La esperanza en un mundo incierto y vulnerable

La esperanza en un mundo incierto y vulnerable
Foto | Global Crop Diversity Trust (Flickr)
Hemos construido un mundo tan extraordinariamente complejo como vulnerable. Sirvan como muestra los siguientes acontecimientos.

El 23 de marzo de 2021, la fuerza de los vientos y la poca visibilidad ocasionada por una tormenta de arena hizo que se atravesara en el Canal de Suez el buque portacontenedores Ever Given. Al factor climatológico se le sumó otro estructural: el evidente desajuste entre el tamaño del buque y la anchura del canal. Todo ello provocó la paralización del transporte marítimo y, como consecuencia, la interrupción de buena parte de los intercambios de carácter internacional. No fue el único acontecimiento que reveló las debilidades estructurales del comercio mundial: el parón productivo ocasionado por la COVID-19 está provocando importantes desajustes con la demanda y ha desbaratado muchas de las bases logísticas y de las redes globales de suministro (escasez de microchips y de otros componentes e insumos).

El capitalismo digital también muestra sus vulnerabilidades. Seis de cada diez sitios o servicios web en todo el mundo dependen solo de tres proveedores: Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud. Junto a esos tres gigantes existe una red superpuesta de computadoras que contienen copias de datos para facilitar el acceso rápido a la información y distribuir el tráfico por la red. Esta red de distribución de contenidos (CDN, content delivery network, en inglés) está en manos de empresas menos conocidas como Cloudfare, Akamai y Fastly. Esta última fue la responsable del error de programación que provocaría la caída de miles de páginas de internet el 9 de junio de 2021. A estos errores involuntarios se añaden los cada vez más frecuentes ciberataques que sufren los Gobiernos, municipios e infraestructuras de un país (como hospitales, redes ferroviarias u oleoductos).

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Los riesgos derivados de la crisis energética y climática están haciendo aflorar iniciativas cuando menos sorprendentes. En el archipiélago noruego de Salbard, en el océano Glacial Ártico, se encuentran la Bóveda Global de Semillas y el Archivo Mundial del Ártico. La Bóveda, que se empezó a construir a finales del año 2006, está excavada bajo el permafrost y rodeada de una gruesa capa de roca que mantiene la temperatura ambiente a un nivel de congelación sin necesidad de recurrir a sistemas eléctricos. Allí se albergan cientos de millones de semillas a fin de preservar la biodiversidad del planeta del desastre que ya ha comenzado con la expansión mundial del sistema agroalimentario industrial y los efectos del cambio climático. A su vez, el Archivo del Ártico ofrece un lugar seguro para la ingente cantidad de datos y conocimientos relevantes que la humanidad ha ido atesorando y que se ven amenazados ante el riesgo de que intermitencias en el suministro eléctrico colapsen los sistemas informáticos que sostienen la red digital actual. El Archivo está preparado para resistir catástrofes naturales, conflictos armados y ciberataques puesto que la información almacenada no se encuentra en red. Los documentos se guardan en un formato de película que puede resistir más de 500 años sin corromperse.

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