esperanzas… entonces intuyo la hondura de este salmo. Y con asombro agradecido traigo a mi corazón las palabras de Jesús: «Fui forastero y me acogieron…» (Mt. 25, 35).

Contenido exclusivo para personas o entidades suscritas. Para seguir leyendo introduce tus datos o suscríbete aquí. Si no los recuerdas, haz clic aquí

 

También puedes leer —  Compensar las desventajas de partida
¿Necesitas ayuda? ¿Algo que aportar?