Fernando Díaz: «Necesitamos recuperar la encarnación y las periferias»

Fernando Díaz: «Necesitamos recuperar la encarnación y las periferias»
Fernando Díaz Abajo ha sido consiliario y responsable de Animación en la Fe en la Comisión Permanente de la HOAC desde 2015 a 2023 en dos mandatos consecutivos, lo que le ha permitido ser testigo de importantes acontecimientos eclesiales y sociales y acumular numerosas experiencias.

¿Qué valoración hace de su paso por la comisión permanente de la HOAC?

Valoro estos años como una gracia de Dios, a pesar de los momentos duros, que también ha habido. En alguna ocasión he dicho que tener que prestar este servicio fue respuesta a mis oraciones, aunque Dios responda de un modo distinto a como uno desearía. Ha habido retos importantes. Poner en marcha todo lo aprobado en una asamblea general no es fácil. Y preparar una asamblea general, ya no digamos.

Cuando llegué nos encontramos el reto de culminar el dialogo con la Conferencia Episcopal sobre nuestro ser Acción Católica (AC), restaurar relaciones con el episcopado que, en algunos casos, estaban muy deterioradas; abordar la compleja dimensión internacional y nuestra presencia en el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) y el Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE), dinamizar toda la ministerialidad de la animación de la fe en la HOAC, acompañar la debilidad de bastantes diócesis, pequeñas, debilitadas, impulsar la vivencia de la formación como cauce de la espiritualidad, todo el proceso de reflexión en torno al uso militante de nuestros medios… Los procesos en la HOAC son lentos, porque son procesos de conversión, y no dependen solo de que los aprobemos por mayoría, sino de que los hagamos vida, y en esto siempre hay resistencias personales que necesitan seguir siendo evangelizadas. Quizá es más lo que yo he recibido que, lo que, para realizar ese camino, torpemente, yo he podido aportar.

Para mí, hubo, personalmente, momentos muy duros en la pandemia, auténticas pruebas de fe. Acompañar a la comisión permanente en esos momentos de miedo, de incertidumbre, de soledad, en que todos estábamos confinados en Madrid, y las familias lejos, no fue fácil. Tener que afrontar situaciones absolutamente novedosas, sin precedentes, requirió un esfuerzo muy especial de la Comisión Permanente, pero fue uno de los momentos que más valoro. Yo espero haber salido mejor de lo que era. No me toca a mí hacer esa valoración. La HOAC tampoco sé si ha salido mejor. En algunos aspectos creo que sí. En otros me da la impresión de que nos ha vuelto más temerosos.

¿De qué considera que cree que puede sentirse más satisfecho en el desempeño de su servicio de consiliaria y animación en la fe?, ¿qué cree que le ha podido faltar?

Creo que hemos compartido en estos años reflexiones importantes en diversas reuniones generales, hemos profundizado en la espiritualidad y la mística cristianas, hemos puesto en valor nuestra oración en el mundo obrero y hemos redescubierto con alegría, de la mano del papa Francisco la centralidad del trabajo en la Doctrina Social de la Iglesia. Con todo ello, creo que hemos hecho más esencial nuestra aportación eclesial a la misión evangelizadora. Hoy, la HOAC sigue siendo reconocida y valorada en la tarea eclesial. La reflexión sobre nuestro ser Acción Católica, aunque empezó de manera tan extraña, ha sido ocasión de ahondar en nuestra identidad, pero, en el momento actual, creo que hemos logrado trasladar al conjunto de la Iglesia lo que significa ser Acción Católica para la Pastoral Obrera y que la aportación de la HOAC es reconocida, valorada.

La mística de la HOAC solo se puede transmitir
de un modo: con el testimonio de la propia vida
que se vive en la experiencia cotidiana de
ser amados por Dios gratuitamente,
y de ofrecer con gratitud esa vida
para que otros puedan vivir

Han podido faltar muchas cosas, pero creo que, sobre todo, necesitamos incorporar consiliarios a la vida de la HOAC. Tenemos que ser conscientes de la necesidad que tenemos de consiliarios, y de que no somos verdaderamente Acción Católica si nos faltan. Tenemos que seguir ayudando a los obispos a descubrir la importancia de este ministerio en nuestros movimientos, y tenemos que seguir acompañando con más intensidad a seminaristas y sacerdotes jóvenes para que puedan descubrir el don de vivir el ministerio sacerdotal en un movimiento apostólico al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, y caminando hombro con hombro con el laicado. Y para eso es importante el testimonio vital que podamos ofrecer.

¿Ha cambiado en algo la vivencia de la fe de la militancia?, ¿se han incorporado nuevas sensibilidades y modos de expresarse y transmitir la mística propia de la HOAC?

Yo noto diferencias entre las generaciones jóvenes y las mayores. Espero que ya que han entrado en la HOAC también pueda la HOAC entrar en ellos. Que la pobreza, la humildad y el sacrificio puedan ser grandes alegrías en sus vidas. La mística de la HOAC solo se puede transmitir de un modo: con el testimonio de la propia vida que se vive en la experiencia cotidiana de ser amados por Dios gratuitamente, y de ofrecer con gratitud esa vida para que otros puedan vivir. Eso es lo que estamos llamados a vivir, a ofrecer, a posibilitar en la vida de otras personas para que el encuentro con Jesucristo que transforma nuestra vida pueda transformar la suya. Lo demás no dejan de ser técnicas de difusión y comunicación que, claro que se han incorporado como maneras de expresar y transmitir, pero que deben ayudar a expresar la vida militante, la vida creyente que somos capaces de vivir, que es lo esencial. A veces se nos olvida que a quien tenemos que ofrecer es a Jesucristo.

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¿Cuáles son las prioridades para que pueda seguir dándose el encuentro con Jesucristo de las personas del mundo obrero? ¿Cómo se puede actualizar la misión de devolver el Evangelio a las personas trabajadoras?

Siempre he creído que solo desde la vida compartida eso es posible. Las que formulamos en la anterior asamblea como «las cuatro claves» son el camino para amar que tenemos. Si no acompañamos la vida de las personas en la encarnación cotidiana, viviendo su misma realidad, no será posible nuestra misión. Necesitamos recuperar encarnación y periferias. Necesitamos calcular menos y perder miedos, estar dispuestos a dejar que Dios haga su parte en la vida de cada persona. Necesitamos vivir la gratuidad de sembrar siempre, aunque no vayamos a ver los frutos, confiando más en el Espíritu.

Cuanto la HOAC ha ido aportando
a la misión evangelizadora en estos años,
que no ha sido poco, es una semilla
sembrada que crecerá fuerte
en la Iglesia

¿Cuáles son sus expectativas ante la próxima asamblea general?

Sobre todo, que sea ocasión de encuentro gozoso. Hace mucho que no tenemos la oportunidad de encontrarnos toda la militancia. Que podamos disfrutar la fraternidad. Que sea un momento de escucha del Espíritu, de discernimiento sinodal, de acción de gracias. Creo que la pregunta que nos hacíamos al aprobar las orientaciones es la que tenemos que respondernos en esta asamblea: cómo seguir siendo místicos en medio del mundo obrero, cómo ser los apóstoles y discípulos de Cristo que el mundo obrero y del trabajo necesitan que seamos para poder seguir tejiendo vínculos de fraternidad.

¿Qué se lleva de vuelta a su diócesis después de todo este tiempo de servicio a la Iglesia y al mundo del trabajo? ¿qué le espera a su llegada?

Me llevo un mayor conocimiento y aprecio de la HOAC, el conocimiento de las realidades diversas, de la vida de las y los militantes, de su entrega… Sobre todo, me llevo muchos rostros, vidas compartidas que han llegado a la mía con generosidad para quedarse. Me llevo nuevas hermanas y hermanos, inseparables, que forman ya parte de mi vida. Me llevo una tienda que ha necesitado ensanchar su espacio vital, y la gratitud por estas personas y por lo que he recibido con amor de ellas. Me llevo nuevos lazos de fraternidad entretejida con quienes he compartido las diversas comisiones permanentes, y con los miembros de los secretariados de JEC y JOC de estos ocho años. Han nacido amistades que perdurarán y acompañamientos mutuos que son una bendición.

Me llevo también la certeza de que cuanto la HOAC ha ido aportando a la misión evangelizadora en estos años, que no ha sido poco, es una semilla sembrada que crecerá fuerte en la Iglesia. Hay cuestiones que ya no podrán desarraigarse de esta Iglesia, o recluirse en el silencio, cuestiones que ocupan hoy en nuestra Iglesia española un interés eclesial gracias a la HOAC.

Lo que no sé es lo que me espera cuando llegue a Sevilla porque para eso faltan, al menos, dos años más. Los dos años de tiempo sabático que, por ahora, dedicaré al estudio de la teología en Madrid. Ocho años de consiliaria general son demasiado intensos y me hace falta pararme, un abrirme a otros horizontes y cambiar el ritmo, distanciarme de todo lo estructural, recuperar esa militancia cotidiana de la presencia y aprovechar que aún la cabeza me da para algo y la salud, quizá, todavía me da margen, para hacerlo en este momento. Seguiré en algún equipo, claro, en la diócesis de Madrid o de Getafe, ya veremos, y a disposición de la HOAC en lo que pueda seguir necesitando de mí en el acompañamiento de la formación y la espiritualidad.

 

 

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